La doctora
Scarpetta debe investigar la muerte de un hombre cerca de su propia
casa, que se desplomó cuando paseaba a su perro por el parque.
Aparentemente el fallecido sufrió una arritmia, pero utilizando la
última tecnología en escáneres tridimensionales Scarpetta descubre
que sus órganos están totalmente destrozados, como si hubiera
estado expuesto a algún tipo de radiación.
Por su parte
Benton Wesley también tiene entre manos un caso difícil. Johnny
Donahue, un estudiante de Harvard y paciente de su hospital
psiquiátrico, que sufre Asperger, ha confesado haber matado a un
niño de seis años con una pistola de clavos, pero Benton cree que
la confesión es falsa.
Es agradable
comprobar que después de 16 libros Patricia Cornwell aún consigue
sorprender al lector. Durante la mayor parte del libro todas las
pistas apuntan a un mismo sospechoso de ser el asesino (algo que
personalmente no me agrada por ser quien es), pero en los últimos
capítulos se produce un giro inesperado en la investigación que no
te podías imaginar y esas sospechas iniciales reciben su
explicación, aunque ese primer sospechoso tampoco es que quede
exonerado del todo (algo que me entristece).
Como los libros
anteriores este es de fácil lectura y una vez que te sumerges en él
se te pasa volando.
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