Leí “El
hobbit” hace más de 10 años y cuando supe de la película me
propuse volver a leerlo antes de verla, porque recordaba muy poco,
pero al final lo hice al revés. La pillé en el videoclub y me
encantó, de hecho las dos horas y media se me pasaron volando, cosa
poco habitual, y poco después me lo volví a leer, aparte de para
refescar la memoria, para ver qué salía en la película y qué no,
y qué dejaban para la siguiente.
Sobra
decir que esta segunda lectura me ha gustado tanto como la primera
vez. “El hobbit” nos presenta a Bilbo Bolsón, un hobbit
tranquilo y pacífico que nunca se mete en líos, que sin comerlo ni
beberlo es arrastrado por el mago Gandalf a la mayor aventura de su
vida, acompañando a 13 enanos en dirección a la Montaña Solitaria
donde el dragón Smaug custodia el tesoro que hace años le robó al
pueblo enano, el cual pretenden recuperar. Y por el camino, claro,
les pasan cosas. Trasgos, arañas, trolls... y cierto anillo con
propiedades mágicas que traerá futuras consecuencias para su
portador.
El libro
es muy bueno, muy entretenido y fácil de leer. Esto es así porque
tiene un tono algo infantil y este es quizá su único defecto,
reconocido y lamentado por el propio Tolkien, que choca con el tono
de grandeza épica de su obra magna, “El Señor de los Anillos”.
De hecho, este fue el motivo por el que no le concedieron el Nobel de
Literatura, una gran injusticia lamentada por todos los fans, porque
no hay duda alguna de que se lo merecía.
Cuando
me puse a leerlo sí recordaba lo importante, lo de los trolls, las
arañas y el Anillo, pero no lo de los trasgos y los elfos; de hecho
pensaba que Peter Jackson se lo había sacado de la manga para la
película. Tampoco recordaba para nada cómo derrotaban a Smaug ni la
Batalla de los Cinco Ejércitos, esto fue como leerlo por primera
vez, y la sensación me gustó.
Bueno,
ahora espero leer de nuevo este año “El Señor de los Anillos” y
“El Silmarillion”· para cerrar así el círculo de la Tierra
Media.
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