Me leí la biografía
de Sade en el 2002, hace ya 12 largos años (en concreto este mismo
ejemplar; lo compré, lo leí y luego lo doné a la biblioteca). El
Día de las Letras Gallegas, el 17 de mayo, hicieron en mi pueblo un
mercadillo de libros de segunda mano gratis (lo hacen todos los años
por el Día del Libro pero este año hubo que aplazarlo porque dieron
lluvia) y ahí encontré por pura casualidad un libro del Marqués,
“Justine”, una de sus obras más importantes (por importante
quiero decir polémica). Antes de leerlo quise volver a leerme la
biografía, así que lo busqué en la biblioteca pero no lo encontré.
Se lo mencioné al bibliotecario y se puso a buscarlo, pero tampoco
dio con él. Los libros que menos se prestan los guarda en un pequeño
almacén en la segunda planta, por cuestión de espacio, y lo buscó
ahí, pero nada. Una de dos, o se perdió, o alguien lo robó
(tampoco sería la primera vez), así que me quedé con las ganas.
Pero al final la Fortuna me sonrió porque unas semanas más tarde lo
encontré por pura casualidad en uno de esos expositores giratorios
de libros de bolsillo, que hay en el primer piso, algo que el
bibliotecario ignoraba porque los libros de ese expositor no los
tiene controlados. En definitiva, una buena noticia tanto para él
como para mí, y esta semana pasada me he dedicado a disfrutar de la
azarosa vida del Marqués.
Donatien Alphonse
François, el Marqués de Sade (dato curioso: el Marqués debería
haberse llamado Donatien Aldonse Louis, pero cuando las criadas lo
llevaron a bautizar se les olvidó el nombre, y acabó llamándose
Alphonse François, algo que a Sade siempre le molestó, porque por
aquel entonces el rey era Luis XV y todo el mundo quería llamarse
como él) es uno de los personajes más transgresores y polémicos de
la Historia y tiene el dudoso honor de haber dado lugar al término
“sádico”. A Sade le tocó vivir en una época muy puritana, así
que las orgías que llevó a cabo supusieron un escándalo cuando se
corrió la voz, y a causa de ellas pasó buena parte de su vida
adulta entre rejas. En esta biografía se describen detalladamente
algunas de ellas, las más escandalosas, pero tengo que decir que no
son para tanto. Sus fantasías consistían básicamente en la
flagelación y el sexo anal (que entonces era ilegal y estaba penado
con la muerte) y blasfemar contra Dios y la Virgen durante el acto
sexual (era un ateo convencido y en esa época las prostitutas eran
muy creyentes, y cuando las obligaba a blasfemar ellas se negaban y
huían despavoridas). Hoy en día, azotar y dar por culo no es nada
del otro mundo, pero puede que esto sea así gracias a que a alguien
como Sade se le ocurrió ponerlo en práctica, arriesgándose al
escarnio público. Yo me imaginaba que sus orgías serían más
impactantes y depravadas, pero no, en eso me decepcionaron un poco
(esas las dejó para sus polémicos libros). Bueno, tenía una
parafilia bastante asquerosa que consistía en que le echaran pedos
en la cara para aspirar el olor, y eso sí que da cosica.
Ruinas del castillo de La Coste |
El carácter excéntrico
de Sade así como sus obsesiones sexuales se deben, según expertos
en la materia, a la ausencia de la figura materna. Su padre era
diplomático y siempre estaba viajando al extranejro y en los
primeros 10 años de su vida apenas se vieron. Su madre siempre
viajaba con su padre para tenerlo controlado y sacarlo de apuros ( en
su juventud el Conde de Sade también fue un libertino de cuidado y
sus bacanales no tenían nada que envidiar a las de su hijo). Antes
de nacer Donatien, sus padres tuvieron una hija, que murió a los dos
años. Esto afectó mucho a la madre, que no quiso pasar por el mismo
suplicio con Donatien y se desentendió totalmente de él; apenas se
vieron unas pocas veces a lo largo de su vida. Así que lo de los
azotes y su obsesión por los culos vienen subconscientemente de ahí.
Pero no todo proviene de la ausencia de la madre. Donatien se crió
primero con su abuela materna, que se lo consentía todo, y luego con
un tío que era abad, Jacques-François de Sade. El abad era muy
libertino y por su casa pasaban mujeres constantemente y era muy dado
a fiestas, así que eso también influyó.
A oídos del Conde
llegaron los rumores de que a su hijo lo estaban malcriando así que
lo metió en una escuela jesuíta, en la que el joven Marqués lo
pasó bastante mal. Posteriormente ingresó en una academia militar y
al finalizar su inistrucción pasó a servir en el regimiento de la
Caballería Ligera de la Guardia del Rey (su prestigio era similar a
la de los mosqueteros de Dumas). Poco después comenzó la Guerra de
los Siete Años y en ella Sade destacó notablemente. Pero entonces
su padre se enteró de su afición al juego y de sus primera juergas,
así que decidió concertarle un matrimonio para hacerle sentar la
cabeza (el Conde de Sade se volvió bastante religioso y no quería
que su hijo siguiera sus mismos pasos). La elegida fue Renée-Pélagie
de Montreuil, cuya familia pertenecía a la nueva burguesía. Al
principio todo fue de maravilla. Se llevaba muy bien con su esposa,
que lo adoraba, y su suegra se convirtió en la madre que nunca tuvo,
pero no tardó en volver a las andadas y tuvieron lugar los primeros
encarcelamientos de Sade. Su suegra hacía todo lo posible por
sacarlo de prisión y su esposa era tan cándida que aun sabiendo lo
que su marido hacía por ahí lo defendía incansablemente (de hecho
lo amaba tanto que incluso tomó parte en una de sus orgías, la más
polémica de todas). Y nada más quedar en libertad Sade no tardaba
en poner en marcha la siguiente orgía, con lo que el ciclo volvía a
comenzar: cárcel, quedaba libre o bien se fugaba, regresaba a su
castillo de La Coste donde llevaba a cabo otra bacanal, le advertían
de que la policía iba a arrestarlo y volvía a fugarse. Y su suegra
pasó a convertirse en su peor enemigo cuando Sade se lió con la
hermana menor de su esposa, algo que jamás le perdonó (aunque su
esposa sí). Pero cuando tuvo lugar el “episodio de las niñas”
todo cambió para él.
Sade encarnado por Geoffrey Rush en la película Quills |
Sade se llevó a La
Coste a cinco chicas de 15 años, vírgenes, y a un chico de la misma
edad, y la orgía duró seis semanas. No duró más porque lo que
sucedió allí dentro corrió como la pólvora por toda Francia y la
sociedad francesa se escandalizó de tal forma que el rey firmó una
lettre de cachet (con esto el rey podía encerrarte de por vida sin
necesidad de juicio, algo habitual en la época) y Sade pasó los
siguientes 13 años de su vida en prisión, los primeros 8 en
Cincennes y los 5 últimos en la Bastilla. Fue en esta última donde
comenzó su faceta de escritor y allí escribió tres de sus obras
más conocidas: “Los 120 días de Sodoma”, “Aline y Valcour”
y el primer borrador de la novela “Justine”.
Luego llegó la
Revolución Francesa y unos días antes de la toma de la Bastilla lo
trasladaron al manicomio de Charenton, antes convento de los Hermanos
de la Caridad, debido a su mala influencia sobre los demás presos y
se quedó allí durante los siguientes meses, hasta que se instauró
la nueva República y llegó el Terror de Robespierre y se empezaron
a cortar cabezas a mansalva. Se anularon las cartes de cachet y se
liberaron a los presos políticos, entre ellos el Marqués.
Retrato de la esposa de Sade |
En la nueva sociedad
Sade se convirtió en un ciudadano respetable y alcanzó puestos de
gran responsabilidad política, pero confiado cometió el error de
mostrar públicamente su opinión contra la religión. De entrada no
pasó nada, pero luego la corriente cambió y se persiguió a los
antirreligiosos (Robespierre consideraba a la corriente
antirreligiosa como algo propio de la aristocracia), así que Sade
volvió a prisión y por un pelo no le cortan la cabeza.
El reinado de
Robespierre llegó a su fin cuando a éste le cortaron la cabeza con
el mismo instrumento que tan popular había hecho, y Sade fue
liberado. Luego llegó Napoleón y Sade publicó la novela
“Juliette”, su obra más transgresora y polémica hasta la fecha,
de forma anónima, claro, aunque de poco le sirvió. La sociedad
francesa quedó tan escandalizada (una vez más) que Sade acabó de
nuevo con sus huesos en el manicomio de Charenton, y allí pasaría
los últimos 13 años de su vida.
El Marqués de Sade fue
un personaje único como pocos y su biografía es apasionante.
Algunas pueden ser algo lentas y pesadas, o incluso poco
interesantes, pero este no es el caso. Es muy amena y está muy bien
escrita, y te atrapa desde el principio. Además no se deja nada
atrás y una buena prueba de ellos son sus 730 páginas. Y no le
sobra ninguna. Sin duda una lectura muy recomendable si sientes
curiosidad por la figura del Marqués. Yo te lo recomiendo.
Bien. En mi biblioteca
tienen “La filosofía en el tocador” y yo tengo en casa
“Justine”, así que ahora creo que ya estoy preparado para
leerlos. Espero que pronto.
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