Esta es la segunda entrega de la trilogía zombi de Manel Loureiro. Al final de la primera, los cuatro protagonistas (un abogado de Pontevedra del que no sabemos el nombre, un ucraniano llamado Prit, piloto de helicóptero de la Xunta de Galicia, una adolescente de 17 años llamada Lucía y una monja) llegaban hasta Monte Faro, donde el ucraniano tenía su helicóptero y ponían rumbo a las islas Canarias, último punto seguro y donde dicen está lo que queda del Gobierno. Pero una vez allí nuestros protagonistas no logran dejar el peligro atrás. El gobierno de esta comunidad está bajo control militar y es verdad que allí no hay zombis pero hay una especie de guerra civil entre dos bandos, los monárquicos, que respaldan al joven Froilán (único superviviente de la Familia Real) como su rey, y los republicanos, que se niegan a aceptarlo, y cunde la desconfianza y paranoia entre sus ciudadanos.
Por si fuera poco la comunidad se está quedando sin suministros. La comida y los medicamentos empiezan a escasear y el alto mando decide enviar a un grupo de expedición a la península, al hospital La Paz de Madrid, para conseguir lo que necesitan. Los escogidos para este arriesgada misión son, cómo no, nuestros protagonistas, pues lograron sobrevivir más de un año ahí afuera, más que ningún otro.
La novela es genial. Me ha parecido una excelente continuación de la primera, con los mismos ingredientes que hicieron de aquella una de las mejores novelas del género. Peligrosas incursiones en busca de suministros, súbitos ataques de zombis, giros sorpresa... Y lo de la guerra civil entre monárquicos y republicanos me ha parecido muy divertido. ¿Os imagináis a Froilán de rey? Jaja. Y lo mejor viene al final, cuando todo parece que abana bien para nuestros protagonistas el autor nos presenta una escena de lo más perturbadora, dejándonos en ascuas. Qué ganas de leer ya el último volúmen.
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