Mike Oslon colocó la manguera del surtidor de gasolina en su posición inicial, le devolvió el cambio al hombre del Chevrolet junto con las llaves y le deseó un buen viaje.
–Eh, Jerry–llamó Mike, una vez el hombre del Chevrolet se hubo marchado, al otro empleado de la gasolinera que estaba en un surtidor situado a unos treinta metros.
–Dime–dijo Jerry, que estaba llenando el depósito de una moto de cross.
–Voy un momento al baño. Cúbreme, ¿vale?
–Tranquilo–dijo Jerry, haciéndole un gesto con la mano mientras miraba de reojo el contador del surtidor.
Mike le devolvió el saludo y se fue al baño.
La gasolinera estaba vacía a excepción del motorista y Mike suponía que le daría tiempo a echar una meada antes de que viniera alguien. Además estaban ellos dos, de sobra para los tres surtidores que había en la gasolinera. En la antigua gasolinera había dos, pero tras la reforma el nuevo dueño decidió instalar uno más.
Mike empezó a bajarse la cremallera del mono antes de abrir la puerta y cuando entró en el baño se detuvo de golpe, sorprendido.
Allí, frente al espejo, había un hombre.
¿Pero cómo ha entrado?, se preguntó Mike mientras cerraba la puerta tras él. Llevo cuatro horas trabajando y no le he visto pasar.
–Oh, lo siento, pensé que no había nadie–se disculpó, mientras echaba un vistazo a aquel desconocido.
Aquel hombre parecía sacado de una película de gángsters de los años cincuenta. Llevaba una gabardina negra que le rozaba las suelas de los zapatos y un sombrero de fieltro inclinado ligeramente hacia delante le cubría la frente. Llevaba unos guantes también negros y se estaba observando detenidamente la cara, tocándosela con los dedos, como si estuviera buscando alguna imperfección.
Lo más increíble de todo era que afuera había 38º y el hombre, con todo lo que llevaba puesto encima, no sudaba ni una gota, mientras que Mike sentía el sudor deslizarse por su pecho y abdomen.
– ¿Lo ha llenado?– preguntó el desconocido con una voz rasposa, casi un susurro, y Mike se sintió intranquilo. Su voz sonaba como si el hombre llevara diez años sin abrir la boca y hubiera roto su voto de silencio en aquel preciso momento.
– ¿Disculpe?–preguntó Mike, desconcertado.
El hombre se volvió hacia él y le mostró una extraña sonrisa. Mike retrocedió un paso instintivamente. El hombre sonreía, pero sólo la mitad derecha de su boca. La otra mitad estaba rígida, como si hubiera sufrido una embolia no hacía mucho.
Entonces Mike se fijó en un detalle que se le había escapado al principio. En la solapa derecha de la gabardina el hombre llevaba un pin, un ojo escarlata abierto del todo.
– ¿Qué le pasa en la boca?
El hombre se giró hacia el espejo y se dio unos pellizcos el la comisura izquierda del labio, estirándolo unos centímetros. Volvió a sonreír ante el espejo y esta vez lo hizo con toda la boca.
–Mejor. ¿Lo ha llenado ya?
– ¿El qué?
–Mi Buick. ¿Lo ha llenado?
– ¿Que… qué Buick? Afuera no hay ningún Buick.
¿De dónde ha salido este tío?
–Si ha venido en coche creo que se lo han robado, porque fuera no está.
Entonces el hombre se rió, pero no fue una risa agradable. Era como si se estuviera atragantando, y Mike sintió que se le ponía la piel de gallina.
–Nadie se atrevería a robarlo.
Este tipo está sonado, pensó Mike, ojalá se marche pronto y me deje mear en paz.
– ¿Dice que no está fuera?
Mike asintió con la cabeza sin dejar de mirarlo.
–Espere un momento. Esto es Pensilvania, ¿no?
–Sí.
¿Es que no sabe en qué estado se encuentra? Este tío ha debido tomar algo.
– ¿Gasolinera Jenny?
Confirmado, este tío está fumado.
– ¿Jenny? No, hombre, la gasolinera Jenny quebró hace casi treinta años. Hace cuatro o cinco años el dueño de una cadena la compró y reformó. Ahora es la OPEC.
El hombre abrió los ojos al máximo, sorprendido.
– ¿En qué año estamos?
–2009.
Este tío está mal de la cabeza. ¿Cómo no puede saber en qué año estamos?
–Vaya, creo que he perdido la noción del tiempo. Ha sido una reunión realmente larga–y volvió a reírse de aquella forma tan desagradable.
–De acuerdo.
Tú síguele la corriente, mantenlo tranquilo, no conviene poner nervioso a un pirado.
–Oiga, si le han robado el coche puede ir a la comisaría a denunciarlo. Quién sabe, puede que hayan encontrado su coche.
–Es posible, es posible–el desconocido avanzó hacia él y Mike se envaró. Cuando pasó por su lado Mike captó un olor como de huevos podridos y tuvo que volver la cara para no marearse.
Vamos, márchate ya.
Pero el desconocido no se marchó. Pasó la cadena de seguridad por el pasador y se volvió hacia Mike. Éste se puso nervioso y retrocedió.
– ¿Por qué ha cerrado la puerta?
–Tranquilo, amigo, no va a pasarle nada.
–No estoy solo, mi compañero se extrañará si tardo mucho en salir.
–Sólo quiero que hablemos.
El hombre puso una mano sobre su hombro y a pesar de llevar guantes, Mike se sintió asqueado. Era como si algo mugriento y supurante de pus lo hubiera agarrado.
Mike se sacudió la mano del hombro y retrocedió tambaleándose.
–No me toque–gimoteó–No vuelva a hacerlo, por favor.
El hombre sonrió y asintió con la cabeza.
–Claro, claro, siempre que me diga lo que quiero saber.
–Le ayudaré si está en mi mano.
–Bien. Quiero que vea esta foto y me diga si reconoce a este perro.
El hombre metió la mano en el bolsillo interior izquierdo de su gabardina y le mostró la foto de un chico. Tendría unos veinte años, el pelo largo, una corta perilla y unos pocos pelos en el labio superior.
¿Por qué lo ha llamado perro?
– ¿Es usted poli?
El hombre se carcajeó y sonó como unas uñas rasgando una pizarra.
–Claro, ¿por qué no?
No, es todo lo contrario. Más bien parece un matón.
–Este perro responde al nombre de Patrick, Pat para los amigos y es muy dócil y juguetón–el hombre volvió a reírse de nuevo y el olor a huevos podridos golpeó a Mike en toda la cara–Eso de que responde es una forma de hablar, porque es mudo. Se peleó con un gato y el gato le arrancó la lengua y se la comió.
Como una cabra.
–No, lo siento, no lo he visto. ¿Qué ha hecho?
–No se deje engañar por su aspecto de cachorrillo inocente, este perro es un criminal muy peligroso. Atentó contra el Rey y por su culpa el Rey ha caído.
– ¿El Rey? ¿Qué Rey?
–El único y verdadero. El Rey Carmesí.
Está peor de lo que imaginaba. ¿Rey Carmesí? ¿Y cómo se llamaba la reina, Reina de Corazones?
–Oiga, ¿se encuentra usted bien o ha tomado algo?
El hombre resopló por la nariz y le golpeó el pecho con el dedo índice. Mike sintió como si le hubieran golpeado con una maza de acero. Se quedó sin aliento y se tambaleó hasta chocar contra el lavabo, con la mano aguantándose el pecho. Cuando se irguió, vio que los ojos del hombre eran completamente naranjas, sin nada de blanco.
–No, escoria inmunda, no estoy bien. De hecho estoy muy lejos de estar bien. El Rey ha caído. Algul Siento ha sido arrasado. Los can-toi han sido masacrados. Sólo nos salvamos un grupo de seis, que en ese momento nos encontrábamos de viaje, captando nuevos disgregadores. Todos los disgregadores han desaparecido. Ha sido cosa de ese pistolero y de su maldito ka-tet, y estoy seguro de que ese perro viejo de Ted le ha ayudado. Le prometo una cosa, señor empleado de gasolinera, en cuanto encuentre a ese pintor de tres al cuarto y le obligue a deshacer lo que ha hecho, en cuanto vuelva a dibujar al Rey en toda su gloria y esplendor, iré a por el viejo Ted y lo traeré de vuelta. Otra vez. Y seguirá haciendo su trabajo. Entonces sí que estaré bien–el hombre soltó una seca carcajada y Mike vio con espanto que sus ojos volvían a ser negros–Lo único bueno de todo esto es que el pistolero ha vuelto al punto de partida, ha vuelto a comenzar su búsqueda y así será por siempre jamás. Ka. El destino es una rueda, ¿lo sabía? No volverá a ser un problema para nosotros.
El hombre sonrió ante la expresión de absoluto horror de Mike y le palmeó el hombro.
–Venga, ¿por qué no va a mear? Se lo ha ganado. Yo por mi parte seguiré su consejo e iré a la policía a preguntar por mi coche. No puedo buscar a ese perro a pie, ¿verdad?–y le guiñó un ojo.
– ¿Se va a marchar?
–Vaya a mear. Cuando salga ya me habré ido.
Mike dudó un momento y le dio la espalda, aterrado. Entró en el retrete y tardó un buen rato en echar el chorro. Mientras lo hacía no escuchó ningún ruido procedente del otro lado. Cuando salió después de sacudírsela–sólo dos veces, tres es una paja–esperaba toparse con el hombre allí de pie, pero se había esfumado. Salió afuera pero no vio ni rastro de él.
–Eh, Mike, ¿estás bien?–le preguntó Jerry, llenando el depósito de un 4x4–Parece que hayas visto un fantasma.
–Sí. Oye, ¿no has visto salir a un tío con gabardina?
– ¿Un tío con gabardina? ¿Seguro que estás bien?–le preguntó Jerry, riéndose.
– ¿Entonces no lo has visto?
–Eh, Mike, ¿por qué no vas a refrescarte la cara un poco? Has debido pillar una insolación. Del baño sólo has salido tú.
Mike asintió lentamente y miró a su alrededor. Ni rastro del hombre.
Seguramente había sido eso, una insolación. No podía ser real. Imposible. Entró de nuevo en el baño, se mojó la cara y el cuello y se miró al espejo. Rey carmesí, menuda locura. Había sido sólo eso, una insolación. Esas cosas no pasaban. Se dio una pequeña bofetada, meneó la cabeza y regresó al trabajo.
Parece que se te dan muy bien este tipo de relatos basados en la obra de King!!
ResponderEliminarExcelente! ;D
Creo recordar que solo escribí dos, pero gracias. Este lo publiqué primero en la página del ka-tet, pero lo subí también aquí para tenerlo en más de un sitio, por si, Dios no lo quiera, desaparece la página.
ResponderEliminarNo sabía que tenías un blog. Me pasaré por aquí.
ResponderEliminarUn saludo!
Súmale a esos dos los capítulos de Viaje a Maine! ;D
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