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viernes, 17 de marzo de 2017

El perdón (Fanfic Los Hombres de Paco)

Empecé a ver “Los Hombres de Paco” allá por el 2005 únicamente por la historia de amor de Lucas y Sara (me puede la vena romántica, también vi “Los Serrano” por lo de Marcos y Eva”), la historia de amor más grande de la ficción española, una historia muy dulce y tierna que me enamoró desde el principio, que me emocionó y me hizo sufrir muchísimo durante toda la serie. La 7ª temporada me cabreó tanto que no quise seguir viéndola pero cuando me la bajé entera me obligué a hacerlo y lo pasé realmente mal. Odié a Sara por lo que hizo y me sentí traicionado, como si yo hubiera sido el cornudo y lo que peor me sentó fue que no se sintiera culpable. Le pone los cuernos al gran amor de su vida, ¿y no siente el más mínimo remordimiento? ¡Venga! Al menos a final tomó la decisión correcta (si hubiera elegido a Aitor es para matar a los guionistas) y todo acabó bien.
Las últimas semanas, no sé por qué, me entraron unas ganas locas de volver a ver toda la historia de Lucas y Sara desde el principio así que me tragué de nuevo la serie al completo, pero solo las partes de Lucas y Sara, el resto le di a avance rápido. De hecho fue algo casi obsesivo porque me echaba hasta las dos de la mañana con la serie y luego no era capaz de dormir pensando en Lucas y Sara, y por la mañana me despertaba pensando en ellos dos y no tenía ganas de hacer nada más hasta terminar de verla entera.
Por el último capítulo de la serie sabemos que Lucas perdonó a Sara y tienen un hijo y todo se arregló entre ellos, pero en el final de la 7ª temporada eché de menos una escena intensa y emotiva entre ellos dos, con Sara contándole lo de su infidelidad y pidiéndole perdón y todo eso y Lucas pensándose si hacerlo o no.
Y esto es lo que se me ha ocurrido. Espero que os guste.

EL PERDÓN

Lucas y Sara dejaron atrás la masacre en que se convirtió la boda de Silvia y Pepa y se alejaron caminando, abrazados el uno al otro. Sara tenía un brazo rodeándole el costado y Lucas le rodeaba a su vez los hombros con el suyo y así como estaban, con la cara de Sara apoyada en su pecho, Lucas aún la notaba llorar quedamente y su respiración agitada. La pierna le palpitaba levemente, por el disparo, y le molestaba cada vez que apoyaba el peso sobre ella, por eso no podía moverse todo lo rápido y cómodo que le hubiera gustado y necesitaba apoyarse en Sara para caminar.
Ambos llevaban varios minutos sin hablar y Lucas no paraba de darle vueltas a la cabeza a lo que había pasado. Al principio sintió una mezcla de alegría y alivio cuando Sara lo eligió a él pero ahora ese sentimiento estaba mitigado por el dolor de la traición de Sara. Si había algo por lo que hubiera puesto la mano en el fuego sin ninguna duda es de lo suyo con Sara, y que ella le hubiera sido infiel era algo que aún no podía creerse. Pero aquello no había sido solo un calentón (si lo hubiera sido le habría dolido igualmente) sino que se había enamorado de Aitor, lo cual era más grave. Pero al final lo había escogido a él y eso tenía que significar algo, no? Lucas no se imaginaba la vida sin ella, pero ahora no sabía si podía perdonarla. ¿Cómo confiar de nuevo en ella? ¿Cómo recuperarse de algo así? Era algo que tenía que pensar muy detenidamente.
Lucas vio que había un banco de madera a un lado del camino, bajo la sombra de los árboles que flanqueaban ambos lados del camino, y otro en frente.
-Mira-dijo Lucas y Sara alzó la cabeza-Sentémonos un rato.
-¿Estás bien?
-Me duele un poco la pierna.
-Tal vez debimos esperar a que llegara la ambulancia.
Lucas negó con la cabeza.
-No, estoy bien, fue una herida limpia. Solo quiero descansar poco.
Lucas se dejó caer en el banco como un peso muerto e inclinó la cabeza hacia atrás, con los ojos cerrados. Se dejó estar así durante un buen rato y luego volvió a abrir los ojos.
Sara se sentó a su lado, de cara él y se quedó mirándolo con expresión atormentada. Lucas la cogió de la mano y se la besó, luego se aflojó el torniquete. La herida le sangró un poco, pero no tanto como antes, y volvió a apretarse el torniquete.
-Estoy bien-dijo para tranquilizarla-Casi no sangra.
Lucas le acarició la cara y Sara le cogió de la muñeca y le apretó la mano contra su mejilla, y dejó escapar un sollozo.
-Lucas, lo siento mucho, nunca pretendí...
Lucas retiró la mano de la mejilla de Sara.
-Sara, ¿crees que este es el mejor momento para hablar de esto? Todo está bien, déjalo estar.
-No, no puedo dejarlo estar. Necesito sacarme esto de dentro-dijo ella, golpeándose el pecho con la mano-y saber si lo nuestro tiene arreglo, si podremos seguir adelante. Quiero saber lo que estás pensando, no quiero que te lo guarde dentro y que me digas que todo está bien, y que en el momento menos pensado me lo eches en cara, porque no lo soportaría.
-Quieres saber lo que pienso-dijo Lucas en voz baja, con la mirada clavada en el suelo. Entonces se volvió hacia ella y la miró a los ojos-Lo que pienso es que me has roto el corazón. Creía que ya habíamos pasado por lo peor tú y yo y jamás pensé que esto pudiera pasarnos a nosotros. Ahora tengo un agujero en el pecho y no sé si alguna vez volverá a cerrarse del todo.
Las lágrimas empezaron a deslizarse por las mejillas de Sara.
-Lo siento mucho, Lucas, nunca quise hacerte daño. Estoy muy arrepentida, de verdad, si pudiera dar marcha atrás...
-Pero no puedes, Sara, lo hecho, hecho está. Solo quiero saber por qué.
Sara bajó la mirada y trató de secarse las lágrimas, pero estas seguían fluyendo.
-Me encontraba muy sola, sentía que me habías abandonado, que me habías dejado de lado, además ya no me enviabas mensajes y yo...
-Si me hubieras dicho cómo te sentías habría vuelto mucho antes, lo habría dejado todo por ti.
Sara sollozó.
-Lo sé-Sara meneó la cabeza-Aitor estaba ahí, era mi apoyo y yo... empecé a enamorarme de él otra vez.
-Y no dudaste en meterte en su cama-le reprochó Lucas. Sara bajó la mirada sin dejar de llorar.
-Dime una cosa, ¿en algún momento te sentiste culpable por lo que estabas haciendo? ¿No te paraste a pensar que le estabas poniendo los cuernos a tu marido?
-Claro que sí, pero no podía evitarlo, os quería a los dos. No sabía qué hacer, a quién elegir, pero cuando os vi a los dos juntos durante el tiroteo, entonces lo supe, supe que no podría estar con otro que no fueras tú.
Sara se arrimó a él y lo agarró del brazo, pero Lucas se zafó de ella y se puso de pie.
-Qué afortunado soy-dijo con sarcasmo, situándose en medio del camino y mirándola fijamente. Sara estaba echa un mar de lágrimas, no paraba de llorar, tenía la cara enrojecida y le temblaba el mentón, pero ella quería saber lo que tenía en la cabeza y por Dios que iba a decírselo-Lo supiste entonces, ¿no? Cuando nos viste juntos supiste que me querías a mí, ¿no?
Sara asintió con la cabeza.
-¿Y si no hubiéramos estado juntos? ¿O si yo no hubiera venido a la boda? ¿Lo habrías escogido a él?
-No lo sé-dijo Sara con la voz rota.
-Vaya, y yo que pensaba que era el gran amor de tu vida.
Sara sintió un ramalazo de pánico. ¿Por qué hablaba en pasado?
-Y lo eres. ¡Lo eres! Mi amor por ti no disminuyó en ningún momento, tienes que creerme.
-Pero llegaste a considerar la posibilidad de escoger a Aitor antes que al gran amor de tu vida-dijo, haciendo el gesto de las comillas con ambas manos-¿no es verdad? Eso me hace pensar que en realidad no estabas tan enamorada de mí como me has hecho creer, que solo se trataba de un capricho adolescente. Eso me parte el corazón y pienso que he sido un auténtico idiota por habérmelo creído.
-¡No!-exclamó Sara, poniéndose de pie y agarrándose al pecho de Lucas-Lucas, mírame. ¡Mírame! No dudes ni por un momento de que estaba y estoy perdidamente enamorada de ti. Me enamoré de ti a los 14 años y entonces ya supe que sería para siempre. No se trató de ningún encaprichamiento tonto sino de auténtico y puro amor, la nuestra es como una de esas grandes historias de amor que solo parecen existir en las novelas y películas, pero la nuestra es real. Estoy destrozada por dentro por lo que te he hecho, tuve dudas y fui débil y me comporté como una cría estúpida. Pero volví a verte y recordé lo mucho que te amaba y supe que no podría vivir sin ti. Mira cómo estoy, nunca he llorado tanto en toda mi vida, pero sé que merezco derramar cada una de estas lágrimas, porque lo siento aquí-Sara cogió una mano de Lucas y se la puso sobre el corazón.
A Lucas le emocionó el discurso de Sara y parpadeó varias veces para contener las lágrimas. Cuánto la amaba, ¿pero sería eso suficiente?
Lucas apoyó la frente contra la de Sara y suspiró hondamente.
-No sé si… -empezó a decir Lucas, pero se interrumpió-¿Cómo sé que no volverá a pasar, cómo confiar de nuevo en ti?
-Mírame a los ojos y entonces lo sabrás.
Lucas así lo hizo. Observó los ojos hinchados y enrojecidos de Sara de tanto llorar, las lágrimas que aún resbalaban por su rostro y la barbilla que aún le temblaba. Clavó sus ojos en los de ella y miró más allá y vio lo sinceramente arrepentida que estaba de lo que le había hecho, lo destrozada que se encontraba, y ahora le tocaba a él decidir. ¿Seguía queriendo pasar el resto de su vida con ella o había cosas que eran imposibles de superar?
La vida no era fácil, pensó, y a veces esta te ponía a prueba de la peor manera posible. Pero cuando alguien se arrepentía de verdad desde lo más profundo de su corazón, saber perdonar era algo catártico y unía a esas dos personas mucho más de lo que habían estado antes. Así que Lucas enseguida supo la respuesta.
-Solo voy a hacerte una última pregunta y luego se acabó-Lucas notó que el corazón de Sara se aceleraba de golpe y abría los ojos conmocionada.
-¿Qué? Lucas, no, por favor…
-Sshh-dijo él, poniendo un dedo sobre los labios de ella. La pobrecilla lo había entendido al revés-Solo quiero saber una cosa. ¿Aún quieres pasar el resto de tu vida conmigo?
Los ojos de Sara se llenaron de lágrimas.
-Sí, quiero pasar el resto de mi vida contigo, darte un montón de hijos y que nos hagamos viejitos juntos.
-Entonces no hay más que hablar-Lucas le acarició el rostro, se inclinó hacia ella y la besó en los labios y Sara se dejó llevar. Lucas pudo saborear las lágrimas en su labios-Hemos pasado por mucho tú y yo, superado demasiados obstáculos como para tirarlo todo ahora por la borda.
-Te prometo que a partir de ahora te haré saber cada día lo mucho que te quiero, para que vuelvas a quererme como antes-dijo Sara abrazándolo con fuerza, como si no quisiera separarse de él nunca más y apoyando la cara en su pecho.
-Eso es imposible, porque mal que me pese soy incapaz de dejar de quererte-Lucas le dio un beso en la nuca y la sintió estremecerse entre sus brazos-¿Sabes cuándo empecé a enamorarme de ti? Cuando me grabaste aquel video, ¿te acuerdas?
Sara separó la cara de su pecho y le sonrió.
-¿Cómo podría olvidarlo? Qué vergüenza. Al día siguiente te encontré en mi habitación y quise dártelo y tú me echaste la bronca y luego me diste un beso en la frente. Me dio un bajón... Entonces me arrepentí de haberlo grabado y cuando supe que te habías llevado la cámara quise morirme.
-Nadie me había dicho nunca nada tan bonito y me llegó adentro. Entonces empecé a verte con otros ojos, aunque no quise reconocerlo y traté de mantener las distancias. Luego, cuando me dijiste que me odiabas no pude soportarlo y cuando me anunciaste que te ibas a Dublín dos años mi mundo entero se vino abajo. En ese momento supe que nunca podría ser feliz si no era contigo.
-Y luego me besaste.
-Bueno, técnicamente fuiste tú quien me besó
-Pero tú me lo devolviste.
-No pude remediarlo. Por un lado me sentía mal por hacerlo. ¡Estaba besando a una menor de 15 años! Podía ir a la cárcel por eso. Pero por otro lado no pude resistirme por más tiempo. Me estabas volviendo loco.
Los dos volvieron a besarse.
-Venga-dijo Sara-Llévame a nuestra nueva casa. Quiero ver ese pedazo de chalet que me has comprado.
Lucas le rodeó los hombros con su brazo y reemprendieron la marcha hacia ese futuro que les aguardaba juntos.

FIN

lunes, 22 de julio de 2013

Viejos amgos. Capítulo 62

62. El ejército de Magneto

Varios días después, Magneto creyó que ya había llegado el momento y decidió no postergarlo por más tiempo, así que se topó en el pasillo intencionadamente con Jean.
-Hola, Jean, ¿qué tal estás?
-Bien, gracias, profesor Lensher.
-Me alegro. ¿Y qué tal está Scott? ¿Se está adaptando?
-Sí, se ha adaptado muy bien al colegio y está haciendo muchos amigos.
-Eso es bueno. ¿Tienes algo que hacer ahora?
-Tengo una clase con el profesor Xavier.
-Me preguntaba si podrías hacerme un favor. Es muy importante.
-Claro, pero no me gustaría llegar tarde a su clase.
-Tranquila, llegarás a tiempo. Acompáñame.
Magneto entró en el despacho de Xavier y cerró la puerta después de Jean.
-¿Qué hacemos aquí? El profesor se enfadará si nos descubre en su despacho.
Magneto tocó la pared y las puertas del ascensor privado de Charles se abrieron.
Jean se sorprendió al verlo.
-No sabía que el profesor tuviera un ascensor en su despacho. ¿Adónde lleva?
-Abajo. Vamos, sube.
Magneto pulsó el botón camuflado y el ascensor empezó a descender. Cuando las puertas se abrieron caminó directamente a la sala de Cerebro.
Jean se maravilló al contemplar aquel lugar.
-Jamás he estado aquí.
-Lo sé, sólo Charles y yo bajamos a este sitio.
-¿Qué hay en esa habitación?
-Ahora lo descubrirás.
Magneto introdujo su código y las puertas se abrieron.
-Este es Cerebro-dijo Magneto, llevándola hasta él-Es un ordenador que utiliza Charles para localizar a los mutantes de todo el mundo. Sólo los mutantes con poderes psíquicos pueden utilizarlo, aunque nadie mejor que Charles. Me gustaría que lo utilizaras para buscar a algunos mutantes.
Jean lo miró asombrada.
-Pero yo... yo no puedo hacer eso. No sé si sabré.
-Sí sabrás. Eres poderosa, Jean, y controlas mejor que nadie tus poderes. ¿No me harás ese favor?
-Es que me da un poco de miedo.
-No tienes por qué. Además Charles cree que puedes hacerlo.
-¿Lo cree?
-Sí, él me dijo que buscara tu ayuda.
-Está bien-dijo, poco convencida-Si él lo cree...
Y se puso el casco.
Las puertas se cerraron detrás de él y la sala se oscureció.
-¿A quién quiere que...
Entonces la sala volvió a iluminarse y Magneto maldijo mentalmente.
-¿Qué ocurre, Jean?
-No lo sé.
Jean se quitó el casco y en aquel preciso instante se abrieron las puertas.
Xavier estaba al otro lado, mirándolo con gravedad. A su lado estaba Scott.
-Jean, ven aquí.
Jean obedeció, consciente de que algo malo pasaba.
-¿He hecho algo malo? Él me dijo que...
-No, Jean, no has hecho nada malo.
Xavier avanzó un metro con su silla y se detuvo.
-¿Así que este era tu plan, Eric? ¿Por eso me ayudaste a construir a Cerebro? ¿Para utilizarlo para organizar tu propio ejército de mutantes?
Magneto lo miró a los ojos apretando la mandíbula y finalmente sonrió.
-Es inútil que me defienda, ¿verdad, Charles? Me has pillado.
Xavier meneó la cabeza.
-He sido un estúpido. Pensé que habías cambiado, pero lo único que buscabas al ofrecerme tu ayuda era tu propio beneficio, como siempre.
-Recuerda, Charles, que este casco me protege de tus poderes, pero tú estás completamente a mi merced.
La silla de Xavier cayó sobre la pasarela, de lado, volcándolo. Xavier rodó por el suelo y tuvo que sujetarse al borde de la pasarela para no caer al abismo. Jean se apresuró a cogerle de la mano, pero ella sola no pudo levantarle.
-¡Scott, ayúdame, pesa demasiado!
Scott corrió a ayudarla y juntos subieron a Xavier a la pasarela.
Magneto había aprovechado aquellos segundos de confusión para salir de la sala, y en aquel momento se alejaba caminando tranquilamente por el pasillo.
Scott se levantó y miró furioso a su profesor de ciencias. Se llevó una mano al regulador de sus gafas que controlaba su visión ocular y un potente rayo salió de sus ojos e impactó en la espalda de Magneto, tumbándolo.
Scott avanzó hacia él, pero Xavier lo detuvo.
-No, Scott, déjale, es demasiado poderoso para ti.
-Pero profesor, ha intentado matarle.
-No es la primera vez. Ayudadme a sentarme en la silla.
Los dos lo hicieron y cuando Scott se volvió, Magneto ya no estaba.
-Volvamos arriba. Quiero que todos los alumnos sepan que Eric ya no es bienvenido en este centro.
-No lo entiendo, profesor-dijo Jean-Él era su amigo, ¿por qué...
-No, cariño. Lo fue en el pasado, pero no ahora. Nos ha estado engañando a todos, a mí el primero. Pensé que había cambiado, pero ahora sé que eso es imposible.
-¿Por qué, profesor?-preguntó Scott-¿Por qué es así? Él fue bueno y amable conmigo cuando me encontró en Florida, y yo confié en él. ¿Por qué es así?
-Lo comprenderéis cuando os cuente una historia. Veréis, hace unos quince años viajé a Israel para trabajar en un hospital que dirigía un amigo mío, Daniel Shomron...


FIN

viernes, 19 de julio de 2013

Viejos amigos. Capítulo 61

61. Scott, segunda parte

Magneto llegó al almacén abandonado de Florida en el que estaba Scott a medianoche.
Encontró el interruptor de la luz y lo encendió. El chico estaba durmiendo encima de un colchón viejo, debajo de una ventana rota por impactos de bala. Magneto vio que dormía con unas gafas de sol puestas. Los cristales de las gafas eran de color rojo y a Magneto le extrañó ese detalle, porque era la primera vez que veía unas gafas de ese color.
Entonces Scott se despertó y al verle gritó asustado y se apretó contra la pared.
-¿Quién es usted?¿Qué quiere de mí?¡Fue un accidente!¡No quise hacer daño a nadie!
Magneto se acercó a él con las manos en alto.
-Tranquilo, Scott, lo sé, te creo. He venido a ayudarte.
Scott no se preguntó por qué aquel hombre sabía cómo se llamaba porque supuso que todo el mundo estaría buscándole.
-¿Quién es usted?
-Me llamo Magnus y al igual que tú soy un mutante, aunque obviamente no poseo tus mismos poderes. Me envía un hombre llamado Charles Xavier. ¿Has oído hablar de él?
Scott negó con la cabeza.
-Él también es un mutante y tiene una escuela para jóvenes mutantes. Mutantes como tú, que descubren que tienen extraños poderes y están asustados. Charles ha oído hablar de ti y quiere ayudarte.
-¿Ayudarme?¿No me miente?
-No te miento. Hay muy pocas personas ahí fuera que estén dispuestas a ayudarte, Scott. La mayoría te perseguirá por ser diferente y algunos querrán matarte por ello. Pero unos pocos te tenderán su mano. Charles está ayudando a muchos chicos como tú. Puedes confiar en él. Es una de las mejores personas que conozco. ¿Qué dices?¿Quieres su ayuda?
Scott se levantó y se acercó al hombre con aquel extraño casco en la cabeza.
-Sí, quiero su ayuda. Necesito su ayuda.
-Entonces ven conmigo, yo te llevaré con él.
Scott caminó a su lado hacia la salida.
-Por cierto, he oído que tienes otras gafas para controlar tus rayos oculares. ¿Es cierto?
-Sí, las hizo mi oculista-Scott metió la mano en el bolsillo y las sacó-Pero no me gustan demasiado. Con ellas puestas parezco un cíclope.


A primera hora de la mañana siguiente Magneto llevó a Scott ante Xavier, y los dos se estrecharon la mano. Scott llevaba puestas las otras gafas por indicación de Magneto. Éste le dijo que si algo lo diferenciaba de los demás tenía que sentirse orgulloso y no avergonzado, y aquello acabó por convencerlo.
Xavier le agradeció que se hubiera unido a ellos y pasó a hablarle de la escuela y de sus compañeros. Le dijo que con el tiempo podría enseñarle a utilizar correctamente sus poderes y que allí todos los demás chicos estaban en su misma situación y que no tenía nada qué temer. Scott se mostró algo tímido, pero el profesor Xavier le cayó bien enseguida y enseguida congeniaron.
Cuando Xavier iba a acompañarle para mostrarle el colegio, llamaron a la puerta de su despacho. Era Jean.
-Oh, profesor, no sabía que estuviera ocupado. Volveré en otro momento.
-Espera, Jean. Quiero presentarte a Scott. Acaba de unirse a nosotros.
-Hola-lo saludó ella sonriéndole.
-Hola-respondió él, algo azorado.
-¿Por qué no le enseñas el colegio?Así podréis ir conociéndoos mejor. Además yo tengo cosas que hacer.
-Claro, profesor. Oye, ¿sabes que tienes unas gafas muy chulas?-le dijo Jean a Scott mientras salían del despacho de Xavier.

jueves, 18 de julio de 2013

Viejos amigos. Capítulo 60

60. Buscando al chico

Los tres entraron en la sala de Cerebro y xavier se puso el casco por primera vez.
-¿Quieres que salgamos?-le preguntó Eric.
-Podéis quedaros, pero no os mováis.
La pesada puerta se cerró tras ellos y la sala se oscureció. En las paredes de la sala apareció un gran mapamundi y en los continentes empezaron a surgir millones de pequeñas siluetas humanas, rojas y blancas. Las rojas ocupaban aproximadamente un tercio del mapa.
-Las siluetas blancas son los humanos. Las rojas son mutantes-explicó Xavier-No estamos tan solos como crees, Magnus.
Eric asintió. El espectáculo que veían sus ojos era algo impresionante. Jamás hubiera pensado que existieran tantos mutantes. Había millones.
-Ahora trataré de buscar a ese chico a partir de toda la información que tengo de él, así que os ruego silencio.
Al principio no ocurrió nada, pero unos diez segundos después el continente de América ocupó toda la pared, y dos segundos más tarde se amplió América del Norte, y luego Estados Unidos.
-Parece que tengo algo-dijo Xavier.
El mapa se amplió hasta poder distinguir los Estados del Sur, y se centró en el de Florida.
-He seguido su rastro hasta Florida-dijo Xavier-Trataré de conseguir algo más exacto.
El mapa volvió a ampliarse y mostró el centro del estado, lleno de más manchas rojas que blancas. Un minuto más tarde apareció ante ellos la silueta opaca roja de un chico dentro de un almacén abandonado, acurrucado contra la pared. Se llevó una mano a la cara y se sacó las gafas. Entonces surgieron unos rayos que dieron de lleno la pared de enfrente. El chico chilló asustado y volvió a ponerse las gafas.
Xavier se quitó el casco y el mapa desapareció, regresando la luz a la sala.
-Parece que tu ordenador funciona-dijo Duncan-¿Era él?
-Sí-respondió Xavier, encabezando la marcha hacia el ascensor-Tenemos que traerle cuanto antes, está muy asustado.
-Yo iré a buscarle-se ofreció Magneto.
-De esa ni hablar-protesto Duncan-Yo lo traeré.
-No te ofendas, Fred-dijo Magneto, pronunciando su nombre con retintín-Pero si ve aparecer a un agente del FBI no se relajará precisamente. Yo soy mutante y puedo convencerle.
-Magnus tiene razón-dijo Xavier-A él le resultará más fácil.
-Está bien-aceptó Duncan-, como quieras.
-Te daré la dirección e irás a buscarle de inmediato.
-De acuerdo.
-¿Quieres llevarte el Halcón?
-No será necesario. Llegaré allí con mis propios medios.
-Entonces ponte en marcha.

miércoles, 17 de julio de 2013

Viejos amigos. Capítulo 59

59. Scott

Un mes más tarde Xavier y Magneto terminaron el primer prototipo de Cerebro, pero no surgió la ocasión para probarlo. Ambos se pasaban los ratos libres hablando sobre Cerebro, cuál sería el mejor momento para probarlo y quién sería el primer mutante que Xavier buscaría con él. Afortunadamente no tuvieron que esperar demasiado.
Una tarde, mientras los dos hablaban en el despacho de Xavier, alguien llamó a la puerta.
-Adelante.
El que entró fue un chico pelo castaño de unos quince años, de melena abundante y ojos rojos.
-Hola, Rémy. ¿Qué ocurre?
Rémy Etienne LeBeau llevaba sólo un par de semanas con ellos. Pertenecía a un ancestral gremio de ladrones de Nueva Orleans, y cuando Xavier organizó una excursión para visitar las mansiones victorianas de la zona, Rémy le robó la cartera a uno de sus muchachos. Xavier lo detuvo con su mente e hizo que le devolviera la cartera al chico. Entonces descubrió que era un mutante, y lo acogió en su escuela.
Rémy tenía el poder de cargar cualquier objeto de energía cinética. Cuando el objeto en cuestión se cargaba y lo lanzaba, este explotaba al chocar con su objetivo. Además Rémy (que entre su gremio era conocido como Gambito) iba a todas partes con una baraja francesa de la que nunca se separaba.
-Hay un hombre en la entrada principal, profesor. Quiere hablar con usted.
-¿Ha dicho cómo se llama?
-Duncan. Fred Duncan.
-Gracias, Rémy. Ya nos encargamos nosotros.
Rémy miró brevemente a Magneto y salió del despacho.
-¿Tú amigo del FBI?-inquirió Magneto.
-Sí. Vamos, acompáñame.
-¿Y qué es lo que quiere?
-No lo sé hasta que me lo diga. Quizá pase algo con algún chico. Esta puede ser la ocasión que estábamos esperando, ¿no crees?
Magneto respondió con un gruñido.
-Por favor, Magnus, sé que no te cae bien, pero cuando lo veas trata de controlarte. Él no es el enemigo.
-Está bien. Te prometo que no me meteré con él. Siempre que no se meta él conmigo.


Xavier invitó a Duncan a entrar y le presentó a Eric.
-No es necesario, ya conozco al señor Lensher-le interrumpió, mirando a Eric con clara hostilidad-No sabía que te relacionaras con criminales, Charles.
-Vaya, veo que busca pelea-dijo Eric, dando un paso hacia él.
-Por favor, calmaos los dos. Ahora estamos todos del mismo bando. ¿Por qué no firmáis una tregua?
-Está bien-dijo Duncan, mirando a Eric con desconfianza-Además el asunto que me trae aquí es importante.
Xavier le pidió que se lo contara mientras los tres iban de camino a su despacho.
-¿Has visto las noticias de esta mañana?
-No, lo siento. Estaba ocupado.
-Bien, entonces te haré un resumen. Ocurrió en Chicago. A un chico le salieron rayos de los ojos y alcanzó una grúa, que dejó caer un gran peso sobre la multitud. Volvió a lanzar un segundo rayo sobre la grúa para salvar a la gente, pero estos se volvieron contra él y tuvo que escapar para salvar la vida. Se subió a un tren pero ignoramos hacia dónde.
-¿Sabemos algo sobre ese chico?-preguntó Xavier.
-Esto ocurrió hace seis horas. Mi gente ha estado trabajando desde entonces y hemos conseguido averiguar mucho sobre el chico. Se llama Scott Summers. Su padre era el mayor Christopher Summers, piloto de pruebas de las Fuerzas Aéreas. Una noche que regresaban en un avión particular de las vacaciones su avión fue atacado por un Objeto Volador No Identificado.
-¿Alienígenas?-preguntó Eric con sarcasmo.
_Magnus, no lo interrumpas-le reprendió Xavier.
-Los únicos supervivientes fueron Scott y su hermano Alex. A sus padres les dieron por muertos, aunque nunca encontraron sus cuerpos. A los dos niños los encontraron tirados en un campo, con un único paracaídas. Al parecer el paracaídas no pudo soportar el peso de los dos y se rompió. La caída le produjo a Scott un daño irreversible en la parte frontal del cerebro, impidiéndole controlar los rayos que emiten sus ojos. Al menos eso creemos. A Alex lo adoptaron, mientras que Scott estuvo un año en coma. Cuando se recuperó lo enviaron a un orfanato en Omaha, Nebraska. Años después empezó a quejarse de dolores de cabeza y oculares. Sus rayos oculares surgieron en algunas ocasiones, pero duraron poco tiempo. Su oftalmólogo nos dijo que lo único que podía controlar sus rayos oculares eran unas lentes de rubí que él le había fabricado. En Chicago sus poderes emergieron de forma permanente, y algunas personas afirman haberle visto ponerse unas gafas algo extrañas antes de subirse al tren. Charles, creo que ese chico podría ser un buen candidato para los X-Men.
-Sí, pero ahora está solo y asustado y tenemos que encontrarle.
-¿Y cómo lo harás? No sabemos dónde puede estar.
-Ha llegado el momento de usar a Cerebro-dijo Xavier en tono solemne-Bajemos.

viernes, 12 de julio de 2013

Viejos amigos. Capítulo 58

58. Dudas

-¿De dónde has sacado ese casco?-le preguntó Xavier nada más verlo.
Eric llevaba puesto un casco morado que le cubría toda la cabeza excepto los ojos, la nariz y la boca; un casco muy similar al que lucían los antiguos gladiadores.
-He sufrido un pequeño accidente y tengo que llevarlo durante una temporada.
Xavier lo observó durante varios segundos, en silencio.
-¿Entonces no has tenido nada que ver con la fuga de mi hermanastro del Vacío?
Esta vez fue Eric el que lo observó en silencio.
-¿Cómo dices?
-Me has oído perfectamente.
-No sé de qué me estás hablando, Charles. Ni conozco a tu hermanastro ni sé qué es el Vacío.
-Sí lo sabes. Llevabas tiempo pensando en ese lugar, y ahora sé por qué. Para sacar a Caín de allí.
-No digas tonterías, Charles. No le conozco. ¿Qué ganaría yo sacándole de allí?
-¿Entonces es una coincidencia que tenga las mismas propiedades que el de Caín?
-¿De qué me estás hablando?
-No puedo leerte la mente con el casco puesto. Extraño, ¿no crees?
-Te has vuelto algo paranoico con los años. Yo no estoy detrás de cada asunto relacionado con los mutantes. Además, mientras eso ocurría yo estaba en otro sitio.
-¿Dónde?
-¿Qué más da? Tú ya te has formado una opinión. Sí no me crees aquí estoy perdiendo el tiempo.
-Magnus, espera. Yo no quiero acusarte, pero dado tu historial... Dímelo.
-He encontrado a mis hijos.
-¿Tus hijos?
Xavier hizo memoria.
La esposa de Eric le abandonó al verle usar sus poderes y dio a luz a mellizos en una cueva abandonada. Unos gitanos los encontraron y se los llevaron.
-¿Los has encontrado?
-Sí.
Aquello no era del todo falso. Era cierto que los había encontrado, pero de eso hacía dos años.
-Aunque no fue un reencuentro agradable. Los dos también son mutantes. Pietro y Wanda. Se hacen llamar Quicksilver y Bruja Escarlata. Me culpan de la muerte de su madre, lo cual no se lo reprocho. Quise hablar con ellos, pero me atacaron y huyeron. Me hirieron en la cabeza y por eso tengo que llevar este casco durante una larga temporada.
Xavier asintió con la cabeza.
-Siento haberte juzgado antes de tiempo, Magnus-se disculpó Xavier-Espero que puedas perdonarme.
-Olvídalo. Es lógico que hubieras pensado algo así. Entre nosotros han pasado demasiadas cosas, y han dejado una profunda marca en nuestra amistad.
-Ojalá no fuera así.
-Lo mejor que podemos hacer ahora es pasar página y volver a la rutina diaria. ¿Qué tal si trabajamos un poco en Cerebro?
-Me parece una idea estupenda.

jueves, 11 de julio de 2013

Viejos amigos. Capítulo 57

57. La huída

Las antenas se doblaron hacia arriba y empezaron a comprimirse, como si una mano invisible las estuviera apretando.
-¿Qué tal?
Juggernaut se puso de pie miró a uno y otro lado y sonrió.
-Mucho mejor. Por primera vez en tres años me siento genial.
-¿Ya no te sientes débil?
A modo de respuesta, Juggernaut agarró seis barrotes con una mano y los arrancó como si fueran alambres.
-No, está claro que no.
-¿Has pensado algún plan?
-Tranquilo, crearemos una distracción para entretener a los guardias.
-Esos guardias llevan armas que producen el mismo efecto en mí que las antenas, y sin el casco soy vulnerable a esas armas.
-No te alcanzarán. Yo me encargaré de ello.
-¿Y cómo saldremos de aquí? Estamos en medio del mar y yo no sé volar.
-Yo sí. No te preocupes por eso.
La pesada puerta de la celda salió disparada de sus goznes, aplastando al guardia que la custodiaba, y al instante empezó a sonar una estridente alarma.
-Oh, vaya-comentó Magneto-Vamos, salgamos de aquí.
Los dos salieron al pasillo y este enseguida se llenó de guardias armados. Cuando los guardias los vieron corrieron hacia ellos, disparándoles.
Juggernaut cogió la puerta de la celda y usándola como escudo corrió hacia ellos, embistiéndolos.
-Buen trabajo-dijo Magneto.
Torcieron a la izquierda y al final del pasillo aparecieron seis guardias armados que empezaron a dispararles con sus armas de ondas alfa. Los dos retrocedieron hasta ocultarse detrás de la esquina y esperaron unos segundos. Luego Magneto volvió a salir, hizo que una de las armas volara hacia él y les disparó. Al instante empezaron a tambalearse, a perder el equilibrio y a vomitar.
-Tenemos que subir a la superficie-dijo Magneto-, pero creo que no cabes en el ascensor.
-Entonces buscaremos otra ruta.
Juggernaut atravesó el techo de un salto y Magneto le siguió elevándose en el aire. Aparecieron justo en medio de un pasillo. Por un lado y por otro aparecieron guardias armados.
-Maldición-dijo Juggernaut.
-Tranquilo, les daré algo con lo que entretenerse.
Extendió los brazos y las pesadas puertas de todas las celdas salieron volando, dejando libres a una docena de los mutantes más peligrosos del mundo. Los mutantes salieron, vieron a los guardias y empezaron a atacarlos con sus poderes, y los guardias les dispararon a su vez.
Mientras se desarrollaba aquella lucha, Juggernaut y Magneto siguieron subiendo, hasta que llegaron a la superficie.
-¿Y ahora qué?-preguntó Juggernaut.
-Arranca aquella puerta de allí-dijo señalando una puerta metálica rectangular de aproximadamente su tamaño.
Juggernaut lo hizo y la tiró al suelo.
-Ahora ponte sobre ella. Yo la elevaré en el aire y así podremos irnos.
Juggernaut soltó una carcajada y se colocó sobre la puerta. Magneto y la puerta se elevaron al mismo tiempo y empezaron a alejarse. Entonces aparecieron unos guardias que comenzaron a dispararles.
-Allí hay tres helicópteros-señaló Juggernaut-Podrían seguirnos.
-No lo harán.
Los tres helicópteros empezaron a mover sus hélices y se elevaron en el aire. Se alejaron de la prisión, dieron la vuelta y fueron directos hacia el Vacío. La explosión que se produjo fue impresionante, pero Magneto no se inmutó, y Juggernaut y él siguieron alejándose.

miércoles, 10 de julio de 2013

Viejos amigos. Capítulo 56

56. El plan de Magneto

Media hora después Magneto entró en la celda de Juggernaut. Unos barrotes dividían la celda en dos. A su lado había una silla, y al otro un banco, una cama, un lavabo y un retrete.
Juggernaut era dos veces más grande que él, y estaba sentado en el banco, con mala cara. Magneto sabía por qué.
En el techo había dos aparatos similares a antenas parabólicas, una en cada esquina de la parte de la celda que correspondía a Juggernaut, orientadas hacia el centro. Aquellas antenas emitían unas ondas alfa que mantenían a Juggernaut en un estado constante de mareo y debilidad. Las ondas alfa eran idénticas a las ondas cerebrales, y fueron una sugerencia de Charles Xavier para que pudieran mantener a raya a su hermanastro.
Magneto lo sabía porque el alcaide se lo había dicho mientras los guardias se aseguraban de que no hubiera ningún peligro para él una vez dentro. También le había dicho que dentro no había ninguna cámara, lo cual le daba libertad para hablar con Juggernaut de lo que quisiera.
-¿Juggernaut?-Magneto se acercó y se sentó en la silla.
Juggernaut lo miró, desconcertado.
-¿Me escuchas?
-¿Quién... eres? ¿Qué... quieres?
-Ayudarte si tú me ayudas a mí.
Entonces Juggernaut se inclinó hacia adelante y vomitó.
-¿Estás bien?
-No, no lo estoy. Me pasa de vez en cuando y la culpa es de esas antenas.
-Eso podría acabar si me ayudas.
-¿Quién eres?-le preguntó con recelo.
-Magneto.
-No te creo. Demuéstralo.
Dos de los barrotes se separaron unos veinte centímetros y volvieron a alinearse.
-Vale, eres quien dices ser. ¿Y a qué debo el honor de recibir la visita del poderoso Magneto?
-Necesito algo de ti.
-¿Qué te hace pensar que voy a ayudarte?
-Si me ayudas, te sacaré de aquí.
-Me reiría si eso no me hiciera vomitar.
-Hablo en serio.
-¿Por qué ibas a sacarme de aquí?
-Un trato es un trato. Si me ayudas te sacaré de aquí. Las compuertas de las celdas son metálicas. No sería complicado.
Juggernaut le miró en silencio, considerando la posibilidad.
-¿En qué puedo ayudarte?
-He oído por ahí que tienes un casco que impide que tu hermano...
-Hermanastro.
-Sí, claro, hermanastro. Que impide que tu hermanastro te lea el pensamiento y que domine tu mente.
-¿Y?
-Si me consigues un casco como el tuyo, te sacaré de aquí.
-¿Por qué quieres un casco como el mío?
-Estoy metido en algo y es muy importante que tu hermanastro no sepa en qué estoy pensando. Lo echaría todo a perder.
-Quizá no te hayas fijado, pero me han quitado el casco.
-¿Tienes más o sólo ese?
-Tengo más.
-Bien. ¿Si te saco de aquí me proporcionarás uno?
-Sí, lo haré.
-Bien-Magneto se puso de pie.
-¿Cuándo me sacarás de aquí?
-Ahora mismo–y se puso de pie.

martes, 9 de julio de 2013

Viejos amigos. Capítulo 55

55. El historial de Magneto

-Su verdadero nombre es Eric Magnus Lensher-dijo el alcaide-y nació siendo mutante. Tiene poder sobre los metales y los campos magnéticos y estos poderes surgieron durante su adolescencia, cuando estaba en el campo de prisioneros de Brunau.
-¿Es judío?-preguntó Magneto, con aparente interés. Aún recordaba el número de serie que tenía tatuado en su brazo.
-Sí, lo es, y el trauma por el que pasó hizo emerger sus poderes, pero sólo una única vez.
-¿Qué pasó?
El alcaide le contó lo de su fusilamiento y el desvío de las balas.
-Vaya, es increíble. ¿Y no volvió a suceder nada parecido?
-No. Solamente ocurrió ese episodio.
-Ya veo. ¿Tiene alguna foto suya?
-Sí, tenemos una.
A Magneto se le aceleró el pulso.
-Aunque es vieja. Se la hicieron a los 17 años, cuando lo liberaron del campo.
-¿No tiene ninguna actual?
-Lamentablemente, no. Ahora mismo desconocemos el aspecto que puede tener. Podría estar cerca de nosotros y no lo sabríamos.
-Dios no lo quiera. Hábleme más de él.
El alcaide lo sabía prácticamente todo sobre él. Sabía que conoció a Magda en el campo, que luego se casaron y tuvieron una hija. Conocía la muerte de Anya, su etapa en Israel, su amistad con Charles y lo de Sudamérica. Pero a partir de ahí nada más.
-Menudo elemento-comentó Magneto.
-Y que lo diga. Está mal que yo lo diga, pero está loco como una cabra.
Magneto tragó saliva y procuró serenarse.
-Debería estar encerrado.
-Sí. Cree que los mutantes son el siguiente paso en la evolución, que humanos y mutantes no pueden coexistir pacíficamente y que estos harían bien en desaparecer.
-Sin duda está loco.
-Tan loco como Hitler.
Las puertas de las celdas por las que pasaron temblaron brevemente.
-¿Qué ha sido eso?-preguntó uno de los guardias.
-¿El qué?-replicó Magneto, fingiendo no haberse enterado.
El guardia se encogió de hombros.
-Nada.
-Será por la humedad-dijo el alcaide.
-Todo este lugar está hecho de metal. ¿Cómo puede encerrar aquí a alguien como él?-preguntó Magneto.
-Tenemos un collar especial para él-respondió el alcaide-, no bloquea sus poderes pero los reduce considerablemente.
Jamás conseguirás ponerme ese collar, amigo, pensó Magneto.
-Bien, ahora me gustaría entrevistar a alguno de sus reclusos.
El alcaide se detuvo y se volvió hacia él.
-¿Cómo dice?
-Quisiera...
-Ya le he oído, pero me temo que no va a poder ser. Además de que es una idea poco recomendable, necesita la autorización firmada del alcalde de Nueva York.
-¿Se refiere a esto?-Magneto se sacó un documento del bolsillo interior de su chaqueta y se lo tendió al alcaide.
-Vaya, parece que no ha perdido el tiempo.
El documento era falso, pero el alcaide no pareció darse cuenta.
-La autorización está en regla-el alcaide lo miró a los ojos-¿Seguro que quiere hacerlo? Los reclusos son todos muy peligrosos.
-Sí.
-¿No puedo convencerlo de lo contrario?
-No. Es necesario para el reportaje. Además sé que los guardias estarán cerca.
-Está bien, es decisión suya. Allá usted. ¿A quién quiere entrevistar?
-Al mutante que se hace llamar Juggernaut.

lunes, 8 de julio de 2013

Viejos amigos. Capítulo 54

54. Galería de celebridades

-¿Por qué no me habla de los reclusos que están aquí?-preguntó Magneto-¿Hay muchas celebridades?
-Antes que nada, señor Jameson, quiero que sepa que no considero a todos los mutantes una amenaza. Algunos llevan una existencia tranquila, sin utilizar sus poderes; otros los utilizan para ayudar a los demás y otros los usan para hacer daño. Es a estos últimos a los que creo que hay que encerrar.
-Claro, estoy de acuerdo con usted-concedió Magneto.
-Están convencidos de que están por encima del resto del mundo, y hacen lo que les place. Y no es así. Ellos también tienen que acatar unas leyes y seguir unas normas de conducta.
-Y cuando no lo hacen los traen aquí.
-Sólo a los más peligrosos. Aquí no hay únicamente mutantes de nacimiento, señor Jameson, también hay personas que vieron alterado su ADN debido a algún accidente, pero que son igualmente peligrosas.
-¿Por ejemplo?
El alcaide se detuvo frente a una celda que tenía una pequeña abertura a la altura de los ojos y le invitó a echar un vistazo.
Magneto vio a un hombre tumbado, encerrado en una especie de cápsula que lo mantenía inmovilizado.
-¿Está dormido?
-No, sedado. Y así estará el resto de su vida si es necesario.
-¿Qué le pasa?
-El hombre de esta celda es el doctor Bruce Banner. En un experimento fallido se vio expuesto a los rayos gamma y estos mutaron sus genes de forma drástica. Cada vez que sufre dolor físico o emocional se convierte en un inmenso ser de color verde que lo destruye todo a su paso. Es una amenaza para la sociedad y por eso lo mantenemos sedado.
Magneto asintió con la cabeza.
-El caso del doctor Banner no es el único. Aquí hay otros científicos cuyos experimentos fallidos cambiaron sus cuerpos para siempre.
-Hábleme de los mutantes más peligrosos.
Magneto, el alcaide y los dos guardias volvieron a ponerse en marcha.
-Arkady Gregorovich-dijo el alcaide señalando otra celda-alias: Omega Red. Fue la respuesta soviética al Capitán América, pero se les escapó de las manos. Gregorovich ya era un psicópata antes de someterse al experimento que lo convirtió en un mutante. Tiene dos tentáculos de carbonadium que le salen de los antebrazos. El carbonadium es una aleación similar al adamantium pero menos resistente. Estos tentáculos producen feromonas de la muerte, unas esporas capaces de matar a cualquiera que esté en sus proximidades. Omega Red también es vulnerable a ellas. Para conseguir estabilizar su cuerpo necesita un aparato llamado sintetizador de carbonadium, que afortunadamente aún no ha encontrado. Además para mantenerse vivo necesita absorber la esencia vital de otros seres vivos. Es una víctima de su propia mutación.
-¿Cómo lo mantienen a raya?
-Lo tenemos en estado criogénico desde la Guerra Fría. En esta otra celda tenemos a un mutante que se hace llamar Pyros. Era un novelista mediocre, pero sus libros tenían muchos fans. Entonces un día desapareció y regresó como un mutante. Puede controlar el fuego y darle forma, pero no puede generarlo. Tiene medio rostro quemado.
Torcieron a la derecha y enfilaron por el pasillo.
-Dígame, ¿existe algún mutante que quieran encerrar aquí pero que aún no han podido atrapar?
-Oh, sí, hay unos cuantos.
-¿Por ejemplo?
-Le hablaré de uno de ellos. Uno de los más peligrosos. Se hace llamar Magneto.
Magneto le miró con atención. Se preguntó qué sabrían de él. ¿Tendrían alguna foto suya?
-Soy todo oídos.

viernes, 5 de julio de 2013

Viejos amigos. Capítulo 53

53. El Vacío

La semana siguiente colocaron la pasarela y cuando terminaron los dos pasaron por encima para comprobar si aguantaba su peso, y lo hizo.
La pasarela llegaba hasta el centro mismo del abismo, y Xavier se sintió mareado al asomarse al vacío. Ambos regresaron al piso superior. Xavier tenía una clase de literatura inglesa y Eric iba a entrenar a una docena de chicos en el uso de sus poderes.
Aquella noche Xavier hizo la cena para celebrar aquel segundo paso, pese a las protestas de Eric de que le dejara hacerla a él. Más tarde Eric le pidió a su amigo un par de días libres para atender unos asuntos personales, y Xavier se los concedió. Estaba demasiado entusiasmado en los avances de Cerebro como para pensar que Eric pudiera estar tramando algo.


El helicóptero aterrizó en la Plataforma 3 y su pasajero descendió, protegiéndose la cabeza del viento producido por las hélices. El alcaide en persona lo estaba esperando a unos metros con dos guardias. El pasajero se acercó a él y le estrechó la mano.

-El señor Jameson, ¿verdad?
-Sí, así es-dijo Magneto.
-¿Me enseña algún carnet que lo identifique como tal? Es una simple formalidad. Quiero asegurarme que usted es quien dice ser.
-Por supuesto-Magneto le dio su carnet y lo observó detenidamente, temiendo que su tapadera se desvelara, pero no fue así.
El alcaide se lo devolvió con una sonrisa y le pidió que lo acompañara.
Aquel carnet falso identificaba a Magneto como John Jonah Jameson, periodista del Daily Bugle.
-Tengo entendido que quiere escribir un artículo sobre El Vacío.
-En realidad es un reportaje. Ocupará varias páginas, así que quiero que me lo cuente todo.
-Le ayudaré en todo lo que pueda.
-Se lo agradezco. Dígame, ¿qué es El Vacío? Yo ya lo sé, pero la mayoría de nuestros lectores ignora su existencia.
-Claro, El Vacío... ¿no va a apuntar nada?
-Tengo una grabadora-dijo, tocándose el bolsillo de la cazadora.
-De acuerdo-el alcaide, Magneto y los dos guardias entraron en un ascensor y bajaron a la primera planta-El Vacío es una prisión de máxima seguridad para mutantes. Aquí están los mutantes más peligrosos y poderosos del planeta.
-Entiendo. ¿Y no teme que puedan huir? ¿No podrían utilizar sus poderes?
El alcaide sonrió.
-Lo dudo mucho, señor Jameson. Cada celda de esta prisión está diseñada exclusivamente para albergar a su ocupante. Tenemos un extenso archivo con toda la información sobre los mutantes que están aquí encerrados. Conocemos todos sus puntos débiles y adaptamos las celdas en función de sus poderes.
El ascensor se abrió y Magneto vio un largo pasillo con muchas puertas blindadas a cada lado, cada una con una letra y un número.
-Las puertas son de acero reforzado y tienen un grosor de cincuenta centímetros.
-¿Cuál es la capacidad de esta prisión?
-Actualmente tenemos encerrados a unos cien mutantes, pero El Vacío tiene quinientas celdas en total.
-¿Y por qué está ubicada en el mar y no en tierra firme?
-Por mera precaución, señor Jameson. Si algún mutante, por alguna extraña razón, consiguiera escapar de su celda, no le quedaría más remedio que irse volando, o irse nadando.
-Hay mutantes que pueden volar.
-Sí, pero los tenemos muy controlados. Por esa misma razón sólo existen unas pocas personas que conozcan su ubicación exacta. Si algún mutante averiguara dónde está, podría querer sacar a algunos de los que están aquí. Y eso no puede ocurrir de ninguna de las maneras.
Demasiado tarde, pensó Magneto.

jueves, 4 de julio de 2013

Viejos amigos. Capítulo 52

52. Los X-Men

-¿Entonces por eso montaste todo esto? ¿Por eso quieres construir ese ordenador?
-Bueno, es una de las razones.
Eric meneó la cabeza.
-Tú y tu irracional necesidad de ayudar. No me voy a meter contigo por eso, Charles, es decisión tuya, pero ten cuidado. Yo no me fiaría de ese hombre. Y menos siendo del FBI.
-Olvidas que puedo leerle la mente, Magnus. Si tiene algún plan secreto, cosa que no es así, yo lo sabría.
Xavier se detuvo frente a la puerta que ponía "hangar" y pulsó otro código. La puerta se abrió y ambos entraron en un enorme hangar.
-Este es uno de los regalos del señor Duncan.
Eric observaba atónito un extraño avión que ocupaba casi todo el lugar, de un color azul oscuro y las alas plegadas hacia adelanta en vez de hacia atrás.
-Este es el Halcón-dijo Xavier-Es un prototipo de avión militar que no se llegó a aprobar y el señor Duncan y sus amigos me lo han cedido amablemente para cuando el grupo de mutantes esté formado y entrenado.
-Veo que no ha reparado en gastos. ¿Y ese grupito tiene nombre?
Entonces Xavier sonrió.
-Sí. Duncan me dejó lo del nombre a mí. He decidido llamarlos X-Men.
-¿X-Men? O sea, los Hombres de Xavier, ¿no?-Eric soltó una carcajada-Vaya, veo que te has vuelto muy humilde-dijo con sarcasmo.
Xavier sonrió.
-Algún nombre tenía que tener, ¿no? Y no me negarás que suena bien.
-Sí, sí, suena bien. Pero a mí déjame al margen. Yo sólo te ayudaré con el ordenador. Me dan igual tus otros proyectos para ayudar a los indefensos. ¿De acuerdo?
-De acuerdo, Magnus. Como quieras.
-Bien, ahora regresemos al mundo real. Tengo una clase dentro de diez minutos.


Xavier habló con el dueño de una siderurgia y le pagó para que le hiciera las placas metálicas que colocaría en el techo y las paredes. Eric le sugirió que utilizara sus poderes para que las hiciera gratis, pero Xavier no quiso escucharlo. Dos semanas después las recibió. Pagó 60.000 dólares y aquel fin de semana Eric fue desplazándolas en el aire y colocándolas en su sitio siguiendo las instrucciones de su amigo. Aún faltaba mucho para ver terminado el ordenador, pero ya habían dado el primer paso y los dos estaban emocionados. A última hora de aquella tarde las paredes y techo de la sala semiesférica ya estaban totalmente cubiertas y ya mostraba un aspecto totalmente distinto a la primera vez que entraron en ella.
El siguiente paso sería montar la pasarela, pero para eso aún quedaba tiempo.
Aquella noche Eric hizo la cena para celebrar aquel primer paso.
-Dime, Charles, ¿has pensado algún nombre para el ordenador o lo llamarás simplemente "ordenador"?
-Sí, creo que lo llamaré Cerebro.
-Es un nombre lógico. Tengo una pregunta sobre tu avión de última generación que quizás puedas responderme.
-Adelante.
-Si el hangar está bajo tierra, ¿cómo se supone que vas a hacerlo despegar, genio?
-El hangar está debajo de la cancha de baloncesto y el Halcón puede despegar verticalmente. Llegado el momento la cancha se abrirá y el Halcón saldrá por ahí.
-Ah, veo que lo tienes todo preparado.
-He tenido que pensar en muchas cosas para que todo encaje a la perfección.
-Ya veo. ¿Y tus X-Men también llevarán unos trajes con una X en el pecho o irán con ropa informal?-le preguntó sonriendo.
-No lo sé, Magnus, no es mala idea. Pero aún quedan años para que eso ocurra. Todo se andará.

miércoles, 3 de julio de 2013

Viejos amigos. Capítulo 51

51. Fred Duncan

Fred Duncan fue a verle a principios de año, cuando aún lo estaba organizando todo. Xavier estaba recorriendo los terrenos de la mansión cuando vio a alguien frente al portal de la entrada. Supo quién era antes de que le enseñara su placa.
-¿Charles Xavier?-preguntó educadamente.
-Sí. ¿En qué puedo ayudarle, señor...?
-Fred Duncan, del FBI. Pero estoy seguro de que usted eso ya la sabía, ¿verdad?-le preguntó, sonriéndole.
Xavier le abrió el portal y lo invitó a pasar.
-Bien, usted dirá.
-Bueno, yo...
-Sí, es cierto, pero sigo prefiriendo hablar a leer el pensamiento. Me gusta el contacto humano.
Fred Duncan caminó a su lado por entre los cedros.
-Está bien, iré directo al grano. Hay muchas personas, señor Xavier, que consideran a los mutantes una amenaza. La mayoría de mis compañeros están incluidos en ese grupo.
-Pero usted no, por lo que veo.
-No, tiene razón. Yo y unos cuantos más no opinamos lo mismo. Existe una lista, señor Xavier...
-Llámeme Charles, o si lo prefiere, simplemente Xavier.
-De acuerdo, Xavier. Como le estaba diciendo, existe una lista con el nombre de los cien mutantes más poderosos y peligrosos. Su nombre está entre los primeros puestos, y por eso he venido a verle. A proponerle un trato.
-Está empezando a picarme la curiosidad.
-Yo y mis colegas creemos que ciertos mutantes podrían servir de ayuda si ocurriera alguna catástrofe o situación de peligro.
-Comprendo. Me está hablando de formar un grupo de mutantes que, en caso de amenaza, usarían sus poderes por el bien de la humanidad, para su protección.
-Sí, así es. ¿Qué le parece la idea?
-Suena interesante, pero, ¿quién está al tanto de este plan?
-Como le he dicho, yo, y unos cuantos colegas. Si se llevara a cabo, sólo nosotros lo sabríamos. Si aceptara hacerlo, le proporcionaríamos los medios y la tecnología necesaria.
Xavier asintió con la cabeza, pensativo.
-Señor Duncan, en mi escuela sólo habrá niños y adolescentes imberbes. La mayoría no controla sus poderes o están asustados ante su nueva situación. Ese grupo de mutantes, tendrían que controlarlos a la perfección.
-Esto no corre prisa, Xavier, usted podría seleccionar a algunos de sus alumnos y entrenarles en el uso de sus poderes.
-Creo que lo haré, pero también podría tratar de buscarlos por el mundo.
-¿Ha pensado en algo?
-Si pudiera aumentar mis poderes mentales... -dijo en un susurro, más para sí que para Duncan. Luego lo miró-Estoy dándole vueltas a algo. Está bien, señor Duncan, me seduce mucho su oferta. Acepto el acuerdo-Xavier le estrechó la mano y le acompañó a la salida-Seguiremos en contacto.
-Me alegro de que suba a bordo. No se arrepentirá.
-Lo sé-Xavier hizo girar su silla y regresó al interior de la mansión.

martes, 2 de julio de 2013

Viejos amigos. Capítulo 50

50. Bajo tierra

-Algunos niños te tienen miedo-dijo Xavier. Los dos estaban en su despacho. Eric estaba junto a la ventana, observando a algunos de los niños jugando al baloncesto. Uno niño de gafas recibió el balón, desapareció, apareció dos metros más adelante, volvió a desaparecer y apareció en el aire mientras encestaba-Tu presencia les impone demasiado.
-Mejor, así aprenderán que las cosas no son tan fáciles ahí afuera.
-Son niños, ya tendrán tiempo para aprenderlo.
-No me has llamado para hablarme de mis métodos de enseñanza, ¿verdad, Charles?
-No, es cierto-Xavier fue hasta la pared que quedaba a la derecha de su escritorio, la tocó, y ésta se abrió, mostrando un ascensor al otro lado.
-Vaya, ¿tienes tu propio ascensor? Porque, que yo sepa, yo no lo tengo en mi despacho.
-Este ascensor va a donde ningún otro puede hacerlo. Entra.
Eric entró detrás de Xavier, y éste tocó con el dedo un punto debajo del botón de la primera planta.
-Charles, o estás borracho o necesitas gafas. El botón de la primera planta está un poco más arriba.
Entonces vio que se iluminaba un botón debajo del dedo de su amigo, y lo miró, sorprendido.
-¿Un botón oculto? No lo entiendo.
-Es por seguridad. No quiero que nadie baje allá adonde vamos. De momento, nadie más puede ni debe verlo.
-¿Adónde vamos?
-Muy abajo. Quiero que veas el lugar en el que vamos a ubicar el ordenador.
Las puertas se abrieron y Eric vio delante de sí un largo pasillo.
-Vaya, parece que no has perdido el tiempo.
A derecha e izquierda había gruesas puertas acorazadas, similares a las de los Bancos y en cada una de ellas una gran equis en relieve. Eric leyó los rótulos de algunas puertas. "Sala de Entrenamiento", ponía en una, "Hangar" en otra el doble de ancha que las demás. Otras eran laboratorios, sala de rayos X, etc. Estaba bastante impresionado.
-Charles, ¿cómo has hecho para construir todo esto?¿Y para qué sirve?
-Para cuando sea necesario, Magnus. Y creo que lo será en un futuro no muy lejano.
Xavier se detuvo frente a una pesada puerta de titanio y se acercó a un teclado que había a la izquierda. Pulsó una serie de números y la puerta se abrió. El lugar era enorme, pero estaba vacío. Tenía forma semiesférica, como en el dibujo de Charles y no había suelo. En su lugar había un gran abismo que se perdía en su negrura.
-¿Qué profundidad tiene?-preguntó Eric, que se elevó en el aire y se detuvo sobre el abismo.
-Unos cien metros-respondió Xavier desde la puerta-Como te mostré en el dibujo, la pasarela irá hasta el centro, más o menos donde estás tú ahora. ¿Qué opinas?
-¿La pasarela irá sobre algún apoyo?
-No. Irá desde donde estoy yo hasta donde estás tú. La idea es que tu extremo no se venga abajo. Tiene que soportar el peso del ordenador y de dos o tres personas por lo menos.
-Lo mejor será utilizar acero o titanio. Creo que con eso será suficiente.
-¿Y las placas de las paredes y el techo?
-Acero galvanizado irá bien.
-Estupendo.
Eric regresó junto a él y Xavier cerró las puertas.
-Después te daré el código para que puedas entrar siempre que quieras.
-Bien. ¿Me dirás ahora qué hay en las otras salas y de dónde sacaste la idea?
-Claro. En realidad no fue idea mía.
-¿No? ¿De quién, entonces?
-De un hombre llamado Fred Duncan...

lunes, 1 de julio de 2013

Viejos amigos. Capítulo 49

49. Documentos secretos

Una noche de luna llena, un coche se detuvo frente a un viejo motel de carretera. Le hizo señales a alguien con las luces delanteras y poco después la puerta del asiento del copiloto se abrió.
-Llegas tarde.
-Lo siento-se excusó el conductor, algo nervioso-El tráfico estaba cortado y tuve que desviarme.
-No quiero que me cuentes tu vida-replicó Magneto-¿Has traído lo mío?
El otro hombre abrió la guantera y le dio un sobre. En él había un carnet de identidad y un documento doblado por la mitad.
-Bien-Magneto sacó de su bolsillo seiscientos dólares y se los entregó.
-¿Por qué tanta prisa, si no es mucho preguntar?-preguntó, con voz temblorosa.
-Tengo que entrar en un sitio y no puedo dar mi verdadero nombre, porque se me echarían encima. Además tengo un proyecto importante entre manos y antes de llevarlo a cabo tengo que entrar en ese sitio y hablar con cierta persona para que me dé algo que necesito.
-¿Y cuál es ese sitio?
-¿Sabes que la curiosidad mató al gato?-replicó Magneto, guardándose el sobre en el interior de la chaqueta. Salió del coche y se despidió de su contacto. Cuando estaba a unos cinco metros, el coche empezó a comprimirse. El techo y las puertas empezaron a hundirse hacia dentro y el conductor empezó a chillar y a pedir auxilio. Cinco segundos después sólo reinaba el silencio.
Magneto devolvió al coche su forma inicial, abrió la puerta del conductor y recuperó su dinero.
-Gracias por tus servicios-y se fue andando tranquilamente.
Al día siguiente era la presentación del curso.

viernes, 28 de junio de 2013

Viejos amigos. Capítulo 48

48. El nuevo profesor

-Al final lo hiciste-dijo Eric avanzando hacia él.
-¿Qué te parece?
-Si te soy sincero, la verdad es que me has sorprendido. Pensé que esta idea tuya no pasaría de eso, una idea, pero veo que al final la has llevado a cabo.
-¿Te parece bien?
-Es tu sueño, no el mío-se limitó a responder Eric.
-Vamos, no te quedes en la puerta.
Xavier le guió por el pasillo hasta su despacho.
-Esta es la primera vez que estoy en tu casa.
-¿Y bien?
-No está mal. Aunque es mucho espacio para una sola persona.
-A partir de la semana que viene vivirán aquí más de doscientas personas, así que no tendré tiempo de sentirme solo.
-Bien. Espero que tengas éxito con este proyecto tuyo.
-Y yo también. Y hablando de proyectos, me gustaría hablarte de algo en lo que llevo trabajando un tiempo.
-¿De qué se trata?
-Es un ordenador.
-¿Un ordenador?¿Qué clase de ordenador?
-Uno único en el mundo. Si funciona, al conectarme a él podría amplificar mis poderes mentales de forma ilimitada y permitirme encontrar a cualquier mutante en todo el mundo. He hecho un diseño primario, pero necesito a alguien que me ayude a construirlo.
-¿Necesitas mi ayuda?
-Sí.
Eric lo pensó durante un segundo.
-¿Tienes aquí los diseños?
Xavier abrió un cajón y le tendió los dibujos por encima de la mesa. El primero era una sala inmensa, de forma semiesférica, y toda ella estaba cubierta por una especie de placas rectangulares. Una pasarela iba hasta el centro de la sala, sólo que no había suelo; la pasarela se sostenía sobre un abismo y al final de la misma estaba el ordenador.
-¿Lo que cubre el techo son placas metálicas?
-Sí. Las ondas psíquicas de mi cerebro aumentan al rebotar en ellas.
Eric examinó el boceto del ordenador. Era una especie de mesa de control semiesférica a la que estaba conectado un casco metálico mediante unos conductores de acero. O eso es lo que parecía.
-Para ser los primeros esbozos no está mal. ¿Ya sabes dónde lo vas a ubicar?
-Sí, debajo de la mansión. ¿Qué me dices, te interesa?
Eric asintió lentamente con la cabeza.
-Tiene posibilidades.
-¿Aceptas?
-Acepto-y le estrechó la mano.
-¿Por qué?
-¿Qué?
-¿Por qué aceptas? Siento curiosidad.
Eric se encogió de hombros.
-Yo también. Me gustaría saber cuántos como nosotros hay en todo el mundo.
-Es una buena razón. Otra cosa. Si vas a ayudarme con el ordenador, lo adecuado es que ocuparas una habitación, aquí, en vez de estar yendo y viniendo constantemente.
-Sí, es preferible. ¿Qué tienes en mente?
-¿Qué te parecería ser profesor en mi colegio?
-¿Cómo dices?-Eric se rió-¿Yo profesor?
-Piénsalo, es lo más lógico. Así la gente no se preguntará quién es el tipo ese de pelo blanco que ronda por el colegio.
-¿Y de qué se supone que sería profesor?
-¿Qué te parece de ciencias?
-¿Ciencias?¿Yo no sé nada de ciencias?
-Claro que sí. Eres el mayor experto en magnetismo que conozco.
Eric se rió y luego miró a su viejo amigo.
-Está bien, Charles. Acepto. Seré tu profesor de ciencias.

miércoles, 26 de junio de 2013

Viejos amigos. Capítulo 47

47. La escuela abre sus puertas

A finales de año las obras en la mansión llegaron a su fin, pero hasta octubre del año siguiente no abrió sus puertas.
Durante aquellos diez meses Xavier habló con amigos suyos acerca de su proyecto, y estos a su vez hablaron con sus amigos y conocidos, y en unos meses prácticamente todos los mutantes conocían la existencia de su escuela. Antes de darse cuenta ya tenía a doscientos chicos matriculados, y se sintió muy orgulloso de ello.
La primera en matricularse fue la hija de su buen amigo John Grey. En apenas año y medio Jean se había convertido en una chica preciosa que rebosaba alegría y vitalidad. No se parecía en nada a aquella chiquilla triste y apagada que lo había visitado en el hospital. Cuando John la llevó a ver cómo era el lugar, Jean corrió hacia Xavier y se tiró a su cuello. Su padre la reprendió por ello, pero Xavier le quitó importancia.
Xavier les llevó en una visita guiada por las instalaciones, y Jean corrió delante de ellos por los pasillos.
-Me gusta lo que has hecho aquí-comentó John, maravillado-Y se ve que no has reparado en gastos.
-Gracias. Este es un proyecto deseado desde hace mucho tiempo y me alegra poder llevarlo a cabo.
-Dime, ¿ya lo tienes todo preparado para la gran apertura?
-Aún no. Me queda reunir la plantilla de profesores, pero confía en mí, todo estará listo para el día D. ¿Qué tal está Jean?
-Gracias a ti, de maravilla. Desde que le pusiste esa barrera en la cabeza es una niña diferente. Sin pesadillas, ya sonríe, tiene amigas, y no ha usado sus poderes desde entonces.
-Bien. En cuanto empiecen las clases quitaré la barrera psiónica de su mente y me ocuparé personalmente de entrenarla en el uso de sus poderes.
-Te estoy muy agradecido por ello, Charles-John le estrechó la mano y se despidió de él. Jean le dio un beso en la mejilla, y poco después se marcharon.
Unos dos meses antes de la apertura de la escuela Xavier empezó a reclutar a los profesores, todos ellos mutantes amigos suyos con deseos de ayudar. John, su terapeuta del hospital, finalmente aceptó su oferta y se unió a la plantilla como profesor de anatomía. Al igual que al resto de los profesores, Xavier le facilitó una copia de los expedientes de los alumnos (datos personales, poderes, etc...) para que fuera conociéndolos.
Que John aceptara unirse a su equipo fue una gran sorpresa, pero fue mayor la que se llevó una semana antes de la inauguración.
Cuando recibió la visita de su viejo amigo Eric.

martes, 25 de junio de 2013

Viejos amigos. Capítulo 46

46. Rumbo al hogar

Una semana después de recibir la carta de Gabrielle, Charles decidió que ya había llegado el momento de abandonar el hospital, aun en contra de los deseos de los médicos.
-Pero, señor Xavier-protestó el doctor Marvin-, ¿está usted seguro? Le ruego encarecidamente que lo piense. Aún podemos seguir haciéndole más pruebas y su rehabilitación...
-Mi rehabilitación no está dando los resultados esperados, y ambos lo sabemos. Yo sé que no volveré a caminar y usted también. Aquí no hago más que perder el tiempo y ocupar una habitación que podría utilizar alguien que la necesitara más que yo, así que ahora mismo voy a firmar los papeles del alta y me marcharé por esa puerta.
-¿No puedo convencerlo de que cambie de idea?
-No.
-Está bien, es decisión suya aunque no la comparto-el doctor Marvin le estrechó la mano y le deseó suerte.
Xavier entró en la sala de rehabilitación para despedirse de John.
-Entonces es cierto que nos deja-dijo John con tristeza.
-Sí, aquí ya no pueden hacer nada más por mí, así que lo mejor es que vuelva a la rutina de mi vida.
-Le echaré de menos. Me gustaba mucho su compañía. ¿Con quién voy a hablar ahora de...? Ya sabe, de nuestras cosas.
-Verás, John, voy a abrir un colegio para jóvenes mutantes a finales de año, para que aprendan a usar sus poderes, a controlarlos, etc., y necesitaré profesores. Si te cansas de este lugar, ven a verme.
-¿Está hablando en serio?
-Sí.
-¿Yo profesor? Pero yo no tengo ni idea de enseñar. No sabría...
-Tú tienes mucho que enseñar, John, eres bueno en tu campo. Tú piénsalo, ¿quieres? Sólo piénsalo.
-Está bien, lo pensaré-John le estrechó la mano-Y cuídese.
-Gracias, John. Tú también.
Xavier giró su silla en el aire y se fue de allí. Al salir del hospital vio a Eric que se dirigía hacia él.
Cuando lo vio salir, se detuvo.
-Charles.
-Eric.
-Venía a visitarte. ¿Qué haces aquí fuera?
-Me marcho del hospital. Aquí estoy perdiendo el tiempo.
-¿Vuelves a casa?
-Sí.
Eric asintió.
-Siento no haber venido a verte esta semana, pero he estado ocupado.
¿Haciendo qué?, pensó Xavier. La barrera de su mente aún seguía ahí, y Xavier no lograba atravesarla. ¿Dónde aprendiste a levantar barreras mentales?
-Sigues con tu vida, y yo también tengo que hacerlo.
-¿Vuelves a la mansión familiar o adónde tienes pensado ir?
-No, vuelvo a la mansión. Tengo cosas que hacer allí.
-Bien, entonces me marcharé. Me ha alegrado verte, Charles.
-Y a mí.
-Seguramente nuestros caminos volverán a cruzarse, amigo. Hasta entonces.
-Espero que no tengan que pasar otros 15 años hasta entonces.
Eric sonrió.
-Sí, yo también lo espero.
-Puedes pasarte por la mansión cuando quieras. Eres bienvenido.
-Gracias. Tal vez lo haga-se tocó el ala del sombrero y se dio la vuelta.
Poco después un coche se detuvo delante de Xavier y lo llevó a su hogar.

viernes, 21 de junio de 2013

Viejos amigos. Capítulo 45

45. Ruptura

Una semana después tuvo lugar un emotivo funeral en el cementerio principal de Haifa, donde se honró la memoria de cada una de las víctimas de la masacre del hospital. Charles y Gabrielle acudieron juntos y rezaron por el alma de Daniel. Charles pensó que Eric aparecería, pero no hizo acto de presencia en la hora aproximada que duró la ceremonia. A Gabrielle también le extrañó, y le preguntó por él.
-Pues no sé dónde está. No lo veo desde hace una semana.
Gabrielle le miró, preocupada. Intuía que algo les había pasado, pero Charles no quería hablar de ello.
-¿Os habéis peleado?
-¿Qué?
-Es lo que me parece. Algo ha debido ocurrir para que no dé señales de vida desde hace una semana. Algo os ha pasado.
Charles guardó silencio.
-Aún no me has hablado de aquella noche.
Charles sabía a qué se refería.
-Llevo todo este tiempo preguntándome cómo conseguiste dar con mi paradero.
Ahí estaba, atrapado entre la espada y la pared. Charles sabía que no tenía más remedio que contarle la verdad.
-Está bien, pero prométeme que no te enfadarás.
-Te lo prometo, pero me estás poniendo nerviosa.
Charles la llevó a un lugar apartado, reunió todo el valor que pudo y empezó a hablar. Le dijo que él y Eric eran mutantes y que utilizaron sus poderes para encontrarla. Que Eric perdió el control y que utilizó sus poderes para matar a aquellos nazis, que se lo impidió y que tuvieron una feroz lucha. Al final lo dejó inconsciente y la sacó de allí.
-Entiendo-dijo ella. Parecía bastante serena-¿Qué.. qué clase de poderes?
Le dijo que Eric controlaba los metales y campos magnéticos y que los suyos eran mentales.
-¿Mentales?¿Qué quieres decir con eso?
-Leo las mentes y puedo hacer que la gente haga lo que yo quiera, dentro de un límite. Así fue cómo seguimos el rastro de Strucker hasta aquel edificio. Busqué rastros de la furgoneta negra en la mente de la gente y así dimos con el edificio.
Charles percibió que Gabrielle lo miraba de otro modo, como tensa.
Él fue a cogerle la mano pero ella retrocedió.
-No... no te acerques.
-¿Gabby?
-No me llames así.
-¿Qué ocurre?
-No te acerques. ¿Por qué no me lo dijiste antes?¿Cómo sé que no has utilizado tus poderes conmigo?
-¿Cómo? ¿Pero qué estás diciendo?
-¿Cómo sé que no los has utilizado para obligarme a que... a que te quiera?-dijo, temblándole la barbilla.
Charles se sintió horrorizado.
-¿Cómo puedes pensar algo así, Gabby? Yo jamás utilizaría mis poderes de esa forma.
-Pero los utilizaste contra Eric.
-No es lo mismo. Él era un peligro.
Charles se acercó a ella, pero Gabrielle retrocedió.
-No te acerques, ya no sé quién eres-dijo, echándose a llorar.
-Gabby, por favor...
-No quiero volver a verte, Charles. Aléjate de mí. Me das miedo-y se fue corriendo.
-¡Gabby!
Gabrielle se subió a un coche y se marchó.
Después de aquello, Charles no volvió a verla.

jueves, 20 de junio de 2013

Viejos amigos. Capítulo 44

44. Enfrentados

Todo sucedió muy rápido. Charles entró en la sala y vio a Eric disparando contra los cuatro nazis, que estaban alineados junto a la pared, como en un fusilamiento. Charles dejó a Gabrielle en el suelo y entró en la mente de su amigo, obligándolo a desviar la trayectoria de las balas.
Eric se volvió furioso contra él.
-¡Cómo te atreves!
-¡Eric, acordamos que no habría ninguna muerte! He encontrado a Gabrielle. Tenemos que irnos. Llamaré a la policía israelí y ellos se ocuparán de estos nazis.
-Eso no me vale. No es suficiente. Voy a matarlos, que es lo que se merecen, y ni tú ni nadie va a impedírmelo.
-¿Te estás escuchando?¡Hablas como ellos!
Eric lo ignoró e hizo que las armas apuntaran a los nazis.
-¡No!-Charles empujó con el hombro a Eric, tirándolo al suelo-No pienso consentirlo.
Eric lo miró desde el suelo, sorprendido y furioso a la vez.
-Está bien, Charles, tú lo has querido.
Charles miró a Eric a los ojos y supo que no sería fácil.
Eric creó un campo magnético alrededor de Charles y lo lanzó contra la pared. Charles impactó a gran velocidad, agrietando la zona con la que chocó, y cayó al suelo. Los nazis seguían en fila, asustados ante lo que estaban presenciando.
-No puedo creer que los protejas. ¡Son los mismos que se llevaron a Gabrielle, maldita sea!
-No utilizarás tus poderes para el asesinato, Eric.
Eric se llevó las manos a la cabeza, presa de un terrible dolor.
-¡¡Sal de mi cabeza!!
Charles aprovechó para empujar la pesada mesa y atrapar a Eric contra la pared. Pero era de hierro y Eric la apartó, derribando a Charles. Se tiró sobre él y ambos rodaron por el suelo. Eric se puso encima de él y empezó a golpearle la cara. Enseguida se puso de pie y volvió a lanzarlo contra la pared. Charles volvió a entrar en su mente e hizo chocar su cabeza contra la pared, abriéndose la sien derecha. Detrás de Charles, la pesada puerta de acero se desprendió de sus goznes y cayó sobre él, aplastándolo.
Eric se acercó a él, limpiándose la sangre de la cara con la manga.
-No me has dejado otra opción, Charles. No dejaré que te interpongas.
Entonces los cuatro nazis cayeron sobre Eric y lo agarraron de los brazos, tirándolo al suelo. Uno lo sujetó de las piernas, otro de los brazos y un tercero le pisó el cuello. El cuarto cogió su ametralladora y le golpeó con la culata en la cabeza antes de que pudiera usar sus poderes. Luego los cuatro, al igual que Eric, perdieron el conocimiento.
Charles salió de debajo de la puerta a duras penas, arrastrándose ensangrentado, y se puso de pie. Observó a Eric con tristeza y meneó la cabeza. Sabía que su amistad se había acabado y que ahora se había ganado un peligroso y poderoso adversario.
Se acercó al teléfono y llamó a la policía israelí para que vinieran a ocuparse de los nazis. Cogió a Gabrielle en brazos y se la llevó de allí.
Cuando la metió en el coche ella empezó a abrir los ojos.
-¿Charles?
-Sí, Gabby, soy yo. Ahora ya estás a salvo-y puso en marcha el coche.
Cuando la policía llegó, Eric había desaparecido.

NOTA: En la historia oficial, Magneto encontró el oro y se lo llevó.