43. Hallada
Al doblar la esquina, Charles vio a
un hombre con un rifle colgado del hombro que le daba la espalda,
tratando de encender un cigarrillo. Charles se le acercó por
la espalda y le tocó el hombro.
-¿Quieres fuego?
El hombre se volvió y Charles
le dio un puñetazo en toda la mandíbula, noqueándolo.
Charles lo cogió para que no hiciera ruido al caer al suelo y
lo apartó a un lado. Mientras lo depositaba en el suelo
apareció otro hombre por delante de él y le gritó
algo en alemán, apuntándolo con su arma. Entonces
Charles se puso de pie y lo miró fijamente.
-Baja ese arma, soldado. ¿A
quién crees que estás apuntando?
El hombre lo obedeció, como
si se tratara de su superior y se puso firme.
-Bien, eso está mejor. Dime,
¿dónde está la chica?
El nazi señaló el
pasillo por el que acababa de aparecer él, a la derecha.
-Bien, ahora acércate y dame
tu arma.
El nazi se acercó y le tendió
su AK-47.
-Ahora vas a olvidar que me has
visto.
El nazi asintió con rigidez y
Charles le golpeó en la cabeza con la culata del arma. Lo
cogió mientras caía y lo depositó junto a su
compañero.
Bien, pensó, ahora en teoría
sólo quedan dos más, que están con Gabrielle.
Volvió a torcer a la derecha
y enfiló por el pasillo que le había indicado el nazi.
Hacia el final había una serie de puertas, y en la segunda de
le izquierda oyó unas voces en alemán. Charles se
acercó con sigilo y a través de un pequeño
cristal vio a Gabrielle colgada del techo, inconsciente, y a dos
hombres frente a ella. Uno parecía ser el que llevaba la voz
cantante, tendría unos cincuenta años y pelo canoso, y
el otro era más joven. Charles pudo ver a través del
cristal que le faltaba media nariz, y se acordó de lo que
Gabrielle le había contado. Sintió deseos de entrar y
matarlo, pero trató de serenarse. Lo importante ahora era
sacar a Gabrielle de allí con vida.
-Habrá que esperar a que
vuelva en sí-dijo Strucker-Sino no será tan divertido.
-¿Cree que nos lo dirá,
señor? Hasta ahora ha guardado silencio.
-Intensificaremos las torturas y ya
no podrá soportar el dolor. La verdad es que me ha
sorprendido. En el campo no soportaba ni la mitad de lo que le hemos
hecho aquí. Se ha vuelto más resistente con el tiempo,
pero eso cambiará pronto.
-Muy cierto, señor.
Strucker cogió una silla, la
puso delante de Gabrielle, se subió a ella y desenganchó
las cadenas del techo.
-¿Señor? ¿Qué
está haciendo?
Strucker depositó a Gabrielle
en el suelo y empezó a quitarle las cadenas de las muñecas.
-¿Señor?¿Por
qué la está liberando?-preguntó Hans cada vez
más confundido.
Strucker se volvió hacia él
con las cadenas en la mano y le golpeó en la cara con ellas.
Hans cayó al suelo, con la boca ensangrentada.
-¿Por qué, señor?¿Qué
está...
Strucker le presionó un punto
sobre la clavícula y Hans perdió el conocimiento. Luego
abrió la puerta y dejó entrar a Charles.
-Bien hecho. Ahora dame las
cadenas-Strucker lo hizo y Charles se las puso alrededor de las
muñecas-Ahora duerme.
Strucker cayó hacia atrás,
inconsciente, y Charles se arrodilló al lado de Gabrielle.
Puso su oído sobre su pecho y luego le tomó el pulso en
la muñeca. Estaba viva.
-Pobrecilla, ¿qué es
lo que te han hecho?
Gabrielle tenía algunas uñas
ensangrentadas, en carne viva y algunas quemaduras serias en las
piernas, hechas con algún soplete o algo parecido. Al menos
había llegado a tiempo. La cogió en brazos y caminó
de regreso hacia la salida. Fue al caminar los últimos cinco
metros que faltaban hasta la sala donde había dejado a Eric
cuando escuchó que las ametralladoras se disparaban.
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