Tina Evans perdió a su hijo Danny, de 12 años, en un trágico accidente hace ahora un año. El proceso ha sido muy doloroso pero Tina está empezando a superarlo. Pero entonces empiezan a ocurrir cosas extrañas en su casa. En la pizarra de la habitación de su hijo alguien ha escrito “No estoy muerto”. Tina cree que alguien la considera responsable de su muerte y quiere atormentarla. Esto ocurre en más de una ocasión y Tina cree que podría tratarse de su ex-marido, pero tras hablar con él se da cuenta de que no es cosa suya.
Pero eso no es lo único. También se producen repentinas bajadas de temperatura, en el ordenador de su despacho también aparece el mismo mensaje, y en su ausencia las cosas de la habitación de Danny empiezan a moverse solas. Tina empieza a considerar la posibilidad de que su hijo esté realmente vivo y de que lo que está pasando sea su forma de ponerse en contacto con ella. Tina se lo cuenta a Elliot, el abogado de su jefe con el que ha empezado a verse y le pide ayuda para exhumar el cuerpo de su hijo y comprobar así si está realmente muerto. Pero unos peligrosos individuos intentan matarlos para que no descubran la verdad acerca de lo ocurrido con Danny, y ambos deben emprender la huida para salvar sus vidas y dar con el paradero de su hijo.
Esta es una buena novela de terror de Dean Koontz, pero no está entre las mejores. Tampoco entre las peores. Pertenece más bien a ese grupo de novelas que son únicamente entretenidas, te hacen pasar un buen rato pero una vez acabadas ya no piensas más en ellas. Más que de terror, yo diría que esta novela es de mucha tensión y suspense. Hay grandes dosis de las dos y Koontz sabe manejarlas para hacer que te resulte muy difícil dejar de leer. En la recta final el ritmo se acelera y la acción se vuelve vertiginosa, y lo que ocurre en las últimas páginas es toda una sorpresa.
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