“Matar a un ruiseñor” es uno de los grandes clásicos de la literatura americana, publicado en 1960 y galardonado con el Pulitzer en 1961. en 1962 se hizo la película, protagonizada por Gregory Peck, que obtuvo dos Oscars, a mejor guión y mejor actor. Harper Lee alcanzó la fama con esta obra, pero decidió retirarse y no volvió a publicar otro libro hasta 2015, cuando salió a la venta su secuela, “Ve y pon un centinela”.
Yo tenía el libro en casa desde hacía un par de años, así que ya tocaba. Hace varias semanas vi la película, que me encantó, así que me puse con el libro de inmediato. La novela transcurre en los años 30 en un pueblo de Alabama, donde los prejuicios raciales están muy arraigados y la gente aúnu está tratando de superar la crisis del 29 y apenas tiene dinero.
El protagonista es Atticus Finch, un abogado que tiene que defender a un negro acusado de violar a una chica blanca. Atticus cree firmemente que todo el mundo tiene derecho a un juicio justo, incluso los negros, y ha aceptado representarle porque de haberse negado no sería capaz de caminar con la cabeza alta ni mirar a sus hijos a los ojos, pero esto le creará problemas en su comunidad. Tendrá que hacer frente a las habladurías de la gente, las amenazas e incluso a un pelotón de linchamiento que quiere ocuparse de su cliente antes de que comience el juicio.
El libro es una maravilla. Tiene una prosa muy sencilla y se lee fácilmente, y la razón es que está narrado por la hija de ocho años de Atticus, Jean Louis Finch, a la que todos llaman Scout. En realidad es una adulta Jean Louis la que rememora lo del juicio a Tom Robinson, el negro que representó su padre en aquella época, pero lo hace desde el punto de vista de la niña de ocho años que era ella cuando sucedió todo, y la narración tiene ese toque de inocencia propio de esa edad.
La primera parte del libro se centra en las avernturas de Scout, su hermano Jem y el nuevo niño del que se hacen amigos aquel verano, Dill, y su misterioso vecino Boo Radley, un hombre del que dicen que está loco y que apuñaló a su padre y que nunca sale de casa, y de los intentos de los tres por verle y hacer que salga de la casa. Tardamos un poco en saber que Atticus representa a un negro y aún un poco más en saber de qué se le acusa. Cuando la novela se adentra en el juicio a Tom Robinson y conoces toda la verdad de su caso, resulta imposible que no se te hierva la sangre ante la injusticia que sufre el pobre hombre. Su único delito es ser negro en una época tan difícil como fue la década de los 30, en la que éstos apenas tenían derechos y eran poco más que esclavos. Con razón Atticus Finch es uno de los grandes personajes de la literatura del siglo XX, y el Pulitzer que Harper Lee recibió por esta novela está más que merecido.
Esta es una obra indispensable que recomiendo encarecidamente y debería ser de lectura obligatoria.
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