62. El ejército
de Magneto
Varios días después,
Magneto creyó que ya había llegado el momento y decidió
no postergarlo por más tiempo, así que se topó
en el pasillo intencionadamente con Jean.
-Hola, Jean, ¿qué tal
estás?
-Bien, gracias, profesor Lensher.
-Me alegro. ¿Y qué tal
está Scott? ¿Se está adaptando?
-Sí, se ha adaptado muy bien al
colegio y está haciendo muchos amigos.
-Eso es bueno. ¿Tienes algo que
hacer ahora?
-Tengo una clase con el profesor
Xavier.
-Me preguntaba si podrías
hacerme un favor. Es muy importante.
-Claro, pero no me gustaría
llegar tarde a su clase.
-Tranquila, llegarás a tiempo.
Acompáñame.
Magneto entró en el despacho de
Xavier y cerró la puerta después de Jean.
-¿Qué hacemos aquí?
El profesor se enfadará si nos descubre en su despacho.
Magneto tocó la pared y las
puertas del ascensor privado de Charles se abrieron.
Jean se sorprendió al verlo.
-No sabía que el profesor
tuviera un ascensor en su despacho. ¿Adónde lleva?
-Abajo. Vamos, sube.
Magneto pulsó el botón
camuflado y el ascensor empezó a descender. Cuando las puertas
se abrieron caminó directamente a la sala de Cerebro.
Jean se maravilló al contemplar
aquel lugar.
-Jamás he estado aquí.
-Lo sé, sólo Charles y yo
bajamos a este sitio.
-¿Qué hay en esa
habitación?
-Ahora lo descubrirás.
Magneto introdujo su código y
las puertas se abrieron.
-Este es Cerebro-dijo Magneto,
llevándola hasta él-Es un ordenador que utiliza Charles
para localizar a los mutantes de todo el mundo. Sólo los
mutantes con poderes psíquicos pueden utilizarlo, aunque nadie
mejor que Charles. Me gustaría que lo utilizaras para buscar a
algunos mutantes.
Jean lo miró asombrada.
-Pero yo... yo no puedo hacer eso. No
sé si sabré.
-Sí sabrás. Eres
poderosa, Jean, y controlas mejor que nadie tus poderes. ¿No
me harás ese favor?
-Es que me da un poco de miedo.
-No tienes por qué. Además
Charles cree que puedes hacerlo.
-¿Lo cree?
-Sí, él me dijo que
buscara tu ayuda.
-Está bien-dijo, poco
convencida-Si él lo cree...
Y se puso el casco.
Las puertas se cerraron detrás
de él y la sala se oscureció.
-¿A quién quiere que...
Entonces la sala volvió a
iluminarse y Magneto maldijo mentalmente.
-¿Qué ocurre, Jean?
-No lo sé.
Jean se quitó el casco y en
aquel preciso instante se abrieron las puertas.
Xavier estaba al otro lado, mirándolo
con gravedad. A su lado estaba Scott.
-Jean, ven aquí.
Jean obedeció, consciente de que
algo malo pasaba.
-¿He hecho algo malo? Él
me dijo que...
-No, Jean, no has hecho nada malo.
Xavier avanzó un metro con su
silla y se detuvo.
-¿Así que este era tu
plan, Eric? ¿Por eso me ayudaste a construir a Cerebro? ¿Para
utilizarlo para organizar tu propio ejército de mutantes?
Magneto lo miró a los ojos
apretando la mandíbula y finalmente sonrió.
-Es inútil que me defienda,
¿verdad, Charles? Me has pillado.
Xavier meneó la cabeza.
-He sido un estúpido. Pensé
que habías cambiado, pero lo único que buscabas al
ofrecerme tu ayuda era tu propio beneficio, como siempre.
-Recuerda, Charles, que este casco me
protege de tus poderes, pero tú estás completamente a
mi merced.
La silla de Xavier cayó sobre la
pasarela, de lado, volcándolo. Xavier rodó por el suelo
y tuvo que sujetarse al borde de la pasarela para no caer al abismo.
Jean se apresuró a cogerle de la mano, pero ella sola no pudo
levantarle.
-¡Scott, ayúdame, pesa
demasiado!
Scott corrió a ayudarla y juntos
subieron a Xavier a la pasarela.
Magneto había aprovechado
aquellos segundos de confusión para salir de la sala, y en
aquel momento se alejaba caminando tranquilamente por el pasillo.
Scott se levantó y miró
furioso a su profesor de ciencias. Se llevó una mano al
regulador de sus gafas que controlaba su visión ocular y un
potente rayo salió de sus ojos e impactó en la espalda
de Magneto, tumbándolo.
Scott avanzó hacia él,
pero Xavier lo detuvo.
-No, Scott, déjale, es demasiado
poderoso para ti.
-Pero profesor, ha intentado matarle.
-No es la primera vez. Ayudadme a
sentarme en la silla.
Los dos lo hicieron y cuando Scott se
volvió, Magneto ya no estaba.
-Volvamos arriba. Quiero que todos los
alumnos sepan que Eric ya no es bienvenido en este centro.
-No lo entiendo, profesor-dijo Jean-Él
era su amigo, ¿por qué...
-No, cariño. Lo fue en el
pasado, pero no ahora. Nos ha estado engañando a todos, a mí
el primero. Pensé que había cambiado, pero ahora sé
que eso es imposible.
-¿Por qué,
profesor?-preguntó Scott-¿Por qué es así?
Él fue bueno y amable conmigo cuando me encontró en
Florida, y yo confié en él. ¿Por qué es
así?
-Lo comprenderéis cuando os
cuente una historia. Veréis, hace unos quince años
viajé a Israel para trabajar en un hospital que dirigía
un amigo mío, Daniel Shomron...
FIN
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