“La pirámide roja” es la
primera entrega de “Las crónicas de los Kane”, una trilogía
centrada en la mitología egipcia protagonizada por los hermanos
Carter y Sadie Kane.
Carter
y Sadie son hijos del reputado arqueólogo Julius Kane. Su madre
murió hace unos años y sus abuelos maternos lucharon con Julius
para hacerse con la custodia de Sadie, algo que él acabó aceptando
a regañadientes, así que ambos hermanos solo se ven dos veces al
año, una en verano y otra en invierno, algo que a Carter le parece
ideal.
En
esta ocasión Julius lleva a sus hijos al Museo Británico para poder
estudiar la Piedra de Rosetta, pero su verdadero motivo es muy
distinto y peligroso: liberar al dios Osiris para que le devuelva la
vida a su esposa. A diferencia de los dioses griegos, los dioses
egipcios necesitan poseer un cuerpo humano para poder estar en
nuestro mundo, y varios de ellos están encerrados en objetos
mágicos, y la Piedra de Rosetta es uno de estos objetos. Pero allí
no estaba únicamente Osiris, sino también otros cuatro dioses (Set,
Horus, Isis y Neftis), de los cuales el peor de todos es Set, el
Señor del Caos, que lo primero que hace es encerrar a Julius en un
sarcófago y enviarlo al Inframundo.
Del
caos que se produce en el museo inmediatamente, Carter y Sadie son
rescatados por su misterioso tío Amos, al que jamás habían visto
hasta ahora, que los lleva a un lugar seguro y les revela la
auténtica historia de su familia y qué es lo que han presenciado
esa noche.
Amos
y Julius son hechiceros que descienden de los mismos faraones y su
madre también descendía de ellos, así que la sangre de Sadie y
Carter es doblemente poderosa. Amos forma parte de algo llamado “La
Casa de la Vida”, una organización secreta de hechiceros
descendientes de los faraones cuya labor es asegurarse de que los
dioses permanecen encerrados y no vagan libres por la Tierra. Los
padres de Carter y Sadie también eran miembros, pero Julius fue
expulsado cuando él y su esposa liberaron a la diosa Bast de su
prisión, proceso que causó la muerte de su madre.
Por
otro lado, Set supone una amenaza más grave de lo que podrían
imaginar. Set está construyendo una inmensa pirámide roja que, una
vez acabada, le permitirá canalizar su poder y crear una terrible
tormenta que arrasará el planeta. Así que Sadie y Carter disponen
de cinco días para rescatar a su padre, detener a Set y desterrarlo
a la Duat, el mundo mágico en el que viven los dioses que se
encuentra por encima del nuestro. Pero hacerlo no será tarea fácil,
pues necesitan una pluma de la Verdad, que solo se encuentra en el
Inframundo, y conocer el nombre secreto de Set, que solo conocen él
y su esposa Neftis.
No
las tenía todas conmigo cuando empecé esta trilogía. La de Percy
Jackson es una saga mítica y empezar con una trilogía nueva, sobre
mitología egipcia, con nuevos personajes, empezando de cero, dudaba
de que fuera a estar al mismo nivel. Pero me alegra haberme
equivocado, porque esta trilogía es tan buena como la de Percy. El
libro te engancha desde las primeras páginas y resulta imposible
parar de leer. Está narrado en primera persona por Carter y Sadie
alternándose cada dos capítulos o así, y es muy divertido porque a
veces se ponen a discutir sobre cómo pasó tal cosa y se corrigen un
detalle aquí y otro por allá.
El libro es pura aventura, con
peleas épicas y magia, y como pasaba con las otras sagas, aprender
mucho sobre los dioses egipcios. Yo casi no sabía nada al respecto,
así que resulta muy instructivo. Lo que menos me gusta es que Rick
Riordan convierta a Anubis en el interés amoroso de Sadie. ¿El dios
de la Muerte convertido en adolescente? ¿En serio? En fin, el libro
va dirigido al público que va dirigido, así que hay que aguantarse.
Obviando esto, el libro está genial y es muy recomendable.
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