37. El motivo
En los días siguientes
Gabrielle cambió el andador por un bastón y casi no
necesitaba ayuda para moverse, pero le insistía a Charles que
aún le quedaba un buen trecho para poder caminar con
normalidad. Charles sospechaba que lo decía para que siguiera
visitándola tan asiduamente, pero no le importaba.
Por las tardes los dos solían
pasear por los alrededores del hospital y no siempre necesitaban
hablar. Cuando compartían el silencio, este era muy
reconfortante, no como esos silencios incómodos en los que no
se sabe qué decir y el tiempo transcurre más
lentamente. En sus paseos el tiempo también parecía
transcurrir más despacio, pero era agradable.
-Ya ha pasado mucho tiempo-dijo
Charles en uno de sus paseos-y no sé si lo recordarás o
si ya lo has olvidado, pero tengo curiosidad por saber por qué
caíste en estado catatónico. ¿Recuerdas lo que
ocurrió?
Entonces Gabrielle se detuvo y
Charles vio que tenía los ojos llorosos y que le temblaba la
barbilla.
-Gabby, ¿qué te
pasa?¿Estás... -entonces ella perdió el
equilibrio y empezó a caer, y Charles la cogió por los
brazos-¡Gabby!¿Qué te ocurre?
Ella se abrazó a su cuello y
empezó a llorar.
-Abrázame, Charles, y no me
sueltes.
Charles la abrazó y le
acarició el cabello.
-¿Qué te hicieron?-le
susurró al oído.
-Los hombres de Strucker me... me
violaron... repetidas veces. Tenía 15 años y me ... me
estaba desarrollando y ellos lo notaron. Fueron los ocho... uno tras
otro... durante horas y todos... todos los días. A veces
entraban de madrugada en mi barracón, me llevaban con ellos y
volvían a empezar. A veces me metían cosas y me
cortaban con sus cuchillos... me golpeaban... a uno de ellos le mordí
y le arranqué la punta de la nariz y él me rompió
la mía. Al final me quedé embarazada. Pensé que
me harían abortar, pero me dejaron tenerlo y durante esos
nueve meses no me tocaron un pelo. Entonces cuando di a luz, Strucker
cogió a mi bebé y... y...-Gabrielle apretó la
cara contra el pecho de Charles y empezó a sollozar-... y se
lo dio a... a ... a los perros. Cuando empezaron a comérselo y
vi toda aquella sangre, mientras le oía chillar, yo ... ese es
mi último recuerdo.
-Oh, cariño, lo lamento
muchísimo-dijo, abrazándola con fuerza-Lo lamento
mucho.
-Desde entonces no he tenido a
nadie. He estado sola.
-Ya no estás sola-dijo
Charles, limpiándole las lágrimas-Y jamás lo
estarás. No pienso dejarte.
-Y yo no quiero que me dejes.
Charles le apartó un mechón
de cabello que le había caído sobre la frente, y se la
besó. Se miraron a los ojos durante lo que les pareció
una eternidad, y luego la magia del momento hizo el resto.
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