Esta es una de las primeras novelas de
John Grisham que nada tienen que ver con su género habitual, el
thriller jurídico o judicial. Creo que la primera fue “La granja”,
relato intimista sobre un niño que crece en una granja de los años
60, basado en parte en su propia infancia, aunque no estoy seguro
porque ambas novelas se publicaron el mismo año, el 2001, y no
recuerdo cuál fue primero.
En esta novela corta (no pasa de las
170 páginas) Grisham nos presenta una historia navideña, muy amena,
con mucho humor y moraleja final incluida.
Por primera vez la hija de los Krank no
va a pasar las navidades en casa. Acaba de terminar la Universidad y
ha decidido tomarse dos años sabáticos e irse con el Cuerpo de Paz
a Perú, a trabajar con los indígenas de la selva. Las navidades no
serán lo mismo sin ella, así que a Luther se le ocurre una gran
idea: el año pasado se gastó la nada despreciable cantidad de 6.100
dólares en dichas fiestas y como su hija no va a estar le propone a
su mujer saltarse la Navidad este año e irse de crucero diez días,
y solo le costará la mitad de dinero.
Tarda un poco pero al final consigue
convencerla y comienzan a hacer los preparativos, pero con lo que no
contaba es con la oposición de sus vecinos, para los que la idea de
saltarse la Navidad es una aberración. Así que comienzan una
campaña de presión contra ellos, enviándoles postales navideñas
anónimas, coros de villancicos, los boy scouts que se presentan a
venderle el árbol, los niños del vecindario les lanzan consignas
para que dejen libre a Frosty (en el pueblo todos los años le dan un
premio a la calle más navideña y la suya lo ha ganado dos veces, y
esta vez por su culpa podría no ser así) y sus padres también.
Entonces la mañana de Navidad, su hija
los llama para decirles que al final irá a casa a pasar las fiestas,
con su novio, un médico peruano del que se ha enamorado
perdidamente, y que llegará esa misma noche. Así que el crucero se
va al traste y los Kranks tienen solo unas pocas horas para
organizarlo todo, colocar los adornos, comprar la comida, la fiesta,
invitar a un montón de gente, etc, antes de que llegue su hija y
descubra la verdad. Para ellos contarán con la ayuda de sus
bondadosos vecinos, que impregnados del espíritu navideño dejarán
sus diferencias a un lado para echarles una mano.
El libro es muy ameno y muy divertido.
Es imposible no reírse con algunas situaciones en las que se ve
envuelto el pobre Luther, porque la verdad es que le pasa de todo. El
personaje recuerda bastante a Scrooge, con su terquedad en no
doblegarse ante los vecinos de poner al menos los adornos y estar en
pie de guerra con estos todo el rato, aunque al final tiene que
tragar y aceptar su ayuda. Lo malo del libro es que es muy corto y te
lo lees casi del tirón. Eso sí, aunque le libro tiene mucho humor
jamás pensé que daría para una película de Tim Allen. Es como
rebajar la historia, con todos mis respetos al señor Allen.
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