Tom Ripley conoce a un muchacho americano llamado
Frank Pierson que lleva varias semanas en Villeperce y al que ha
visto rondando por delante de su casa en un par de ocasiones. El
padre de Frank era un magnate de la industria alimentaria que llevaba
años en silla de ruedas y murió hace cosa de un mes al despeñarse
por un precipicio cerca de su mansión. La versión oficial es que
fue un accidente, aunque también se barajó la posibilidad de un
suicidio, pero Frank le confiesa a Tom la verdad: que él empujó a
su padre. El ama de llaves afirmó haberlo visto haciéndolo, pero
desde la casa no era posible que lo viera y todos lo creyeron cuando
negó haberlo empujado. Poco después se marchó sin decirle nada a
nadie y se presentó en Paris en busca de Tom Ripley, pues su padre
mencionó alguna vez su nombre a raíz del asunto Derwatt (su padre
tenía uno de sus cuadros colgado en el salón) y Tom supone que
también oyó alguna de las historias que circulan sobre su
turbulento pasado (Dickie Greenleaf y el asunto de Thomas Murchison).
Tras pasar la tarde con Frank lo lleva en coche
hasta la casa donde se hospeda y allí ve a dos tipos bastante
sospechosos vigilando la casa, que se marchan cuando ellos llegan y
que han estado preguntando por él. Al ingenuo de Frank no se le ha
pasado por la cabeza que, dado el alto estatus social de su familia y
su actual condición de desaparecido, es un candidato perfecto para
ser secuestrado, así que Tom lo invita a pasar unos días en su
casa, sin decirle a su esposa quién es realmente, claro (la muerte
de su padre y su posterior desaparición han salido en la prensa).
Tom lleva a Frank a Paris para hacerse una foto para su nuevo y falso
pasaporte y allí, cerca de la embajada americana, ven al hermano
mayor de Frank con el detective que su familia ha contratado para dar
con él. Frank lo último que quiere es encontrarse con ellos y menos
volver aún a casa, así que Tom se lo lleva de viaje por Europa,
tras sacarle la promesa de que al final volverá a casa.
Van a Berlín y luego a Hamburgo, donde vive su
socio Reeves Minot, y allí, en un despiste de Tom, Frank es
secuestrado. Tom decide no avisar a la policía para no verse
implicado y se pone a buscarlo por su cuenta y riesgo.
De los cuatro libros leídos de la serie de Tom
Ripley este es quizás el más flojo. El libro no es malo. Todo lo
referente a la muerte del padre de Frank y el shock emocional del
chico es muy interesante, así como su secuestro y todas las
maniobras que hace Tom para dar con él, y el desenlace en la mansión
Pierson es algo del todo inesperado, pero también tiene partes algo
lentas en las que parece no pasar nada relevante (Tom invitando a
Frank a comer, haciéndole de guía o simplemente conversando). De
todas formas son apenas 300 páginas y se leen bien.
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