Un joven seminarista es hallado muerto en una playa cercana al seminario de Saint Anselm, donde estudian los futuros sacerdotes anglicanos. La investigación lo declara una muerte accidental, pero su padre, director de una de las multinacionales más importantes del país, no está satisfecho con el resultado. No cree que su hijo muriera accidentalmente ni que se suicidara, sino que alguien lo asesinó, y quiere que Adam Dalgliesh reabra la investigación.
Adam tenía pensado pasar unos días de vacaciones en Suffolk y se ofrece a hablar con la policía de allí y con los sacerdotes del seminario para comprobar si hay pruebas suficientes para continuar con el caso. Además él conoce Saint Anselm, ya que pasó allí algunos veranos de joven y se lleva bien con el antiguo rector, el padre Martin.
Pero la muerte del joven Ronald Treeves no es la única que tiene lugar en Saint Anselm. Margaret Munroe, la anciana que halló su cuerpo, fallece una semana más tarde aparentemente de un infarto y un día después de la llegada de Adam Dalgliesh al seminario el archidiácono Crampton es asesinado de un fuerte golpe en la cabeza. Adam cree poco probable que haya más de un asesino en Saint Anselm y sospecha que estas muertes están relacionadas.
Mi hermano le regaló este libro por Reyes a mi padre, hará un par de años, y como me leí recientemente dos libros de P. D. James (Muerte de un forense e Hijos de hombres), quise leer este también, pues así ya lo tachaba de mi lista de pendientes. El libro me ha gustado. Encuentro muy interesante que esté ambientado en un lugar tan aparentemente tranquilo como un seminario de curas, pero los curas, como cualquier otra persona, también tienen sus secretos. Aquí se producen un montón de muertes y solo una de ellas no guarda relación con las otras.
El libro tiene un desarrollo pausado, Dalgliesh se toma su tiempo para interrogar a los relacionados con las víctimas y posibles sospechosos y recabar toda la información pertinente, y no es hasta las últimas 100 páginas que el ritmo se acelera y empezamos a descubrir las cosas importantes. Como suele ocurrir en estos casos la identidad del asesino es una sorpresa.
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