William Halleck es
abogado y pesa 111 kilos. Una noche atropella accidentalmente a una
gitana y la mujer muere. A William lo juzgan por homicidio
involuntario pero el juez es amigo suyo y sale libre. Cuando se
dirige a su coche, un anciano gitano, Taduz Lemke, el padre de la
fallecida, se acerca a él, le acaricia la mejilla y le dice “Más
delgado”. Y a partir de entonces William empieza a perder peso. Al
principio no le da importancia, solo son 1 kilo o 2, pero a medida
que van pasando los días va adelgazando más y más, pese a que
sigue atiborrándose de comida. Su mujer empieza a preocuparse y cree
que podría ser cáncer, así que va al médico y le hacen un montón
de pruebas pero no le encuentran nada. Opinan que podría tratarse de
una especia de anorexia nerviosa y quieren internarlo para seguir
haciéndole pruebas, pero William no quiere ni oír hablar de ello.
Está convencido de que el gitano le echó una maldición y más aún
al saber que no es el único. Su amigo el juez Rossington
oficialmente está ingresado por un caso de cáncer de piel, pero su
esposa le confiesa que empezaron a salirle escamas como un lagarto, y
Duncan Hopley, el jefe de policía, que echó a los gitanos del
pueblo, sufre un terrible caso de acné que lo ha covertido en un
monstruo supurante de pús.
William le cuenta todo
esto a su mujer, que no se cree nada y piensa que es una paranoia de
su marido y le insiste para que regrese a la clínica y siga
haciéndose pruebas. Así que abandona el hogar familiar y se va en
busca de los gitanos para que Lemke le quite la maldición antes de
que sea demasiado tarde. Para ello contará con la ayuda de Richard
Ginelli, un mafioso amigo suyo al que libró de la cárcel.
La verdad es que esto
de la maldición gitana parece una tontería, pero Stephen King es
muy bueno en lo suyo y consigue transmitirte el terror de la
situación que vive el protagonista, ese pánico al ver que hagas lo
que hagas sigues adelgazando y adelgazando y adelgazando aunque comas
el doble de lo que sueles comer, hasta parecer una víctima del
Holocausto judío. Yo personalmente no volveré a tomarme a risa lo
del mal de ojo. El libro es muy ameno y poco a poco va metiéndote el
terror en el cuerpo, como esas historias de campamento que se cuentan
a la luz de una hoguera. La pega es que el final es algo
decepcionante. Después de todo por lo que pasa el protagonista, creo
que no se merece terminar así. Menuda recompensa.
woahh!! este no lo he leido y me ha encantado la trama! intentaré conseguirlo cuanto antes!! ;P
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