38. La furgoneta
Las siguientes semanas fueron las
mejores de sus vidas. En sus paseos, Charles le hablaba a Gabrielle
de su infancia y de sus viajes por el mundo, sin hablarle de momento
de sus poderes. Ya llegaría el momento apropiado pero no por ahora.
Ella, Charles y Eric pasaban mucho
tiempo juntos y en aquel tiempo se hicieron aún más amigos. Eric y
Charles seguían hablando (discutiendo más bien) sobre la
convivencia entre humanos y mutantes y cada uno se mantenía en sus
trece y trataba de convencer al otro de lo equivocado que estaba.
Cuando Charles no estaba con Gabrielle, era Eric el que le hacía
compañía y le hablaba de su infancia en el campo de prisioneros, de
su esposa y de su hija Anya. Daniel siempre estaba muy ocupado
atendiendo a todos los pacientes y organizando los turnos del
personal, pero cuando tenía un hueco libre se pasaba por la
habitación de Gabrielle y algunas noches se quedaba hasta tarde
hablando con sus dos amigos mutantes.
Al cabo de un mes Gabrielle ya no
necesitaba el bastón para caminar y cuando Charles la vio caminar
hacia él sin ningún tipo de ayuda, la abrazó y lo celebraron con
una cena a la luz de las velas.
Al día siguiente acordaron que
sería mejor que no saliera de su habitación, porque ahora que
estaba recuperada podría levantar las sospechas del resto del
personal, ya que al fin y al cabo era la única paciente que podía
caminar por sus propios medios. Ella lo aceptó de buen grado.
Una noche Gabrielle animó a Eric y
a Charles a que salieran del hospital por una vez y que se relajaran,
y ellos aceptaron de buen grado. Los dos fueron hacia las montañas y
allí se tumbaron la luz de la luna, observando los millones de
estrellas que iluminaban el firmamento.
-Me alegra veros tan felices-dijo
Eric-Hacéis muy buena pareja.
Charles sonrió.
-Gracias. Tienes razón. La verdad
es que me gusta estar con ella, y después de lo mal que lo ha pasado
se merece ser feliz.
-Y pensar que no te decidías...
-Bueno, ya sabes que Moira dejó una
profunda huella en mí, y no me resultaba fácil volver a estar con
ninguna otra mujer sin compararla con ella, pero con Gabrielle es
distinto.
-¿Has pensado en decirle lo de tus
poderes?
-No, aún no. Es demasiado pronto y
se asustaría. Si le digo que controlo las mentes de las personas
podría pensar lo peor y no lo encajaría. Y yo tampoco.
-Pues alguna vez tendrás que
decírselo, porque sino te pasará como a mí con Magda. Y yo no te
deseo eso. Además en una relación no debe haber secretos.
-Sí, tienes razón. Trataré de
escoger el mejor momento para decírselo. No sé, tengo que pensarlo
muy bien. Es un tema bastante delicado.
-Sí.
-Y hablando de poderes, si vuelvo a
toparme con Caín me gustaría que me ayudaras. Su casco es metálico
y creo que podrías quitárselo por la fuerza.
-Claro, cuando te lo vuelvas a
encontrar, si aún estamos juntos, te echaré una mano. Siempre me
gusta probar teorías arriesgadas-Eric se rió-Y si al quitarle el
casco sigues sin poder doblegarlo, será interesante ver cómo sales
de esa.
-Créeme, funcionará.
-Bueno, ya lo veremos.
Aquella misma noche, mientras Eric y
Charles hablaban bajo el cielo estrellado, una furgoneta negra se
detuvo delante del hospital y nueve hombres bajaron de ella provistos
de armas automáticas.
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