11. Eric
-Esto no es realmente un
hospital-dijo Daniel al día siguiente mientras le mostraba las
instalaciones-Es más bien una gran sala de recuperación. No tenemos
quirófanos ni sala de rayos-X ni el equipo adecuado.
-¿Y qué hace el gobierno? ¿Dónde
invierte el dinero? Se supone que este sitio es para ayudar a los
supervivientes del Holocausto-protestó Charles-Debería poner más
de su parte.
-La Guerra ha dejado una profunda
huella en este país, Charles. Terminó hace años, pero a Israel aún
le cuesta levantar cabeza, y no creo que lo haga del todo. Fueron 6
millones. Eso no se olvida fácilmente.
-No debe olvidarse, Daniel. Pero
debería implicarse más en proyectos como este.
-No es por falta de ganas, créeme,
pero no se puede sacar dinero de donde no lo hay. Las arcas están
vacías. Conseguí que nos cedieran este edificio, un viejo hospital
de principios de siglo y que nos abastecieran de comida, mantas,
medicamentos y el instrumental médico básico. A partir de ahí el
resto es cosa nuestra. Quizá algún día puedan hacer más, pero no
ahora.
-Esperemos que ese día no tarde en
llegar.
-Sí.
-¿Cuántos sois?
-Seremos unas veinte personas. Nueve
médicos, seis enfermeras y cinco civiles. Seis si te contamos a ti.
-Veinte personas y aún así
conseguís llevar adelante este centro. Me parece algo admirable.
-Gracias, hacemos lo que podemos.
Por cierto, hay algo de lo que quisiera hablarte.
-¿De qué se trata?
-A algunos de tus nuevos compañeros
no les agradan demasiado los mutantes. Te aconsejo que mantengas tu
don especial en secreto.
-Vaya, no me esperaba que aquí
sucediera también eso-exclamó sorprendido.
-Sucede en todas partes. Ya sabes,
el miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio.
-Sí, y el odio lleva al
sufrimiento. Nuestro pan de cada día. Por suerte tú lo aceptaste.
-Ya conoces mi opinión al respecto.
Lo importante es la persona, no lo que sea capaz de hacer.
-Estoy de acuerdo.
-Ahora acompáñame. Te presentaré
a tus nuevos compañeros.
Daniel le presentó a algunas de las
enfermeras, pues se toparon con ellas en los pasillos. A las
restantes se las presentó cuando acabaron de atender a sus
pacientes, lo mismo que con los médicos y los civiles voluntarios.
Le dieron la bienvenida, hubo besos, estrechamiento de manos y
palmaditas en la espalda. Estuvo un rato hablando con ellos y luego
Daniel se lo llevó aparte a él y a una de las enfermeras.
-Carla, ¿has visto a Eric?
-Sí, creo que está con la señora
Holstrom.
-Bien, gracias.
-Suerte-le dijo Carla a Charles-La
necesitarás.
-¿A qué se refiere?-le preguntó
mientras se ponían en camino.
-Es por Eric. No se lleva demasiado
bien con los demás. Quizá tú tengas más suerte. Lleva aquí unos
seis meses y es un civil, como tú. No le gusta hablar mucho de su
pasado, pero me dijo que estuvo en el campo de Brunau en su
adolescencia, y que esperaba que su experiencia pudiera servir de
ayuda.
-Eso le honra.
-Sí, es un buen hombre y se dedica
en cuerpo y alma a los pacientes del hospital, pero no es demasiado
sociable. Por suerte me llevo bien con él.
El tal Eric estaba junto a una
anciana a la que le faltaba la mano. En el momento en que entraron le
estaba hablando en voz baja. Entonces se remangó el brazo y Charles
vio que tenía un número tatuado. La besó en la frente y la arropó
con las sábanas.
-Daniel, ¿qué quieres?-preguntó,
percatándose de su presencia.
Charles notó que estaba irritado.
-¿Quién es tu amigo?
-Charles Xavier, te presento a Eric
Lensher.
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