Christopher Snow tiene 28 años y padece una extraña enfermedad llamada xeroderma pigmentosum. Si se expone a cualquier tipo de luz ultravioleta (desde el sol hasta lámparas incandescentes y fluorescentes, incluso los faros de un coche) su cuerpo es propenso a desarrollar cáncer de piel y de ojos, así que tiene que vivir en la oscuridad, a la luz de las velas, y solo puede salir de casa por la noche.
La vida de Christopher no volverá a ser la misma desde la noche en que su padre, enfermo de cáncer, fallace finalmente. A su padre iban a incinerarlo pero Christopher descubre que el de la funeraria le da el cambiazo e incinera en su lugar el cadáver de un vagabundo, llevándose el cadáver de su padre para realizarle una autopsia no sabe muy bien a dónde.
Christopher destapa una conspiración que implica al dueño de la funeraria, al que conoce de toda la vida, al jefe de policía y tal vez a toda la comisaría de Moonlight Bay, que pretende mantener en secreto unos experimentos genéticos con animales, dotándolos de una inteligencia cuasi humana y en los que pudo tener mucho que ver su propia madre. Pero estos experimentos parecen haber afectado también a algunas personas, haciéndolas cambiar, y esa misma noche Christopher empieza a ser perseguido porque cometió un error y ellos saben que ha empezado a indagar y eso es algo que no piensan permitir.
Para enfrentarse a esta situación Christopher cuenta únicamente con la ayuda de su novia Sasha, su mejor amigo Bobby, y su fiel perro Orson, un perro más inteligente de lo habitual.
De entrada este libro me ha parecido un poco surrealista. A las pocas páginas de conocer al protagonista ya nos metemos de lleno en la sustitución del cadáver del padre, la conspiración, los experimentos genéticos con animales, los monos psicópatas superinteligentes, el tipo que puede hablar con los animales y su perro Orson, que es muy listo. Todo esto es muy loco y cuesto tomársela como una novela realista, pero aún así me ha gustado y me ha parecido una buena novela de suspense.
Menos las últimas 50 páginas o así toda la novela transcurre en la misma noche y esto me parece muy interesante, no deja un instante de descanso al protagonista. A los que sois lectores habituales de Koontz sabréis que esta no es la primera vez que aparecen animales inteligentes en su obra. Yo no he leído “Víctimas” pero lo conozco y aquí incluso hay una referencia, sobre cierto golden retriever.
No es hasta las últimas páginas que descubres en qué consiste el experimento y toda la conspiración que pretende ocultarlo, aunque alguna que otra cosa se queda en el aire. Espero que en el siguiente libro, “Tinieblas”, se nos revele algo más de información.
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