Aquí uno de los grandes clásicos de Agatha Christie.
Lo leí por primera vez hace como un millón de años (no recuerdo exactamente cuándo, igual entre 12 y 15 años) pero pase el tiempo que pase sigo recordando el desenlace tan claramente como si hubiera sido ayer, y a raíz de la nueva adaptación a cargo de Kenneth Brannagh decidí volver a leerlo.
Tras finalizar un caso en Estambul, Hércules Poirot recibe un telegrama en el que se le conmina a regresar cuanto antes a Londres, por lo que embarca en el Orient Express esa misma noche. La noche siguiente el tren se ve obligado a detenerse a causa de una fuerte tormenta de nieve y Poirot se despierta al escuchar un grito. A la mañana siguiente, el director de la compañía y viejo amigo suyo, monsieur Bouc, le informa de que uno de los pasajeros ha aparecido muerto, cosido a puñaladas, y le pide que se haga cargo de la investigación. Tras las primeras pesquisas Poirot descubre un gran secreto que ocultaba la víctima y la probabilidad de que fueran dos los asesinos, y de que estos se encuentran entre los doce pasajeros del tren. Así, con ayuda de Bouc y del doctor Constantine, procede a interrogar a cada pasajero para contrastar luego sus respectivos testimonios.
El libro me ha gustado tanto como la primera vez. Doscientas páginas con capítulo cortos que se pasan volando y un gran misterio entre manos para resolver: un asesinato a bordo de un tren, dos posibles asesinos y doce sospechosos. El desenlace es toda una sorpresa; la primera vez que lo leí me quedé con la boca abierta y aunque esta segunda vez lo tenía muy presente en mi memoria, sigue pareciéndome igual de sorprendente. Sin duda es un título indispensable en la obra de Agatha Christie.
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