Una mujer ha
sido asesinada de una puñalada y su cadáver lo han encontrado dentro de una
maleta en un camión frigorífico. Parece otro asesinato cualquiera pero para
Nikki Heat se convierte en un asunto personal al identificar la maleta como la
de su madre, que su asesino se llevó hace 10 años. Nikki ha estado obsesionada
con su asesinato desde entonces y precisamente se hizo policía para dar con el
asesino, pero la investigación nunca la llevó a ninguna parte. Resulta obvio
que el asesino es el mismo que mató a su madre y si resuelve el actual
asesinato podrá cerrar por fin el de su madre y llevar a su asesino ante la
justicia.
El anterior
libro era todo tensión y te devorabas cada página como si no hubiera un mañana.
Conspiraciones, polis corruptos, Nikki contra las cuerdas… el mejor libro de la
serie hasta la fecha, al menos hasta que me leí “Calor helado”, que le da cien
vueltas. Como la inspectora Beckett, Nikki Heat se hizo poli a raíz del
asesinato de su madre 10 años atrás, que nunca se resolvió, y aquí finalmente
lo consigue, pero la historia es muy distinta a la de Beckett. Espías de ola
CIA, Seguridad Nacional, algo de vital importancia que la víctima escondía y
que los malos quieren a toda costa, individuos que no son lo que parecen… El
libro es tan intenso como cualquiera de los episodios de “Castle” sobre la
madre de Beckett y por primera vez te olvidas de que te estás leyendo un libro basado
en una serie de televisión y te encuentras ante una auténtica novela policial
(más bien un thriller de suspense). Richard Castle demuestra ser un escritor de
mucho talento, lástima que no sea real.
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