Herman Melville es el autor de uno de los grandes clásicos de la literatura universal, “Moby Dick”. Pero como muchos autores de su generación, Melville murió en la miseria y cuando publicó “Moby Dick” el libro pasó bastante desapercibido. No fue hasta después de su muerte que se convirtió en un clásico.
Dos años después de haber escrito “Moby Dick” (1853), Melville escribió “Bartleby, el escribiente”, otro clásico suyo, el cual está considerado uno de los precursores del existencialismo y de la literatura del absurdo. ¿Por qué? Bueno, pues porque Bartleby es un vago del copón. Hasta ahora, el protagonista de “La conjura de los necios” era el personaje más vago e inútil con el que me había topado, un tipo vago, vago, pero al lado de Bartleby es el empleado del mes.
Bartleby empieza a trabajar de escribiente en un pequeño bufete, copiando documentos y tal. Un día su jefe le pide que le ayude con un asunto, y él le responde “preferiría no hacerlo”, y sigue haciendo su trabajo. El jefe se queda un poco descolocado pero no le da importancia y sigue a lo suyo. Pero a medida que pasan los días la cosa va a peor. Bartleby empieza a decir “preferiría no hacerlo” a todo lo que le pide su jefe, hasta el punto de dejar de hacer su trabajo. El jefe lo despide, pero Bartleby se niega a irse y se queda allí en la oficina, con la mirada clavada en la pared, sin realizar tarea alguna en todo el santo día, como su fuera un mueble más. Al jefe le da pena y no es capaz de echarlo ni de llamar a la policía, así que decide trasladar su bufete a otra parte. El lugar se convierte en una casa de huéspedes y Bartleby sigue igual, negándose a irse, y hartos de la situación los huéspedes acuden a su ex-jefe (que es el narrador) para que trate de convencerlo de que se marche. Éste lo intenta, pero sus palabras caen en saco roto y Bartleby es arrestado por vagabundo y enviado a prisión. Sobre decir que la cosa no acaba bien para Bartleby.
Este relato me ha resultado bastante desconcertante y el personaje de Bartleby me ha chocado desde el principio, porque no hay ninguna explicación para que empiece a comportarse de esa forma. El tipo es bueno en su trabajo, y así por las buenas sale con eso de “preferiría no hacerlo”, y cada vez va a más. Al final del relato Melville trata de dar una explicación al modo de ser el personaje, pero a mí no me convence mucho. Eso sí, entiendo lo del existencialismo. Bartleby es un personaje muy enigmático del que no se sabe nada. No sabemos si tiene familia o aficiones, lo único que lo ata al mundo es el trabajo, y al renunciar a él es como si renunciara a la propia vida, y eso te hace reflexionar.
Ojalá me lo hubieran puesto en el colegio y no los espesos libros de Cervantes. Habría sido una lectura mucho más amena y entretenida. Y breve.
A pesar de tener más de 150 años es un libro fácil de leer y me ha gustado mucho, así que si lo veis en la librería o en vuestra biblioteca, no dejéis pasar la oportunidad. No os arrepentiréis.
¡Y no me digáis “preferiría no hacerlo”!
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