Y
finalmente el último libro de la saga.
Los
vardenos han pasado a la ofensiva y han comenzado a reconquistar las
ciudades en manos del Imperio más próximas a Surda. Tras tomar
Feinster, se hacen con Belatona y posteriormente Aroughs, que opone
más resistencia que las otras ciudades, pero que cae igualmente. El
plan de la reina Nasuada, líder de los vardenos, es ir
reconquistando todas las ciudades del Imperio en su camino hacia el
norte, pasar luego a Dras-Leona, la primera ciudad importante del
Imperio y finalmente dirigirse a Urû-Baen, la capital del Imperio,
donde está atrincherado el rey Galbatorix. Pero Dras-Leona supone el
primer contratiempo serio en la campaña de los vardenos. La ciudad
está protegida por un alto muro de piedra inexpugnable, pero lo peor
de todo es que allí se encuentran Murtagh, el Jinete de Dragón de
Galbatorix, con su dragón Espina, que les advierte de que si se
acercan demasiado acabará con todos ellos. Eragon sabe que un ataque
directo está abocado al fracaso, pues Murtagh es demasiado poderoso
y en su último enfrentamiento lo derrotó por los pelos, y como
mientras esté allí no pueden hacer nada, deciden posponer el ataque
hasta encontrar una forma de eludirlo, pero saben que no tienen
demasiado tiempo, porque Galbatorix podría enviar a sus tropas en
cualquier momento.
Tras
varios días en un punto muerto, Eragon y sus compañeros consiguen
llevar a cabo un arriesgado plan que les permite hacerse finalmente
con la ciudad y Murtagh no puede hacer nada para evitarlo, sin
embargo la alegría de la victoria pronto se convierte en la peor de
las noticias cuando, durante la noche, Murtagh rapta a Nasuada. Ella
era la que impulsaba a los vardenos a seguir luchando y al saberse la
noticia de su rapto empieza a cundir el desánimo entre ellos. En
caso de que a ella le sucediera algo, dejó estipulado que Eragon se
convirtiera en el nuevo líder de los vardenos y los guiara hacia la
victoria, y tras reunirse éste con los reyes de las razas aliadas
con los vardenos decide que todos continúen con el plan inicial y se
dirijan hacia Urû-Baen.
Mientras
todos van hacia la capital, Eragon parte hacia Vroengard, antaño
hogar de los Jinetes de Dragón, en busca de la Cripta de las Almas,
en la que, según una profecía, hay algo que lo ayudará a derrotar
a Galbatorix. Una vez logrado su objetivo se traslada rápidamente a
Urû-Baen con aquello que ha encontrado en la Cripta de las Almas,
uniéndose al ejército de vardenos antes de que comience el ataque a
la ciudad. Eragon les expone a sus compañeros su arriesgado plan
sobre cómo llevar a cabo el ataque a Urû-Baen, y mientras los
soldados del Imperio están distraídos luchando con el grueso del
ejército vardeno, Eragon, junto a Saphira, Arya y su escolta
personal de elfos magos, se adentran en el castillo fortificado de
Galbatorix para enfrentarse finalmente a él.
Este libro
me ha parecido un final más que adecuado para la saga. Es verdad que
le sobran bastantes de sus 800 páginas y hay algún que otro Deux Ex
Machina que me despiertan ciertas dudas, pero en general he quedado
satisfecho. Tras el enfrentamiento final con Galbatorix el libro aún
sigue durante otras 100 páginas en las que se toman las decisiones
acerca del futuro de Alagäesia y si bien el final no es del todo
cerrado, sí es esperanzador: se nombra un nuevo rey, se crea una
alianza entre todas las razas y suge una nueva Era de los Jinetes. En
lo que respecta a Eragon, la decisión que toma es triste, pero
comprensible y no cabría otra posible, al menos así lo veo yo. De
todas formas Christopher Paolini ha dicho que seguramente acabará
escribiendo algún libro más ambientado en Alagäesia, así que
puede que sepamos lo que ocurre después de “Legado”. Esperemos
que no le tome demasiado tiempo.
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