Tengo que decir que la primera vez que leí este
libro no me gustó. Estaba acostumbrado a los libros de terror de
King, incluso a los de fantasía y ciencia-ficción, pero este me
pareció demasiado realista, algo atípico en su obra. Pero ahora que
he vuelto a leerlo he cambiado de opinión (suele pasarme con las
segundas lecturas). Se me ha pasado volando y me ha gustado tanto
precisamente por ese realismo que la primera vez no me gustó, porque
lo que le pasa al protagonista podría pasarle a cualquier hijo de
vecino, y más en los tiempos actuales.
Imagina que van a construir una autopista y que tu
casa está en medio, y te dicen que tienes que irte a otra parte. O
bien aceptas el dinero que te dan por ella y recoges tus bártulos y
te trasladas, o bien te niegas a irte y te atrincheras en tu casa
armado hasta los dientes. Pues esto es lo que le pasa a Barton Dawes.
Tiene que abandonar su casa de toda la vida a causa de esa autopista,
pero él se niega a hacerlo, aunque le hace creer a su mujer que está
buscando casa, pero ninguna es de su gusto o son demasiado caras.
Con su empresa pasa igual. Dawes es director de
una lavandería industrial que se encuentra en el camino de la
autopista y tiene que encontrar otra nave adonde trasladarse antes de
que venza el plazo límite, y al igual que con su mujer les dice a
sus jefes que el dueño de la nave que querían ha ampliado el plazo
para darle una respuesta, cosa que no es cierta, y claro, cuando
vence el plazo se quedan sin la nave y eso tiene terribles
consecuencias tanto para la lavandería como para el propio Barton, y
a partir de ese momento todo va cuesta abajo para él, hasta el punto
de que no hay otro final posible más que el del libro.
La postura de Barton a lo largo del libro se debe,
al menos en parte, a la muerte de su hijo a causa de un tumor
cerebral. Su casa es como un altar a la memoria de su hijo y
abandonarla es como si se meara en su tumba, así que cuando le
dijeron que iban a derribarla, mentalmente decidió que ya le daba
igual lo que le pasara de ahí en adelante, y por eso hace todo lo
que hace.
Personalmente entiendo su postura. Tu casa es
tuya, has construido tu vida en torno a ella y nadie puede obligarte
a renunciar a ella. Lo que no me parece tan bien es que se juegue el
futuro de sus empleados como si no tuviera importancia. Ahí no actuó
correctamente.
En resumen, es un libro muy ameno y de fácil
lectura que describe una dramática situación que podría pasarle a
cualquiera y que contiene una triste moraleja: no se puede luchar
contra el sistema.
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