36. Juggernaut
Charles regresó cinco días más
tarde, en plena madrugada, y se dejó caer en su cama, agotado. Tan
cansado estaba que durmió con la cama sin deshacer, vestido. Al día
siguiente se despertó a media mañana, se duchó, se cambió de ropa
y fue a la sala de rehabilitación, donde encontró a Eric tratando a
Gabrielle. Cuando ella le vio se le iluminó la cara y trató de
levantarse, pero con los pesos en los tobillos no pudo.
Eric le vio y sonrió.
-Eh, ya has vuelto. Ya era
hora-dijo, estrechándole la mano efusivamente-Gabrielle estaba muy
preocupada.
-Eso no es cierto-protestó ella-,
pero sí me alegro de que hayas regresado. ¿A dónde has ido?¿Por
qué no dijiste nada? Me hubiera gustado que te despidieras de mí al
menos.
-Fue algo que surgió de repente y
apenas tuve tiempo de dejar una breve nota. Lamento haberte
preocupado-Charles le quitó los pesos de los tobillos y la ayudó a
levantarse. Entonces ella le abrazó.
-Os dejaré a solas-le susurró Eric
al oído, dándole una palmadita en la espalda-Luego hablamos.
Charles asintió.
-Eric me dijo que se trataba de un
asunto familiar. ¿Ha ido todo bien?
-Sí, bueno, se trataba de mi
hermanastro, Caín.
-¿Le ha pasado algo grave?
-Digamos que se metió en líos con
la policía.
Eso era un gran eufemismo.
La noche en que se marchó vio en el
pequeño televisor de su despacho que alguien estaba provocando el
caos y el desorden en Chicago, y ese alguien no era otro que su
querido hermanastro, que en aquel momento estaba rodeado por una
docena de agentes de policía.
Charles tuvo que ir rápidamente al
aeropuerto y coger un avión que hizo escala en Illinois al día
siguiente y desde allí le siguió la pista hasta un almacén
abandonado. La policía llegó poco después y tuvo lugar una lucha
encarnizada. Charles les indicó que le dispararan al casco, pero no
consiguieron quitárselo. Al parecer estaba hecho de una aleación
inmune a las balas y Charles no pudo penetrar en su mente. En un
momento dado Caín cogió uno de los coches de policía con sus manos
y lo lanzó contra ellos. El coche dio varias vueltas de campana y
derribó a varios policías, incluyéndolo a él, que rodó por el
suelo unos cuantos metros y quedó inconsciente un par de días.
Cuando volvió en sí Caín había desaparecido y Charles regresó a
Israel, derrotado.
-¿Y tú qué tal?¿Eric te ha dado
muchos problemas?
-En absoluto. Es tan estricto como
tú.
-Vaya, me alegra saberlo. ¿Cómo
van tus piernas?
-Mejor. Ya no me canso tanto con el
andador, y puedo levantar durante más tiempo los pesos de los
tobillos.
-Bien, me alegro mucho. Dentro de
poco ya no necesitarás de mis servicios.
-No seas ridículo, Charles, yo
siempre te necesitaré. Siempre.
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