En la Escuela de Enfermeras del hospital John Carpendar aparecen muertas dos estudiantes de tercer año con una diferencia de dos semanas. El 12 de enero la señorita Pearce hace de paciente en una práctica que consiste en suministrar alimento por sonda gástrica. Le introducen el tubo y empiezan a envíar leche directamente a su estómago cuando comienza a sufrir convulsiones y poco después fallece. La policía cree que la leche pudo ser adulterada y poco después descubre que falta una botella de desinfectante.
El 28 de enero la señorita Fallon aparece muerta en su habitación. Ella solía beber un vaso de whisky y parece que alguien envenenó la bebida. Lo curioso es que Fallon es quien debía hacer de paciente el 12 de enero, pero la noche antes se puso enferma, así que todo parece indicar que ella era el objetivo desde el principio.
El superintendente Adam Dalgliesh, de Scotland Yard, se hace cargo de la investigación de ambas muertes.
Le he cogido el gusto a P. D. James después de muerta y ya me he leído unos cuantos libros suyos desde entonces. Este no me ha gustado tanto. No sé si es debido a que el ejemplar es viejo o al tipo de letra, pero me pareció algo lento, al menos en el primer tramo. El libro se puso más interesante cuando empiezas a descubrir cosas sobre las víctimas, pero sobretodo en la resolución del caso. El móvil es toda una sorpresa, jamás se te habría pasado por la cabeza, y en las últimas páginas, cuando todo parece resuelto, hay un giro más.
Es entretenido pero no el mejor de la autora.
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