En el pueblo de Black Mountain, de 7000 habitantes, aparece muerta una niña de 11 años y entre sus habitantes cunde el pánico porque nunca antes había ocurrido algo así. Todo parece indicar que es obra de Temple Gault, un escurridizo asesino en serie al que el FBI lleva años queriendo capturar, pues la víctima murió de un disparo en la cabeza y le faltan trozos de piel en los muslos, igual que sus otras víctimas. El agente del FBI Benton Wesley, la doctora Scarpetta y el capitán Pete Mario se trasladan hasta allí para investigar el crímen, pero lo que parecía claro al principio resulta no serlo tanto al ir profundizando en la investigación del caso. Al poco tiempo de llegar al pueblo, uno de los oficiales que participaba en la investigación aparece muerto en una puesta en escena un tanto comprometida, y Scarpetta empieza a creer que Gault no tiene nada que ver con el asesinato, sino que el verdadero asesino quiso hacer pasar su crimen como suyo, pero no todos comparten esta teoría y deberá conseguir pruebas que la respalden.
Esta es la segunda vez que me leo este libro pero me sentí como si fuera la primera, porque no tenía ni idea de cuál era la identidad del asesino. El libro es de fácil lectura y enseguida te sumerges en la historia, y el giro del tramo final es toda una sorpresa. Durante todo el libro te lleva por un camino y cuando estás confiado, ¡zasca!, un giro de 180º que te deja con la boca abierta. Sin duda es uno de mis libros favoritos de Scarpetta, pero tiene un gazapo importante al principio. En el anterior Lucy tenía 17 años y en este tiene 21, así que pasan 4 años, pero según la Cornwell solo pasan 2 años. Creo que un escritor debería fijarse en este tipo de cosas porque hace que la historia chirríe. A no ser, claro, que aquí el tiempo vaya más despacio, cosa que dudo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario