Jack McGarvey, un agente de policía de Los Ángeles, resulta herido de gravedad durante un tiroteo en una gasolinera. La convalecencia es larga y ardua y Jack empieza a replantearse su futuro. Ya no se ve capaz de seguir trabajando en la calle y ve peligro en cada esquina. La ciudad está dominada por las violencia y Jack no cree que vivir en ella siga siendo seguro para él y su familia. Entonces, como si sus plegarias hubieran sido escuchadas, Jack descubre que ha heredado una casa en los bosques de Montana, así como una gran cantidad de dinero, y Jack no tarda en trasladarse allí con su mujer Heather y su hijo Toby.
Pero pronto empiezan a producirse hechos inexplicables: los animales del bosque se muestran inquietos y Toby a veces se pone como en trance, como si estuviera poseído por una extraña fuerza. Todo parece indicar que en el bosque se esconde una siniestra presencia.
Este libro me ha sorprendido gratamente en las 200 últimas páginas. De entrada parecía un libro entretenido y poco más, imaginaba que la convalecencia del protagonista abarcaría a lo sumo 2-3 capítulos pero dura hasta la mitad del libro, algo excesivo a mi modo de ver, aunque lo alterna con lo que ocurre en Montana. Pero una vez los McGarvey se trasladan a Montana la historia mejora muchísimo, adquiere un tono de auténtico terror y las páginas se pasan volando. La única pega es que me hubiera gustado saber algo más sobre eso que hay en el bosque, de dónde procede y cuáles son sus intenciones.
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