Es Nochebuena y la reunión familiar de los Lee se ve interrumpida por un estruendo seguido por un grito que proviene del piso de arriba. En una de las habitaciones, cerrada por dentro, el cuerpo del despótico patriarca Simeon Lee descansa sobre un charco de sangre, con un corte en la garganta. Cuando llega, Poirot se encuentra una atmósfera de desconfianza y sospechas mutuas. Parece que todo el mundo tenía razones para matar al anciano.
El libro me ha gustado, se lee fácil y es muy entretenido, pero no te da ninguna pista de quién puede ser el asesino. Poirot se lo guarda todo para sí y suelta sus deducciones y cómo ha resuelto el caso en el último capítulo. Hasta ahí podría ser cualquiera el asesino. La identidad de este jamás la habrías adivinado. Es entretenido y ya.