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viernes, 26 de abril de 2013

Viejos amigos. Capítulo 8


8. Sudamérica

-Háblame de Sudamérica-dijo Xavier un día.
Magneto se puso tenso. Xavier lo notó en su voz y también en su mente.
-¿Qué te hace pensar que he estado en Sudamérica?
-Hace cinco años impedí que un hombre se suicidara. Estaba sufriendo una fuerte depresión. Su mujer le había dejado y lo habían despedido, y ya no quería seguir viviendo.
-¿Qué tiene esto que ver con...
-Espera. Fuimos a un bar y tras un par de cervezas se le soltó la lengua. Allí me contó una historia de lo más curiosa. Siete años atrás formó parte de una organización secreta constituida por judíos que viajaban por todo el mundo buscando nazis fugitivos para llevarlos ante la justicia. Hasta la fecha habían encontrado a cuatro. Uno en España, otro en Irlanda y dos en Australia. Pero nada comparado con Sudamérica. En las Antípodas encontraron nada menos que a diez. Diez nazis viviendo como simples civiles. Dos altos mandos de Hitler, un ayudante del propio doctor Menguele y el resto ex-soldados rasos.
Magneto lo miraba con gran seriedad.
-Aquella sería la captura más importante de la historia del grupo. Tendrían que planearlo todo al milímetro. Nada podía salir mal.
Pero salió, pensó Magneto.
-La tarea de mi amigo el suicida era controlar los movimientos de los nazis, no perderlos de vista. Una noche siguió a uno de los nazis hasta un descampado, y escondido entre los arbustos presenció algo que aún años después le provocaba pesadillas.
Magneto sonrió con amargura. Sabía muy bien lo que iba a decirle.
-Los nazis formaban un círculo alrededor de un hombre, armados con pistolas y ametralladoras. Mi amigo conocía a ese hombre. Llevaba en el grupo dos años y tenía unas opiniones más radicales que las de los demás. Creía que no debían entregar a los nazis a las autoridades, sino encargarse ellos mismos de ejecutarlos por el daño que habían causado a los suyos. Era algo radical, sí, pero a mi amigo le caía bien. Mi amigo quiso hacer algo para ayudarle, pero estaba demasiado asustado para reaccionar. Y se quedó allí, observando.
Y entonces ocurrió. Los nazis vaciaron sus cargadores sobre aquel hombre y de pronto se detuvieron y empezaron a hablar entre ellos, asustados, porque las balas permanecían inmóviles en el aire. El hombre que debería haber muerto acribillado estaba de pie en el centro, con los brazos extendidos. Entonces todas las balas giraron simultáneamente e impactaron en las piernas de los nazis. Solamente en las piernas. Los nazis gritaban de dolor y se arrastraban por el suelo, pues ninguno había muerto. A uno de ellos le explotó literalmente la cabeza y de entre los sesos surgió una placa metálica que flotó en el aire unos instantes y luego cayó al suelo. Una pistola flotó hasta la mano de aquel hombre. Se agachó junto a uno de ellos, puso el cañón en la garganta del nazi y disparó. El nazi no murió inmediatamente, pero la sangre empezó a manar y este empezó a ahogarse. A otro le disparó en el estómago y tardó diez minutos en morir. A uno de los altos mandos de Hitler le disparó en los ojos. Tras alargar su agonía durante más de veinte minutos, las armas apuntaron a sus cabezas y se las volaron. El hombre se quedó observando los cadáveres, escupió en cada uno y se marchó. Después de eso mi amigo vomitó y se desmayó.
-El bueno de Ben-dijo Magneto finalmente-Nunca tuvo estómago para esas cosas.
-Tú eras ese hombre.
-No lamento lo que hice. Si pudiera retroceder en el tiempo hasta ese momento, volvería a hacerlo.
-Magnus-se lamentó Xavier-¿Por qué? Eran nazis, sí, pero esa masacre...
-Ellos mataron a Isabelle, Charles, se lo merecían...
-¿Isabelle?
-Jamás pensé que volvería a enamorarme después de perder a Magda, pero conocí a Isabelle y fue como si aquel agujero que había sentido en mi alma hasta entonces se hubiera cerrado. Ella también formaba parte del grupo y compartíamos las mismas ideas. Cuando la mataron me volví loco y quise hacérselo pagar. Y lo pagaron-dijo Magneto con rotundo odio-Después de eso abandoné el grupo.
-Y nació Magneto.
-Magneto ya existía, pero estaba aletargado. No había razón para que no despertara.
-Lamento mucho lo de Isabelle, Magnus, pero lo que hiciste... no puedo aprobarlo. Va en contra de mis principios. Es precisamente contra lo que lucho, mutantes que usan sus poderes contra los homo sapiens.
-No eran humanos, Charles, eran nazis. Monstruos.
Los dos se miraron a los ojos. Charles suspiró.
-Volvemos al tema de siempre-dijo Xavier.
-Si hubieras estado en mi lugar, ¿qué hubieras hecho? Dímelo, Charles, ¿qué hubieras hecho?
Xavier meneó la cabeza.
-Prefiero no pensarlo.
-Yo te lo diré: hubieras hecho lo mismo. Exactamente lo mismo.
-Es por cosas como esta por lo que nos odian. Y tú no haces más que fomentar ese odio. Tú y los que son como tú.
-Cálmate, Charles, te estás irritando, y ya sabes lo que pasa cuando eso sucede. Será mejor que me vaya. Ya volveré cuando estés más tranquilo.
-Sí, será lo mejor.
-Adiós, Charles.
El Vacío, pensó Xavier de pronto. Magneto quería ir al Vacío, pero, ¿por qué?
¿A quién quería ver?

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