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viernes, 11 de julio de 2014

El Marqués de Sade. Una vida, de Francine du Plessix Gray


Me leí la biografía de Sade en el 2002, hace ya 12 largos años (en concreto este mismo ejemplar; lo compré, lo leí y luego lo doné a la biblioteca). El Día de las Letras Gallegas, el 17 de mayo, hicieron en mi pueblo un mercadillo de libros de segunda mano gratis (lo hacen todos los años por el Día del Libro pero este año hubo que aplazarlo porque dieron lluvia) y ahí encontré por pura casualidad un libro del Marqués, “Justine”, una de sus obras más importantes (por importante quiero decir polémica). Antes de leerlo quise volver a leerme la biografía, así que lo busqué en la biblioteca pero no lo encontré. Se lo mencioné al bibliotecario y se puso a buscarlo, pero tampoco dio con él. Los libros que menos se prestan los guarda en un pequeño almacén en la segunda planta, por cuestión de espacio, y lo buscó ahí, pero nada. Una de dos, o se perdió, o alguien lo robó (tampoco sería la primera vez), así que me quedé con las ganas. Pero al final la Fortuna me sonrió porque unas semanas más tarde lo encontré por pura casualidad en uno de esos expositores giratorios de libros de bolsillo, que hay en el primer piso, algo que el bibliotecario ignoraba porque los libros de ese expositor no los tiene controlados. En definitiva, una buena noticia tanto para él como para mí, y esta semana pasada me he dedicado a disfrutar de la azarosa vida del Marqués.

Donatien Alphonse François, el Marqués de Sade (dato curioso: el Marqués debería haberse llamado Donatien Aldonse Louis, pero cuando las criadas lo llevaron a bautizar se les olvidó el nombre, y acabó llamándose Alphonse François, algo que a Sade siempre le molestó, porque por aquel entonces el rey era Luis XV y todo el mundo quería llamarse como él) es uno de los personajes más transgresores y polémicos de la Historia y tiene el dudoso honor de haber dado lugar al término “sádico”. A Sade le tocó vivir en una época muy puritana, así que las orgías que llevó a cabo supusieron un escándalo cuando se corrió la voz, y a causa de ellas pasó buena parte de su vida adulta entre rejas. En esta biografía se describen detalladamente algunas de ellas, las más escandalosas, pero tengo que decir que no son para tanto. Sus fantasías consistían básicamente en la flagelación y el sexo anal (que entonces era ilegal y estaba penado con la muerte) y blasfemar contra Dios y la Virgen durante el acto sexual (era un ateo convencido y en esa época las prostitutas eran muy creyentes, y cuando las obligaba a blasfemar ellas se negaban y huían despavoridas). Hoy en día, azotar y dar por culo no es nada del otro mundo, pero puede que esto sea así gracias a que a alguien como Sade se le ocurrió ponerlo en práctica, arriesgándose al escarnio público. Yo me imaginaba que sus orgías serían más impactantes y depravadas, pero no, en eso me decepcionaron un poco (esas las dejó para sus polémicos libros). Bueno, tenía una parafilia bastante asquerosa que consistía en que le echaran pedos en la cara para aspirar el olor, y eso sí que da cosica.

Ruinas del castillo de La Coste
El carácter excéntrico de Sade así como sus obsesiones sexuales se deben, según expertos en la materia, a la ausencia de la figura materna. Su padre era diplomático y siempre estaba viajando al extranejro y en los primeros 10 años de su vida apenas se vieron. Su madre siempre viajaba con su padre para tenerlo controlado y sacarlo de apuros ( en su juventud el Conde de Sade también fue un libertino de cuidado y sus bacanales no tenían nada que envidiar a las de su hijo). Antes de nacer Donatien, sus padres tuvieron una hija, que murió a los dos años. Esto afectó mucho a la madre, que no quiso pasar por el mismo suplicio con Donatien y se desentendió totalmente de él; apenas se vieron unas pocas veces a lo largo de su vida. Así que lo de los azotes y su obsesión por los culos vienen subconscientemente de ahí. Pero no todo proviene de la ausencia de la madre. Donatien se crió primero con su abuela materna, que se lo consentía todo, y luego con un tío que era abad, Jacques-François de Sade. El abad era muy libertino y por su casa pasaban mujeres constantemente y era muy dado a fiestas, así que eso también influyó.

A oídos del Conde llegaron los rumores de que a su hijo lo estaban malcriando así que lo metió en una escuela jesuíta, en la que el joven Marqués lo pasó bastante mal. Posteriormente ingresó en una academia militar y al finalizar su inistrucción pasó a servir en el regimiento de la Caballería Ligera de la Guardia del Rey (su prestigio era similar a la de los mosqueteros de Dumas). Poco después comenzó la Guerra de los Siete Años y en ella Sade destacó notablemente. Pero entonces su padre se enteró de su afición al juego y de sus primera juergas, así que decidió concertarle un matrimonio para hacerle sentar la cabeza (el Conde de Sade se volvió bastante religioso y no quería que su hijo siguiera sus mismos pasos). La elegida fue Renée-Pélagie de Montreuil, cuya familia pertenecía a la nueva burguesía. Al principio todo fue de maravilla. Se llevaba muy bien con su esposa, que lo adoraba, y su suegra se convirtió en la madre que nunca tuvo, pero no tardó en volver a las andadas y tuvieron lugar los primeros encarcelamientos de Sade. Su suegra hacía todo lo posible por sacarlo de prisión y su esposa era tan cándida que aun sabiendo lo que su marido hacía por ahí lo defendía incansablemente (de hecho lo amaba tanto que incluso tomó parte en una de sus orgías, la más polémica de todas). Y nada más quedar en libertad Sade no tardaba en poner en marcha la siguiente orgía, con lo que el ciclo volvía a comenzar: cárcel, quedaba libre o bien se fugaba, regresaba a su castillo de La Coste donde llevaba a cabo otra bacanal, le advertían de que la policía iba a arrestarlo y volvía a fugarse. Y su suegra pasó a convertirse en su peor enemigo cuando Sade se lió con la hermana menor de su esposa, algo que jamás le perdonó (aunque su esposa sí). Pero cuando tuvo lugar el “episodio de las niñas” todo cambió para él.

Sade encarnado por Geoffrey Rush en la película Quills
Sade se llevó a La Coste a cinco chicas de 15 años, vírgenes, y a un chico de la misma edad, y la orgía duró seis semanas. No duró más porque lo que sucedió allí dentro corrió como la pólvora por toda Francia y la sociedad francesa se escandalizó de tal forma que el rey firmó una lettre de cachet (con esto el rey podía encerrarte de por vida sin necesidad de juicio, algo habitual en la época) y Sade pasó los siguientes 13 años de su vida en prisión, los primeros 8 en Cincennes y los 5 últimos en la Bastilla. Fue en esta última donde comenzó su faceta de escritor y allí escribió tres de sus obras más conocidas: “Los 120 días de Sodoma”, “Aline y Valcour” y el primer borrador de la novela “Justine”.
Luego llegó la Revolución Francesa y unos días antes de la toma de la Bastilla lo trasladaron al manicomio de Charenton, antes convento de los Hermanos de la Caridad, debido a su mala influencia sobre los demás presos y se quedó allí durante los siguientes meses, hasta que se instauró la nueva República y llegó el Terror de Robespierre y se empezaron a cortar cabezas a mansalva. Se anularon las cartes de cachet y se liberaron a los presos políticos, entre ellos el Marqués.

Retrato de la esposa de Sade
En la nueva sociedad Sade se convirtió en un ciudadano respetable y alcanzó puestos de gran responsabilidad política, pero confiado cometió el error de mostrar públicamente su opinión contra la religión. De entrada no pasó nada, pero luego la corriente cambió y se persiguió a los antirreligiosos (Robespierre consideraba a la corriente antirreligiosa como algo propio de la aristocracia), así que Sade volvió a prisión y por un pelo no le cortan la cabeza.
El reinado de Robespierre llegó a su fin cuando a éste le cortaron la cabeza con el mismo instrumento que tan popular había hecho, y Sade fue liberado. Luego llegó Napoleón y Sade publicó la novela “Juliette”, su obra más transgresora y polémica hasta la fecha, de forma anónima, claro, aunque de poco le sirvió. La sociedad francesa quedó tan escandalizada (una vez más) que Sade acabó de nuevo con sus huesos en el manicomio de Charenton, y allí pasaría los últimos 13 años de su vida.

El Marqués de Sade fue un personaje único como pocos y su biografía es apasionante. Algunas pueden ser algo lentas y pesadas, o incluso poco interesantes, pero este no es el caso. Es muy amena y está muy bien escrita, y te atrapa desde el principio. Además no se deja nada atrás y una buena prueba de ellos son sus 730 páginas. Y no le sobra ninguna. Sin duda una lectura muy recomendable si sientes curiosidad por la figura del Marqués. Yo te lo recomiendo.
Bien. En mi biblioteca tienen “La filosofía en el tocador” y yo tengo en casa “Justine”, así que ahora creo que ya estoy preparado para leerlos. Espero que pronto.

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