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lunes, 3 de junio de 2013

Viejos amigos. Capítulo 32


32. El secreto

Durante las dos semanas siguientes Charles siguió haciendo lo mismo: primero masajeándole los músculos y luego flexionando y estirando sus piernas. Al final de la segunda semana Gabrielle ya pudo sostenerse de pie pero aún necesitaba ayuda para caminar y Charles le trajo un andador.
-¿Es en serio?-preguntó ella, al verlo, asombrada.
-Sí. ¿Por qué me miras así? Este aparato te servirá para empezar a caminar.
-Pero es lo que usan los viejos-protestó ella.
-¿Pero qué dices? Lo usa mucha más gente aparte de los viejos.
-Buff... está bien, si dices que me ayudará a caminar te creo. Pero no sé por qué lo llaman andador si la que tengo que andar soy yo...
Charles sonrió y la acompañó en su primer y lento paseo con el aparato.
-Lo haces muy bien.
-Es como si tuviera que aprender a caminar de nuevo. Me siento ridícula.
-No tienes por qué. Has progresado mucho desde que empezamos, y si sigues así pronto el andador te será innecesario.
-Charles, eres tan bueno conmigo...
-Te trato de la misma forma que al resto de los pacientes.
-No veo que te dediques al resto de los pacientes como a mí.
-Me dedico a todos por igual-insistió él-Olvídate de eso y concéntrate en tus pasos.
Una hora después Gabrielle regresó a su habitación, bastante agotada.
-Para el primer día no ha estado nada mal.
-Mañana no podré moverme. Estoy destrozada. El paseo se me ha hecho larguísimo.
-Un baño te aliviaría mucho ese cansancio. Venga, yo te llevo.
-¿Qué?¿Estás bromeando?-exclamó ella.
-¿Qué pasa?
-¿Es que vas a bañarme?
-Claro.
-Oye, tú no vas a bañarme.
-¿Qué?¿Por qué no?
-No soy ninguna niña. Puedo hacerlo sola.
-¿Por qué te pones así? Venga, lo he hecho otras veces.
-Es que no quiero que me veas desnuda-dijo ella, desviando la mirada-Me da vergüenza.
Entonces Charles captó un pensamiento de Gabrielle, y por un instante no supo qué hacer. Finalmente reaccionó y la ayudó a entrar en el baño.
-Cuando termines llámame. Estaré aquí esperando.
-Está bien.
Gabrielle cerró la puerta y Charles se sentó en su cama, abatido.
No lo puedo creer, pensó, ¿pero cómo ha pasado?

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