Ayla y Jondalar
abandonan a los Mamutoi y prosiguen su viaja hacia el oeste, rumbo al hogar del
zelandonii, donde se unirán en matrimonio. Pero su objetivo está a un año de
distancia y mientras recorren el continente irán encontrándose con muy diversas
tribus, algunas de las cuales verán con extrañeza y temor que ambos vayan en
compañía de dos caballos y un lobo.
Tengo que decir
que este libro se me hizo muy cuesta arriba. La mayor parte tiene un ritmo muy
lento y solo se pone interesante cuando Ayla y Jondalar llegan a algún poblado
y traban amistad con sus habitantes. Además el libro vuelve a tratar temas que
ya se tocaron en entregas anteriores y que ya parecían zanjados, como la pena
de Ayla por no volver a ver a su hijo, sus ideas sobre la concepción de los
hijos, el temor a que el pueblo de Jondalar no la acepte, etc, y se vuelve algo
repetitivo. Así es que en mi opinión le sobran muchas páginas. De los cuatro
libros de “Hijos de la Tierra” releídos hasta ahora este es el más largo pero
también el más soporífero. Pero soy yo el que decidió leerse de nuevo la serie
desde el principio y lo que no puedo hacer es saltármelo solo porque sea un
tostón. En fin, lo peor ya ha pasado y ahora estoy un libro más cerca del
final.
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