El problema es
que probar que Waddell sí fue ejecutado y no otra persona no es tan fácil, pues
ni en el departamento de policía ni en el FBI tienen sus huellas dactilares
en sus archivos, y Scarpetta tampoco es
capaz de encontrarlas en su propio departamento. Por si no fuera poco, alguno
de sus subalternos está saboteando su trabajo, tratando de arruinar su
reputación en los medios, y no tiene idea de quién puede tratarse.
La primera vez
que leí este libro, siendo adolescente, la explicación de las huellas me
pareció algo complicada, pero al volver a leerlo ahora, siendo adulto, no ha
sido así y la he entendido a la primera, aunque es verdad que la explicación es
algo técnica. El libro está genial, me ha parecido muy bueno, aunque el final
no es tan impactante como el del libro anterior, es más bien tranquilo y se
deja cierto asunto pendiente que imagino continuará en el siguiente libro. Me ha
encantado que volviera a aparecer Lucy, la sobrina de Scarpetta, que estuvo
ausente en el segundo libro y en el anterior solo sale en una conversación
telefónica, pero me chocó ver que ya tiene 17 años. En el primer libro tenía 10
y yo suponía que entre cada libro transcurría un año (del primero al segundo es
así), así que la única explicación posible es que entre el segundo y el tercero
y entre el tercero y el presente libro hayan pasado varios años (por lo que sé,
entre “Cruel y extraño” y el siguente libro pasan 4 años). Es eso o un lapsus
de la autora, y prefiero pensar que no es esto último.
En fin, calculo
que dentro de poco me pondré con el siguente libro, “La granja de cuerpos”.
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