Donald Westlake
(1933-2008) está considerado como uno de los grandes autores de
novela negra y bajo diferentes seudónimos escribió como 100 novelas
(claro que si son tan extensas como esta no parece algo tan
descabellado). En 1962 escribió esta novela bajo el seudónimo de
Richard Stark y la idea inicial era que su protagonista, un ladrón
llamado Parker, fuera un personaje de un solo libro, pero a la
editorial Pocket Books le gustó el personaje y le preguntaron si
podía cambiar el final (inicialmente las cosas no acababan demasiado
bien para Parker) y si podría escribir dos o tres libros al año, y
Westlake les dijo que sí, que claro, y 46 años más tarde la serie
llegó a la nada despreciable cantidad de 24 libros.
“A quemarropa”
(cuyo título original es “The hunter”, o sea, “El cazador”)
ha sido adaptado en dos ocasiones, la primera en 1967 con Lee Marvin
y la segunda en 1999, que es la que yo vi, con Mel Gibson de
protagonista, Payback, aunque no la pusieron demasiado bien.
Unas semanas atrás “El
País” empezó a sacar una colección de clásicos de novela negra
a 2 euros, de la que solo conocía tres títulos: “El halcón
maltés” de Dashiell Hammett, “El asesino dentro de mí” de Jim
Thompson y el presente libro. El primero lo tienen en mi biblioteca,
así que pasé de comprarlo; el segundo quise cogerlo porque Jim
Thompson me encanta, pero se me pasó la fecha (y eso que la apunté)
y éste lo busqué en la biblioteca a ver si lo tenían, y resultó
que sí.
Como mencioné antes,
Parker es un ladrón y se gana la vida dando grandes golpes,
atracando bancos y tal. Hace diez meses un tipo llamado Mal Resnick
se puso en contacto con él para hablarle de un nuevo golpe. Iba a
tener lugar una venta ilegal de armas y lo que Mal pretendía era
robarles la pasta, unos 90.000 dólares, que se repartirían a partes
iguales. A Parker le sedujo la idea y contrataron a un par más de
tipos que ya habían trabajado con él con anterioridad para
ayudarles a dar el golpe. La cosa fue bastante movida y hubo muchos
disparos y corrió la sangre, pero consiguieron hacerse con el botín
sin problemas.
A Parker Mal no le caía
nada bien, creía que era el típico tío que enseguida se va de la
lengua y al que el dinero no le dura ni dos días, así que decidió
cargárselo y quedarse con los 90.000 pavos, pero antes de poder
hacerlo fue Mal quien lo traicionó, haciendo que su propia mujer le
disparase. Afortunadamente la bala le dio en la hebilla de cinturón
y las otras en la pared, y se hizo el muerto consiguiendo engañarles
(aunque sintió tal dolor que realmente creyó que le habían dado) y
ahora ha decidido buscar a Mal para vengarse y recuperar de paso su
parte del botín, pero no será una tarea fácil pues Mal ocupa ahora
un puesto destacado dentro de una organización mafiosa y está bien
protegido.
Yo conocía a Donald
Westlake de oídas por Stephen King. El autor de Maine no tiene pelos
en la lengua y cuando le gusta un escritor lo pone por las nubes, y
cuando no pues lo pone a parir. King siempre ha admirado a Westlake y
de hecho le dedicó el de “Joyland” aunque ya hacía 5 años que
había muerto. En esto tengo que darle la razón al señor King, sin
duda es uno de los mejores autores del género. Más que una novela
esta es una novela corta, apenas 150 páginas, pero es muy intensa y
tiene un ritmo de infarto, y Parker es todo un tipo duro que no se
achanta ante nada ni nadie, y no necesita un arma para cargarse a
alguien, le bastan sus granes y fuertes manos. En definitiva, que
Donald Westlake va a pasar a formar parte de mi lista de favoritos y
si puedo me leeré más libros suyos.
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