Esta serie del 2006
retoma las aventuras del personaje de la Marvel que encarnó Wesley
Snipes en el cine, y sabemos que sigue tras las películas y no es un
reboot por dos cosas: Whistler no está presente (murió en la
tercera película) y hay algunas referencias a los federales acólitos
de vampiros de la misma película.
La serie arranca cuando
una mujer, Krista, veterana de la guerra de Irak, regresa a casa de
la guerra y recibe la noticia de que su hermano pequeño Zack ha
muerto en un tiroteo. Zack siempre estuvo metido en asuntos de bandas
y pandilleros, pero ya llevaba un tiempo alejado de todo eso. Al
identificar su cuerpo le descubre un extraño tatuaje (el glifo de
una Casa vampírica) y al ponerse a investigar su camino se cruza con
el de Blade.
Aquí el malo es un
hombre llamado Marcus, un millonario filántropo que siempre sale en
los medios, inaugurando edificios, acudiendo a galas benéficas y
tal, pero en realidad es un vampiro y está llevando a cabo algún
proyecto ultrasecreto. Resulta que Zack trabajaba para Blade y se
había infiltrado en la organización de Marcus para averiguar todo
lo posible sobre dicho proyecto, pero lo descubrieron y por eso lo
mataron.
Krista se ofrece a
ocupar el lugar de su hermano y acercarse a Marcus para descubrir lo
que está haciendo, y Blade accede, pero Marcus la descubre enseguida
y la muerde, convirtiéndola en vampiro. Pero Blade le suministra su
suero, que anula su sed de sangre y la utiliza de infiltrada como
hizo con su hermano.
Los responsables de
esta serie son dos pesos pesados del mundillo: David S. Goyer,
guionista de las películas de Blade, de la trilogía de Batman de
Nolan y de Man of Steel, y Geoff Johns, uno de los mejores escritores
de cómics de todos los tiempos (sus historias son las que le dan
vidilla a la DC Comics). Este es uno de los pocos puntos a favor de
la serie, porque nada de lo que hagan estos dos fenómenos puede
estar mal. La temporada es bastante entretenida y los efectos están
a la altura de los de las películas, pero el que hace de Blade no me
gustó nada. No sé a quién se le ocurrió darle el papel a un
rapero que tiene de dotes interpretativas lo que yo de ingeniero, y
que encima es calvo, y eso desluce mucho.
Pero al final ya sabes,
corrió la misma suerte que otras muchas series, que sufrió un
fuerte bajón de audiencia y la cancelaron dejándole un final
abierto. Yo eso ya lo sabía cuando me puse a verla, es que hay veces
que se me mete en la cabeza ver una serie que sé que está cancelada
y sin final y no puedo evitarlo, aunque al final acabe tirándome de
los pelos. Pero bueno, al menos ya puedo decir que la he visto.
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