Me he leído todos los libros de Michael Connelly
menos los tres últimos y de hecho me los he leído dos veces solo
para hacer la correspondiente reseña y de paso refrescar la memoria.
En total me quedan por reseñar tres o cuatro libros suyos, así que
por eso me he vuelto a leer este libro. Por eso y porque cuando vi la
película tenía en mente la historia del que le sigue, “El
veredicto”, y la de éste la tenía medio olvidada, y así pues
refresqué la memoria.
“El inocente” (cuyo verdadero título es “The
Lincoln Lawyer”, o sea, “El abogado del Lincoln”) es el primer
libro de la nueva serie de Michael Connelly (nueva, nueva, no; el
libro es de hace 5 años. Pero si la comparamos con la de Harry Bosch
sí lo es, la de Bosch lleva 16 mientras que esta lleva 3 o 4) y está
protagonizado por el abogado defensor Michael Haller. Los que sois
fans de Connelly seguro os sonará este nombre. Sí, así se llamaba
el padre de Harry Bosch y por lo tanto, Michael Haller es su
hermanastro. Haller se gana la vida defendiendo a drogadictos,
traficantes y prostitutas, pero un día llega a sus manos un caso
importante; Louis Roulet, perteneciente a una familia adinerada, es
acusado de agresión e intento de asesinato de una joven actriz,
aunque él insiste en su inocencia y que todo es una encerrona.
Haller, que nunca ha tenido un
cliente realmente inocente, empieza a creer a Roulet, y envía a Raul
Levin, su investigador privado particular, a investigar
concienzudamente el asunto. Gracias a su ayuda Haller descubre
información que su cliente le ha ocultado y que no le hace parecer
tan inocente como en un principio parecía, y hasta es posible que
Roulet esté relacionado con un caso que llevó dos años atrás…
Aquí Connelly le pisa el terreno a
John Grisham y se mete en el mundillo de los abogados, aunque no es
del todo un thriller judicial como los de Grisham. Sigue siendo
novela policiaca, pero en vez de estar protagonizada por un inspector
de Homicidios (que hace las cosas más fáciles, lo está por un
abogado.
El libro tarda un poco en arrancar.
El caso Roulet avanza despacio y en las primeras ciento y pico
páginas no parece ocurrir gran cosa y solo vemos a Haller
defendiendo casos sin importancia, traficantes, prostitutas y
moteros, aunque más adelante descubrimos que estos casos también
hacen su pequeña aportación a la trama principal y además nos
muestran qué tipo de abogado es Haller. Lo cierto es que pese a que
es el protagonista no es ningún santo. A él no le importa si su
cliente es culpable o inocente, sino si las pruebas pueden demostrar
si es culpable o inocente, y no siente ningún arrepentimiento al
exprimirle a su cliente hasta el último centavo, aunque sea
engañándole (por ejemplo, le dice a un cliente que necesita 10.000
dólares para traer a un experto fotógrafo de no sé dónde, cuando
en realidad dicho fotógrafo no existe). En este aspecto recuerda
bastante a Saúl Goodman.
Eso sí, si hay algo con lo que no
puede es la idea de no reconocer la inocencia cuando la tiene
delante, de meter entre rejas a un hombre inocente sin saberlo. Y eso
lo quita el sueño.
El libro es muy bueno, tarda un poco
en arrancar, pero una vez entra en materia te engancha igual que con
el resto de sus libros. Lo único que me fastidia un poco es esa
manía que hay aquí en España de cambiar el título por otro que no
se la parece en nada, porque en este caso, por ejemplo, al cambiar
“El abogado del Lincoln” por “El inocente” ya te destripan el
meollo de la novela (no es hasta las casi 200 páginas que descubres
que hay un inocente en prisión). No sé qué cuesta hacer una
traducción literal, joder.
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