Hartos de la
vida en la ciudad una pareja (Mike músico, Midge ilustradora) decide
trasladarse a la campiña inglesa y se compra una casa en el pueblo de Cantrip,
en una zona bastante apartada rodeada de árboles. La casa pertenecía a una
anciana llamada Flora Chandean, que tenía cierta fama de curandera y al poco de
trasladarse empiezan a percibir que pasan cosas raras. La casa, “Gramarye”,
parece estar dotada de algún tipo de magia porque la creatividad de ambos se
dispara, las heridas se curan de un día para otro y los animales del bosque
acuden a “Gramarye” a que les den de comer. Pero no todo es maravilloso en la
casa. Mike escucha extraños ruidos por la noche y descubre que docenas de
murciélagos han anidado en el ático (aunque la primera vez que los vio juraría
que eran cientos) y una extraña secta quiere echarlos de “Gramarye” para
apropiarse de ella y hacerse con su poder.
Los dos libros
anteriores que leí de James Herbert los encontré un poco lentos (al menos
algunas partes), pero eso no ha pasado con este libro. Lo he encontrado más
fácil de leer, de ritmo bien llevado y prosa cercana y directa. La historia me
ha gustado y me ha parecido muy interesante, me ha recordado un poco a
Amytiville, salvo que la casa no está poblada de fantasmas y el protagonista no
se vuelve loco. Lo único que desentona es la horrible portada, que por cierto
no tiene nada que ver con el libro sino que corresponde a una película de serie
B de 1988 titulada “El piso número trece”.
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