Harry Hopeman pertenece a una larga estirpe de diamantistas que se remonta a los tiempos de la Inquisición. Un día recibe una propuesta por parte de un agente del gobierno israelí para que haga de intermediario en la compra de un diamante legendario en poder de un egipcio, que está a la venta en Jerusalén.
Se trata del
Ojo de Alejandro, una joya que estuvo en poder de Saladino y de la Iglesia
Católica y que fue robada del Museo Vaticano hace décadas. La familia de Harry
tiene una relación muy estrecha con ese diamante, ya que dos antepasados suyos
lo tuvieron en sus manos. Fue tallado por uno y el otro lo engastó en la mitra
del Papa Gregorio. Además su padre fue contratado en los años 40 para limpiar
tanto el diamante como la mitra. Pero el gobierno israelí no es el único
interesado en hacerse con la joya. La Santa Sede quiere recuperar lo que una
vez le fue robada, y los árabes también lo quieren para sí.
Harry acaba
aceptando la propuesta y se traslada a Jerusalén para negociar la compra del
Ojo de Alejandro con su propietario egipcio. Allí tendrá que colaborar
forzosamente con una representante del gobierno israelí llamada Tamar Strauss,
para llevar a buen término la negociación.
Leí esta
novela por primera vez hace como un millón de años, y hace un año o dos encontré
este ejemplar de segunda mano en un mercadillo, así que me lo llevé a casa.
Durante el estado de alarma decidí que era un buen momento para leerla, así que
aquí está.
Me ha
gustado mucho. Está bien escrito, es fácil de leer y tiene buen ritmo. La historia
del diamante es fascinante, y Noah Gordon nos ofrece algunos flashbacks sobre
el pasado del diamante y su relación con los Hopeman, que sin duda es de lo
mejor del libro. La trama tiene mucha intriga, que se mantiene a lo largo de
sus páginas, y en el tramo final se produce una revelación que te deja con la
boca abierta. Es un muy buen libro de Noah Gordon, que demuestra su talento
para crear magníficas historias más allá de la saga de los Cole.
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