55. El historial de
Magneto
-Su verdadero nombre es Eric Magnus
Lensher-dijo el alcaide-y nació siendo mutante. Tiene poder
sobre los metales y los campos magnéticos y estos poderes
surgieron durante su adolescencia, cuando estaba en el campo de
prisioneros de Brunau.
-¿Es judío?-preguntó
Magneto, con aparente interés. Aún recordaba el número
de serie que tenía tatuado en su brazo.
-Sí, lo es, y el trauma por el
que pasó hizo emerger sus poderes, pero sólo una única
vez.
-¿Qué pasó?
El alcaide le contó lo de su
fusilamiento y el desvío de las balas.
-Vaya, es increíble. ¿Y
no volvió a suceder nada parecido?
-No. Solamente ocurrió ese
episodio.
-Ya veo. ¿Tiene alguna foto
suya?
-Sí, tenemos una.
A Magneto se le aceleró el
pulso.
-Aunque es vieja. Se la hicieron a los
17 años, cuando lo liberaron del campo.
-¿No tiene ninguna actual?
-Lamentablemente, no. Ahora mismo
desconocemos el aspecto que puede tener. Podría estar cerca de
nosotros y no lo sabríamos.
-Dios no lo quiera. Hábleme más
de él.
El alcaide lo sabía
prácticamente todo sobre él. Sabía que conoció
a Magda en el campo, que luego se casaron y tuvieron una hija.
Conocía la muerte de Anya, su etapa en Israel, su amistad con
Charles y lo de Sudamérica. Pero a partir de ahí nada
más.
-Menudo elemento-comentó
Magneto.
-Y que lo diga. Está mal que yo
lo diga, pero está loco como una cabra.
Magneto tragó saliva y procuró
serenarse.
-Debería estar encerrado.
-Sí. Cree que los mutantes son
el siguiente paso en la evolución, que humanos y mutantes no
pueden coexistir pacíficamente y que estos harían bien
en desaparecer.
-Sin duda está loco.
-Tan loco como Hitler.
Las puertas de las celdas por las que
pasaron temblaron brevemente.
-¿Qué ha sido
eso?-preguntó uno de los guardias.
-¿El qué?-replicó
Magneto, fingiendo no haberse enterado.
El guardia se encogió de
hombros.
-Nada.
-Será por la humedad-dijo el
alcaide.
-Todo este lugar está hecho de
metal. ¿Cómo puede encerrar aquí a alguien como
él?-preguntó Magneto.
-Tenemos un collar especial para
él-respondió el alcaide-, no bloquea sus poderes pero
los reduce considerablemente.
Jamás conseguirás ponerme
ese collar, amigo, pensó Magneto.
-Bien, ahora me gustaría
entrevistar a alguno de sus reclusos.
El alcaide se detuvo y se volvió
hacia él.
-¿Cómo dice?
-Quisiera...
-Ya le he oído, pero me temo que
no va a poder ser. Además de que es una idea poco
recomendable, necesita la autorización firmada del alcalde de
Nueva York.
-¿Se refiere a esto?-Magneto se
sacó un documento del bolsillo interior de su chaqueta y se lo
tendió al alcaide.
-Vaya, parece que no ha perdido el
tiempo.
El documento era falso, pero el alcaide
no pareció darse cuenta.
-La autorización está en
regla-el alcaide lo miró a los ojos-¿Seguro que quiere
hacerlo? Los reclusos son todos muy peligrosos.
-Sí.
-¿No puedo convencerlo de lo
contrario?
-No. Es necesario para el reportaje.
Además sé que los guardias estarán cerca.
-Está bien, es decisión
suya. Allá usted. ¿A quién quiere entrevistar?
-Al mutante que se hace llamar
Juggernaut.
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