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viernes, 10 de enero de 2014

Llamada perdida, de Michael Connelly


Esta es una de las pocas novelas de Michael Connelly que no forma parte de ninguna de sus series, aunque sí contiene un par de referencias a los libros de Harry Bosch (la hermana del protagonista fue una de las víctimas del Fabricante de Muñecas, el caso que hizo famoso a Bosch, y sale una abogada que apareció en al menos dos libros de la serie de Bosch), pero la cosa no pasa de ahí.

El protagonista es Henry Pierce, una especie de futuro Bill Gates en potencia. Su empresa es puntera en la investigación de ordenadores moleculares (ordenadores del tamaño de una uña, nanotecnología y tal) y está a punto de presentar su proyecto Proteus a un gran inversor. Si lo seducen, éste aportará 20 millones de dólares para que sigan investigando, sino, la empresa irá a la bancarrota. Pierce dedica todo su tiempo al proyecto, lo cual molesta a su novia Nicole, que harta acaba rompiendo con él.
Pierce se va a vivir a un apartamento y al poco de trasladarse empieza a recibir extrañas llamadas de hombres que preguntan por una chica llamada Lilly. Harto, decide averiguar quién es la chica y arreglar la situación, y descubre que es una chica de compañía que anuncia sus servicios en el L. A. Darling. Al parecer a Pierce le han dado su número después de que no lo pagara el último mes, pero en la revista aún se lo mantienen y por eso no paran de llamarle.

A Pierce le puede la curiosidad así que se hace pasar por un cliente y habla con otra chica de compañía, con la que solía trabajar, y así sabe que Lilly lleva bastante tiempo sin dar señales de vida. Sigue investigando y da con su domicilio y allí se encuentra un montón de cartas atrasadas, de al menos dos meses atrás, y su agenda personal, que se lleva para leerla con calma, y luego descubre que tiene un segundo domicilio, y allí encuentra una gran mancha de sangre seca debajo del colchón, con lo que no le queda otra que avisar a la policía.

Es entonces cuando empiezan los problemas para él, pues no puede decirle a la policía cómo ha descubierto todo lo que sabe, ya que tendría que confesar que se ha hecho pasar por otras personas, se ha colado en casa de la chica y ha robado material relevante para la investigación, y esto lo haría parecer sospechoso. De todas formas el inspector a cargo del caso no se traga su historia y lo convierte en su principal sospechoso, acusándole incluso de haber asesinado a la chica. Y como colofón, Pierce descubre que todo esto, las llamadas extrañas, la desaparición de Lilly y demás, no es ninguna coincidencia, sino que alguien le ha tendido una trampa.

Aunque Michael Connelly me encanta, este libro tarda un poco en ponerse interesante. Al principio habla mucho sobre el trabajo del protagonista, qué hace su empresa y la inminente llegada del inversor, y esto no aporta gran cosa a una novela policiaca (aunque más adelante tiene su importancia). Luego también está el hecho de que es una novela policiaca cuyo protagonista no es policía, y claro, sus recursos para investigar son algo limitados, y no empieza a ponerse interesante hasta que aparece la policía. A partir de ahí es como el resto de sus libros, ritmo rápido y engancha fácil, y giros sorpresa importantes en su último tramo.
Bueno, ahora solo me quedan tres libros más de Connelly, La oscuridad de los sueños, la caja negra y Cuesta abajo, para terminar con su obra. Pronto.


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