Los abogados penalistas andan flojos de trabajo este año por causa de la recesión, así que para no quedarse sin trabajo Michael Haller se ha pasado al derecho civil, especializándose en defensa contra las ejecuciones hipotecarias. Pero uno de sus casos da un giro inesperado: su clienta, Lisa Trammel, es acusada de asesinar al director del banco que la iba a desahuciar.
He encontrado este libro un pelín largo. Los libros de Connelly suelen andar entre las 300-400 páginas (la excepción, “El poeta”, de más de 600 páginas), aunque alguno de Michael Haller se acerca a las 500, pero este va un poco más allá. Personalmente creo que lo ideal es que las novelas de este género no pasen de las 500 páginas, porque entonces empieza a hacerse un poco pesado.
Sobre la novela en sí decir que me ha gustado mucho. Toca un tema de bastante actualidad como son los desahucios y los fraudes hipotecarios y pese a lo extenso que es, casi todo el libro se ocupa de la preparación del juicio y del juicio en sí mismo. La acusada, que parece ser inocente, no cae demasiada bien y es una manipuladora, casi se merece lo que le está pasando y Michael Haller, que es el bueno, no tiene moral ninguna y hace lo que sea para ganar el juicio, manipulando al jurado en su favor y poniendo en marcha maniobras que rozan la ilegalidad. Después de leer este libro me cuesta fiarme de cualquier abogado. Por eso prefiero a los abogados de Grisham, al menos con él sabes que los buenos son realmente buenos.
Y en las últimas páginas se produce el esperado giro argumental, en el que encajan todos los puntos y que es bastante sorprendente. En definitiva, una muy buena novela judicial que nada tiene que envidiar a las de John Grisham.
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