En
Strattenburg van a construír una carretera pese a que no hace
ninguna falta y mucha gente se va a ver afectada porque les van a
expropiar sus tierras y sus casas y no pueden hacer nada para
evitarlo.
Theodore
Boone no le ve ningún sentido a lo de la carretera, porque va a
costar 200 millones, mientras que en su colegio han despedido a
algunos profesores y eliminado sus asignaturas a causa de la
reducción de fondos del Ayuntamiento. Su madre opina que lo de la
carretera es una soberana estupidez, pero su padre cree que será
algo bueno para la economía del pueblo.
Theo acaba
metiéndose en el asunto de la carretera cuando un compañero de
clase llamado Hardie le pide consejo legal, ya que nadie en el
colegio sabe más de leyes que Theo. A los abuelos de Hardie van a
expropiarles la granja para construír la carretera y están todos
muy preocupados porque la granja pertenece a su familia desde hace
generaciones y no saben qué hacer. Theo le explica que,
desgraciadamente, la ley de expropiación dice que su el Estado
demuestra que necesita sus tierras, tiene derecho a expropiarlas y no
hay nada que pueda hacer para impedirlo.
Pero Theo
descubre que detrás del proyecto de la carretera hay un trasfondo de
corrupción e intereses políticos, y junto a sus amigos iniciará
una campaña para impedir que la construyan.
Esta es la
cuarta y de momento última entrega de la serie juvenil de Theodor
Boone y pese a ser una novela juvenil, toca un tema serio y realista,
como es la construcción de una carretera y lo que eso implica para
los que tienen la desgracia de vivir por donde va a pasar. Me encanta
cuando en sus novelas judiciales Grisham la emprende contra las
grandes corporaciones (una compañía de seguros en “Legítima
defensa”, una tabacalera en “El jurado” y una compañía
farmacéutica en “Los litigantes”, entre otras) y este no podía
ser menos, aunque al tratarse de una novela juvenil le da un enfoque
más light.
En los
libros anteriores la parte más divertida era la del Tribunal de
Animales, donde Theo tenía que representar a algún animal cuyo
dueño había sido denunciado por su causa (la llama que le escupe
siempre a la misma persona cada vez que la ve, el loro que insulta a
la cotilla del barrio, etc.), pero en esta ocasión se ocupa de un
caso muy serio, pues unos tipos le dan una paliza al perro de Theo y
casi se lo cargan, y a mí, como amante de los animales, me costó
bastante leer esa parte.
De todas
formas el libro es muy bueno y de fácil lectura, como los
anteriores, se pasa enseguida y aún aprendes algo sobre leyes de
expropiación. Ahora espero que Grisham siga sacando más libros de
la serie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario