En esta novela corta John Grisham vuelve a
alejarse de su género habitual de thrillers judiciales para
presentarnos una historia intimista y muy emotiva. Hace 15 años
Neely Crenshaw alcanzó la gloria con el equipo de fútbol de su
instituto, el Spartan, y se le auguraba un gran futuro como
quarterback, pero una lesión de rodilla truncó su carrera. Ahora
regresa a su pueblo natal porque Eddie Rake, el entrenador que los
llevó a lo más alto, tiene cáncer y está en las últimas. Eddie
Rake fue el entrenador del equipo durante 34 años y en ese tiempo
consiguió 400 victorias, 13 títulos estatales y un récord de 84
victorias consecutivas, el equivalente a 7 temporadas sin sufrir una
sola derrota, pero con sus jugadores era un auténtico dictador y las
sesiones de entrenamiento eran todo un infierno. Durante un partido
trascendental en el que iban perdiendo por un amplio margen, Rake y
Neely llegaron a las manos y éste prometió cuando se fue que no
regresaría a Messina mientras Rake siguiera allí, aunque al final
ha acabado rompiendo su promesa.
Neely se reencuentra con viejos amigos y
compañeros de equipo así como con veteranos que alcanzaron la
gloria décadas antes que él, se reúnen todos en las gradas del
campo de fútbol, se ponen al día y rememoran sus grandes momentos
con el equipo, a la espera de que les anuncien la inevitable muerte
del entrenador.
Me encantan tanto los thrillers judiciales de
Grisham como los que no lo son, porque lo que me atrae no son los
libros en sí, sino su forma tan amena de escribir, que te engancha
desde la primera página; yo sería capaz de leerme hasta su lista de
la compra. A mí me gustan mucho esas historias donde el protagonista
vuelve a su pueblo y se reencuentra con sus amigos del colegio, o de
la universidad y resuelve algún conflicto que había quedado en el
aire desde entonces, redimiéndose durante el desarrollo de la
historia, así que esta novela corta me ha parecido genial.
En sus novelas judiciales Grisham consigue que
entiendas fácilmente los términos legales más complejos, pero
cuando se aparta de su género logra que te emociones (o te rías)
como si siempre hubiera escrito ese tipo de libros. Tengo que
confesar que en las últimas páginas casi se me escapó alguna
lagrimilla, pero es que es imposible no hacerlo, hasta ese punto
llega el talento de este señor. Además el libro habla mucho sobre
fútbol americano, deporte que no entiendo mucho, pero pese a ello
Grisham logra transmitirte esa emoción que siente todo gran
aficionado, con la grabación del mítico partido que casi puso punto
y final a la racha de victorias de los Spartans, pero que
milagrosamente consiguieron ganar. Te sientes con el corazón en un
puño. Lo malo es que solo tiene 170 páginas y se te pasan volando.
Pero de todas formas ha sido una lectura maravillosa. ¡No te lo
pierdas!
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