29. El final del ocaso
Era mediodía y de nuevo los dos
comían en una mesa aparte.
-He estado pensando en la
conversación que tuvimos el otro día-dijo Eric-Sobre tu
hermanastro.
-Adelante, pregunta.
-Dijiste que era invencible.
-Así es.
-¿Realmente lo es?Quiero decir,
todos tenemos algún punto débil.
-Cuando se mueve-dijo Charles,
bajando la voz-no hay forma humana de detenerle. Toda su fuerza
procede de la gema de Cyttorak. Como la gema es indestructible y no
sé lo que pasaría si otra persona tocara esa gema, de momento es
imposible reducirlo.
-No obstante...
Charles sonrió.
-No obstante, hay una forma. Caín
tiene un casco que protege su mente de mis poderes. Si se le pudiera
quitar el casco, yo podría reducirlo.
-¿Ya lo has intentado?
-No, es sólo una teoría que espero
poder llevar a la práctica algún día.
-Jamás había oído hablar de esos
Templos de Cyttorak. ¿Qué sabes acerca de ellos?
-Muy poco. Es una cultura que
exisitió hace miles de años que glorificaba a los ocho dioses del
caos. Por lo tanto existen o existían ocho templos. Si quieres saber
más sobre el tema, acude a la fuente original.
Una enfermera pasó por su lado con
su bandeja de comida y Charles se quedó mirándola.
-Charles, ¿qué ocurre?
Charles se levantó y todo el mundo
en la sala se quedó inmóvil.
Eric se puso de pie y observó a la
gente, asombrado.
-¿Qué ha pasado aquí?¿Lo has
hecho tú?
-Sí-dijo Charles, acercándose a la
enfermera.
-No me dijiste que también podías
detener el tiempo.
-Y no puedo. Te dije que podía
obligar a los demás a hacer lo que yo quisiera. Pues he hecho que se
quedaran todos quietos. Tranquilo, no recordarán este breve lapso de
tiempo.
-¿Por qué lo has hecho?
-Ha visto a Gabrielle.
-¿Qué?
-Entró en el ala norte buscando a
Daniel y vio a Gabrielle.
-Maldición. ¿Se lo ha dicho a
alguien?
-Sí, a dos personas.
-¿Y ahora qué hacemos?
-Borraré ese recuerdo de sus mentes
y será como si nada hubiera pasado.
Un minuto después todo el mundo
comenzó a moverse. La enfermera siguió su camino hacia la mesa en
la que estaban las demás enfermeras y empezó a comer.
-¿Ya está?
-Sí.
-Menos mal. Si no llegas a darte
cuenta se lo habría dicho a todo el mundo.
-Sí, hemos tenido suerte. Ahora ven
conmigo.
-¿Adónde?
-A ver a Gabrielle. Se ha
despertado.
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