El comisario Franck Sharko debe poner fin a sus vacaciones cuando se descubren cinco cadáveres enterrados a poca profundidad cerca de la orilla del río Sena. A todos les han serrado el cráneo y les faltan el cerebro, los ojos, los dientes y las manos. A 200 kilómetros de allí, en Lille, la teniente de la policía Lucie Henebelle recibe una llamada de teléfono de un ex-novio, que se ha quedado ciego tras ver un cortometraje antiguo de los años 50, mudo y anónimo y bastante perturbador, que le compró al hijo de un coleccionista recientemente fallecido. Como favor hacia él Lucie decide investigar el asunto por su cuenta. Tras interrogar al hijo del coleccionista y llevar a analizar la película a un experto, Lucie recibe una llamada anónima que relaciona la película con los asesinatos investigados por Sharko, y así ambos policías, que no podrían ser más distintos, se ven obligados a trabajar juntos.
Mientras Sharko viaja a Egipto a investigar unos asesinatos similares acaecidos 16 años atrás, Lucie viaja a Canadá, siguiéndole la pista a la película y descubriendo unos terribles experimentos llevados a cabo con niños huérfanos en los orfanatos del país, en los años 50.
Me compré este libro y los dos siguientes (Gataca y Atomka) cuando estaba en Círculo de Lectores. Habrán pasado casi 10 años y aún los tenía sin leer, así que decidí que ya tocaba (además en la biblioteca tienen los dos siguientes de la serie).
Debo decir que la espera ha merecido la pena. La novela me ha encantado. Es como un puñetazo directo al estómago, es muy turbia y oscura, y todo lo relacionado con la película es estremecedor. Me recordó un poco a la película "Asesinato en 8 mm", la de Nicholas Cage. Y los experimentos en los orfanatos te deja sin palabras. Hay que tener estómago para leerla. Y no hablemos del final, un giro tan terrible que te deja sin respiración y unas ganas locas de leerte ya el siguiente. Sin duda es una de las mejores novelas del género, y a partir de ahora incluiré a Franck Thilliez en mi lista de autores favoritos.
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