40. Strucker
Al igual que hacía años,
Gabrielle estaba colgada del techo mediante unas cadenas, y su cuerpo
se movía de izquierda a derecha, como un péndulo.
Delante suya tenía al hombre
que la había hecho desear la muerte en un centenar de
ocasiones, al hombre que le había provocado sus peores
pesadillas, al hombre que le sonreía satisfecho en aquel
preciso momento.
-Hola, Gabrielle. Ha pasado mucho
tiempo, ¿verdad?Hay que ver, sólo eras una chiquilla
cuando nos separamos y mírate ahora, toda una mujer. Y además
has salido de tu estado de coma, un hecho realmente admirable.
-Strucker-dijo, con profundo odio.
-Bien, veo que te acuerdas de mí.
¿Te acuerdas también de Hans?-preguntó,
señalando al hombre que había detrás de él,
al que le faltaba media nariz-Porque él sí se acuerda
de ti.
Gabrielle le escupió y
Strucker le dio un puñetazo en el estómago que la dejó
sin respiración.
-Han sabido esconderte bien,
Gabrielle. Te he estado buscando durante estos diez años,
siguiendo pistas falsas,, viajando de un lado a otro... pero siempre
hay alguien que habla, y he aquí que estamos otra vez juntos,
como una familia feliz.
-¿Dónde estoy?
-Oh, aún seguimos en Israel,
al menos de momento, pero no te preocupes, nadie nos molestará.
Después de examinar el mapa nos iremos a buscar el oro y tú
vendrás con nosotros.
-Pensé que ya sabías
dónde estaba-dijo ella, tratando por todos los medios de no
echarse a llorar.
-Sé dónde está,
pero desconozco el lugar exacto. Por eso hice que te tatuaran el
mapa. Un sucio judío conocía el lugar exacto y yo le
persuadí para que te tatuara el mapa en la espalda-Stucker le
dio la vuelta y le desgarró la camiseta-Dejemos de perder el
tiempo y vayamos al grano.
Strucker pasó una mano por su
espalda, estirándole la piel, y tras unos segundos soltó
una maldición.
-¿Pero qué clase de
mapa es este?-exclamó furioso-No reconozco ningún lugar
y los nombres parecen escritos en latín.
-Parece que aquel sucio judío
se aseguró de que el oro jamás llegara a tus manos-dijo
Gabrielle, disfrutando de aquel breve momento de satisfacción.
-¿Cómo se lee este
maldito mapa?-le exigió Strucker.
-Jamás lo sabrás.
-Tú lo sabes, ¿verdad?
-No.
-¡Mientes!
-Me llevaré ese secreto a la
tumba.
-Que así sea. Hans, trae los
instrumentos. Por las buenas o por las malas me desvelarás el
secreto del mapa.
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