Cuando tenía 19 años Susan Thornton fue testigo de cómo su prometido era asesinado durante el ritual iniciático de una hermandad universitaria que se les fue de las manos a sus compañeros. Susan logró escapar antes de que la mataran a ella también y los culpables fueron a la cárcel, años después hallaron una muerte violenta. Trece años después, Susan sufre un aparatoso accidente de coche que la deja en coma durante tres semanas y cuando despierta no recuerda quién es ni lo que le ha pasado ni cómo ha llegado al hospital. Con el paso de los días empieza a recuperar la memoria excepto en lo que se refiere a su trabajo, de lo que no recuerda el más mínimo detalle, y estando allí la someten a varias pruebas para ayudarla a recuperar los recuerdos perdidos y a fortalecer los músculos de sus piernas. Pero pronto empieza a percibir que en el hospital ocurren cosas extrañas. Susan ve con sus propios ojos, en los pasillos del hospital, a los asesinos de su prometido, con el mismo aspecto de hace 13 años, como si el tiempo no hubiera pasado por ellos, algo imposible ya que están todos muertos, y también el cadáver putrefacto de su prometido, que aparece en un momento para desaparecer al siguiente y Susan cree estar volviéndose loca.
Este fue el primer libro que compré de Dean Koontz y creo que también el primero que leí (a Koontz lo conocía primero por sus miniseries, las de “Único superviviente” y “Tensión” y luego empecé con los libros) y me gustó mucho. Es una historia con mucha tensión y varios momentos de puro horror, ese horror irracional e inexplicable que te rompe los esquemas y te paraliza el corazón y con un ambiente claustrofóbico muy conseguido, eso hay que reconocérselo a Koontz. En ciertos aspectos me recuerda un poco a “Misery”, porque como aquél este libro transcurre casi en su totalidad en la habitación de hospital donde está la protagonista y el ambiente es similar. Eso sí, el final es toda una sorpresa y nada es lo que parece.
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