Aunque parezca otra novela policiaca de P. D. James en realidad es un libro de no ficción. La autora nos habla aquí sobre un caso real que conmocionó a la opinión pública a principios del siglo XIX, uno de los mayores misterios de la historia criminal inglesa.
En diciembre de 1811 siete personas pertenecientes a dos familias, fueron asesinadas brutalmente con una diferencia de doce días, incluyendo a un bebé de cuatro meses, con un mazo de hierro las primeras cuatro víctimas y una barra de hierro las restantes. El principal sospechoso fue un marinero llamado John Williams, que fue detenido y encarcelado de inmediato, pero antes de empezar el juicio Williams se ahorcó en su celda. ¿Pero era Williams realmente el asesino o tan solo fue un chivo expiatorio?
P. D. James reconstruye los crímenes a partir de los artículos escritos en los periódicos de la época y los testimonios de los testigos durante el juicio, y lo hace de forma impecable.
En esa época aún no había policía metropolitana (de hecho se creó tras el caso, a raíz de la indignación y protestas del pueblo), solo guardias que patrullaban por las noches, generalmente hombres mayores, o patrullas vecinales, no había métodos actuales como el análisis del ADN o identificación de huellas dactilares, así que se cometieron muchos errores durante la investigación. Ésta estaba a cargo de los magistrados, que ostentaban el poder de la ley, pero estos preferían cerrar el caso cuanto antes para tranquilizar al populacho antes de descubrir la verdadera identidad del asesino.
Entre el pueblo cundió el pánico, todo el mundo temía ser la siguiente víctima, y se arrestaron a muchos sospechosos solo por parecerse a las dos figuras que los testigos vieron huir de las escenas de los crímenes (uno alto y el otro bajo y con una ligera cojera), o por tener una camisa con manchas de sangre o los pantalones embarrados. También se produjeron disturbios en las calles y ataques de odio contra portugueses e irlandeses, pues ningún inglés habría sido capaz de llevar a cabo tal atrocidad.
El caso estuvo terriblemente mal llevado, se cometieron muchos errores y se ignoraron o descartaron pistas que pudieron llevar a alguna parte y las pruebas contra Williams eran meramente circunstanciales. Así puesto pudo haber sido cualquiera. De hecho nisiquiera sabemos qué motivos pudo tener Williams para asesinar a esas siete personas (tampoco sabemos si realmente se suicidó).
Yo no conocía este caso, pero mientras lo leía no cabía en mí de indignación ante los terribles errores que se cometieron en la investigación.
El libro está estupendamente escrito y es muy recomendable. Un 10.
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