El pequeño bufete de
“Finley & Figg” cuenta únicamente con dos abogados en su
plantilla, que son sus dueños, Oscar Finley y Wally Figg. Se conocen
desde hace 20 años y su relación es como la de un viejo matrimonio
que se limita a soportarse el uno al otro. El bufete se ocupa
básicamente de accidentes de tráfico, divorcios y testamentos y
ambos se dedican a perseguir a las ambulancias y a pulular por los
pasillos de los hospitales a la caza de nuevos clientes.
David Zinc es un joven
abogado que tras trabajar durante 5 años en un prestigioso bufete,
un día se derrumba, lo abandona y se mete todo el día en un bar,
emborrachándose. Al final del día acaba frente a “Finley &
Figg” por casualidad y les pide trabajo. Al principio pasan de él,
pero al ver cómo defiende con uñas y dientes a un posible nuevo
cliente, víctima de un accidente de tráfico, de un abogado de la
competencia, deciden contratarle.
Entonces les llega el
caso de sus vidas, una demanda conjunta contra una gran empresa
farmacéutica por uno de sus medicamentos, el Krayoxx, un medicamento
que reduce el colesterol pero que también provoca infartos y
arritmias, y ya han muerto ocho personas. El problema es que David no
ha pisado un juzgado en su vida y Oscar y Wally hace mucos años que
no lo hacen y no tienen ningún tipo de experiencia en este tipo de
casos. Pero a pesar de ellos no piensan dejar escapar esta
oportunidad de forrarse.
El nuevo libro de
Grisham ya ha salido y yo aún tenía pendientes los dos anteriores,
así que decidí ponerme con ellos estos días. Hacía ya tiempo que
no me leía un libro de Grisham puramente de abogados, con juicios y
demás, y este me ha gustado mucho. Para mí sus mejores libros son
los que van contra el sistema y critican a las grandes corporaciones
(las tabacaleras en “El jurado”, la pena de muerte en “La
confesión”, las compañías de seguros en “Legítima defensa”,
etc) y este está entre ellos.
El libro critica a las
farmacéuticas que ganan miles de millones con sus fármacos, a
sabiendas de que algunos de ellos tienen graves efectos secundarios
para la salud y que a pesar de ello siguen en circulación, porque,
la pasta es la pasta.
Aparte del aspecto
judicial, el libro tiene altas dosis de humor y las primeras cien
páginas son muy divertidas. Oscar y Wally desprenden mucho cinismo y
tienen el sentido de la ética enterrado bajo kilos de hormigón, y
me recordaron mucho a los abogados con los que trabajaba el
protagonista de “Legítima defensa”.
En definitiva, que el
libro es muy bueno y contiene alguna que otra sorpresa bastante
interesante.
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