Empecé a ver “Los Hombres de Paco” allá por el 2005 únicamente por la historia de amor de Lucas y Sara (me puede la vena romántica, también vi “Los Serrano” por lo de Marcos y Eva”), la historia de amor más grande de la ficción española, una historia muy dulce y tierna que me enamoró desde el principio, que me emocionó y me hizo sufrir muchísimo durante toda la serie. La 7ª temporada me cabreó tanto que no quise seguir viéndola pero cuando me la bajé entera me obligué a hacerlo y lo pasé realmente mal. Odié a Sara por lo que hizo y me sentí traicionado, como si yo hubiera sido el cornudo y lo que peor me sentó fue que no se sintiera culpable. Le pone los cuernos al gran amor de su vida, ¿y no siente el más mínimo remordimiento? ¡Venga! Al menos a final tomó la decisión correcta (si hubiera elegido a Aitor es para matar a los guionistas) y todo acabó bien.
Las últimas semanas, no sé por qué, me entraron unas ganas locas de volver a ver toda la historia de Lucas y Sara desde el principio así que me tragué de nuevo la serie al completo, pero solo las partes de Lucas y Sara, el resto le di a avance rápido. De hecho fue algo casi obsesivo porque me echaba hasta las dos de la mañana con la serie y luego no era capaz de dormir pensando en Lucas y Sara, y por la mañana me despertaba pensando en ellos dos y no tenía ganas de hacer nada más hasta terminar de verla entera.
Por el último capítulo de la serie sabemos que Lucas perdonó a Sara y tienen un hijo y todo se arregló entre ellos, pero en el final de la 7ª temporada eché de menos una escena intensa y emotiva entre ellos dos, con Sara contándole lo de su infidelidad y pidiéndole perdón y todo eso y Lucas pensándose si hacerlo o no.
Y esto es lo que se me ha ocurrido. Espero que os guste.
EL PERDÓN
Lucas y Sara dejaron atrás la masacre en que se convirtió la boda de Silvia y Pepa y se alejaron caminando, abrazados el uno al otro. Sara tenía un brazo rodeándole el costado y Lucas le rodeaba a su vez los hombros con el suyo y así como estaban, con la cara de Sara apoyada en su pecho, Lucas aún la notaba llorar quedamente y su respiración agitada. La pierna le palpitaba levemente, por el disparo, y le molestaba cada vez que apoyaba el peso sobre ella, por eso no podía moverse todo lo rápido y cómodo que le hubiera gustado y necesitaba apoyarse en Sara para caminar.
Ambos llevaban varios minutos sin hablar y Lucas no paraba de darle vueltas a la cabeza a lo que había pasado. Al principio sintió una mezcla de alegría y alivio cuando Sara lo eligió a él pero ahora ese sentimiento estaba mitigado por el dolor de la traición de Sara. Si había algo por lo que hubiera puesto la mano en el fuego sin ninguna duda es de lo suyo con Sara, y que ella le hubiera sido infiel era algo que aún no podía creerse. Pero aquello no había sido solo un calentón (si lo hubiera sido le habría dolido igualmente) sino que se había enamorado de Aitor, lo cual era más grave. Pero al final lo había escogido a él y eso tenía que significar algo, no? Lucas no se imaginaba la vida sin ella, pero ahora no sabía si podía perdonarla. ¿Cómo confiar de nuevo en ella? ¿Cómo recuperarse de algo así? Era algo que tenía que pensar muy detenidamente.
Lucas vio que había un banco de madera a un lado del camino, bajo la sombra de los árboles que flanqueaban ambos lados del camino, y otro en frente.
-Mira-dijo Lucas y Sara alzó la cabeza-Sentémonos un rato.
-¿Estás bien?
-Me duele un poco la pierna.
-Tal vez debimos esperar a que llegara la ambulancia.
Lucas negó con la cabeza.
-No, estoy bien, fue una herida limpia. Solo quiero descansar poco.
Lucas se dejó caer en el banco como un peso muerto e inclinó la cabeza hacia atrás, con los ojos cerrados. Se dejó estar así durante un buen rato y luego volvió a abrir los ojos.
Sara se sentó a su lado, de cara él y se quedó mirándolo con expresión atormentada. Lucas la cogió de la mano y se la besó, luego se aflojó el torniquete. La herida le sangró un poco, pero no tanto como antes, y volvió a apretarse el torniquete.
-Estoy bien-dijo para tranquilizarla-Casi no sangra.
Lucas le acarició la cara y Sara le cogió de la muñeca y le apretó la mano contra su mejilla, y dejó escapar un sollozo.
-Lucas, lo siento mucho, nunca pretendí...
Lucas retiró la mano de la mejilla de Sara.
-Sara, ¿crees que este es el mejor momento para hablar de esto? Todo está bien, déjalo estar.
-No, no puedo dejarlo estar. Necesito sacarme esto de dentro-dijo ella, golpeándose el pecho con la mano-y saber si lo nuestro tiene arreglo, si podremos seguir adelante. Quiero saber lo que estás pensando, no quiero que te lo guarde dentro y que me digas que todo está bien, y que en el momento menos pensado me lo eches en cara, porque no lo soportaría.
-Quieres saber lo que pienso-dijo Lucas en voz baja, con la mirada clavada en el suelo. Entonces se volvió hacia ella y la miró a los ojos-Lo que pienso es que me has roto el corazón. Creía que ya habíamos pasado por lo peor tú y yo y jamás pensé que esto pudiera pasarnos a nosotros. Ahora tengo un agujero en el pecho y no sé si alguna vez volverá a cerrarse del todo.
Las lágrimas empezaron a deslizarse por las mejillas de Sara.
-Lo siento mucho, Lucas, nunca quise hacerte daño. Estoy muy arrepentida, de verdad, si pudiera dar marcha atrás...
-Pero no puedes, Sara, lo hecho, hecho está. Solo quiero saber por qué.
Sara bajó la mirada y trató de secarse las lágrimas, pero estas seguían fluyendo.
-Me encontraba muy sola, sentía que me habías abandonado, que me habías dejado de lado, además ya no me enviabas mensajes y yo...
-Si me hubieras dicho cómo te sentías habría vuelto mucho antes, lo habría dejado todo por ti.
Sara sollozó.
-Lo sé-Sara meneó la cabeza-Aitor estaba ahí, era mi apoyo y yo... empecé a enamorarme de él otra vez.
-Y no dudaste en meterte en su cama-le reprochó Lucas. Sara bajó la mirada sin dejar de llorar.
-Dime una cosa, ¿en algún momento te sentiste culpable por lo que estabas haciendo? ¿No te paraste a pensar que le estabas poniendo los cuernos a tu marido?
-Claro que sí, pero no podía evitarlo, os quería a los dos. No sabía qué hacer, a quién elegir, pero cuando os vi a los dos juntos durante el tiroteo, entonces lo supe, supe que no podría estar con otro que no fueras tú.
Sara se arrimó a él y lo agarró del brazo, pero Lucas se zafó de ella y se puso de pie.
-Qué afortunado soy-dijo con sarcasmo, situándose en medio del camino y mirándola fijamente. Sara estaba echa un mar de lágrimas, no paraba de llorar, tenía la cara enrojecida y le temblaba el mentón, pero ella quería saber lo que tenía en la cabeza y por Dios que iba a decírselo-Lo supiste entonces, ¿no? Cuando nos viste juntos supiste que me querías a mí, ¿no?
Sara asintió con la cabeza.
-¿Y si no hubiéramos estado juntos? ¿O si yo no hubiera venido a la boda? ¿Lo habrías escogido a él?
-No lo sé-dijo Sara con la voz rota.
-Vaya, y yo que pensaba que era el gran amor de tu vida.
Sara sintió un ramalazo de pánico. ¿Por qué hablaba en pasado?
-Y lo eres. ¡Lo eres! Mi amor por ti no disminuyó en ningún momento, tienes que creerme.
-Pero llegaste a considerar la posibilidad de escoger a Aitor antes que al gran amor de tu vida-dijo, haciendo el gesto de las comillas con ambas manos-¿no es verdad? Eso me hace pensar que en realidad no estabas tan enamorada de mí como me has hecho creer, que solo se trataba de un capricho adolescente. Eso me parte el corazón y pienso que he sido un auténtico idiota por habérmelo creído.
-¡No!-exclamó Sara, poniéndose de pie y agarrándose al pecho de Lucas-Lucas, mírame. ¡Mírame! No dudes ni por un momento de que estaba y estoy perdidamente enamorada de ti. Me enamoré de ti a los 14 años y entonces ya supe que sería para siempre. No se trató de ningún encaprichamiento tonto sino de auténtico y puro amor, la nuestra es como una de esas grandes historias de amor que solo parecen existir en las novelas y películas, pero la nuestra es real. Estoy destrozada por dentro por lo que te he hecho, tuve dudas y fui débil y me comporté como una cría estúpida. Pero volví a verte y recordé lo mucho que te amaba y supe que no podría vivir sin ti. Mira cómo estoy, nunca he llorado tanto en toda mi vida, pero sé que merezco derramar cada una de estas lágrimas, porque lo siento aquí-Sara cogió una mano de Lucas y se la puso sobre el corazón.
A Lucas le emocionó el discurso de Sara y parpadeó varias veces para contener las lágrimas. Cuánto la amaba, ¿pero sería eso suficiente?
Lucas apoyó la frente contra la de Sara y suspiró hondamente.
-No sé si… -empezó a decir Lucas, pero se interrumpió-¿Cómo sé que no volverá a pasar, cómo confiar de nuevo en ti?
-Mírame a los ojos y entonces lo sabrás.
Lucas así lo hizo. Observó los ojos hinchados y enrojecidos de Sara de tanto llorar, las lágrimas que aún resbalaban por su rostro y la barbilla que aún le temblaba. Clavó sus ojos en los de ella y miró más allá y vio lo sinceramente arrepentida que estaba de lo que le había hecho, lo destrozada que se encontraba, y ahora le tocaba a él decidir. ¿Seguía queriendo pasar el resto de su vida con ella o había cosas que eran imposibles de superar?
La vida no era fácil, pensó, y a veces esta te ponía a prueba de la peor manera posible. Pero cuando alguien se arrepentía de verdad desde lo más profundo de su corazón, saber perdonar era algo catártico y unía a esas dos personas mucho más de lo que habían estado antes. Así que Lucas enseguida supo la respuesta.
-Solo voy a hacerte una última pregunta y luego se acabó-Lucas notó que el corazón de Sara se aceleraba de golpe y abría los ojos conmocionada.
-¿Qué? Lucas, no, por favor…
-Sshh-dijo él, poniendo un dedo sobre los labios de ella. La pobrecilla lo había entendido al revés-Solo quiero saber una cosa. ¿Aún quieres pasar el resto de tu vida conmigo?
Los ojos de Sara se llenaron de lágrimas.
-Sí, quiero pasar el resto de mi vida contigo, darte un montón de hijos y que nos hagamos viejitos juntos.
-Entonces no hay más que hablar-Lucas le acarició el rostro, se inclinó hacia ella y la besó en los labios y Sara se dejó llevar. Lucas pudo saborear las lágrimas en su labios-Hemos pasado por mucho tú y yo, superado demasiados obstáculos como para tirarlo todo ahora por la borda.
-Te prometo que a partir de ahora te haré saber cada día lo mucho que te quiero, para que vuelvas a quererme como antes-dijo Sara abrazándolo con fuerza, como si no quisiera separarse de él nunca más y apoyando la cara en su pecho.
-Eso es imposible, porque mal que me pese soy incapaz de dejar de quererte-Lucas le dio un beso en la nuca y la sintió estremecerse entre sus brazos-¿Sabes cuándo empecé a enamorarme de ti? Cuando me grabaste aquel video, ¿te acuerdas?
Sara separó la cara de su pecho y le sonrió.
-¿Cómo podría olvidarlo? Qué vergüenza. Al día siguiente te encontré en mi habitación y quise dártelo y tú me echaste la bronca y luego me diste un beso en la frente. Me dio un bajón... Entonces me arrepentí de haberlo grabado y cuando supe que te habías llevado la cámara quise morirme.
-Nadie me había dicho nunca nada tan bonito y me llegó adentro. Entonces empecé a verte con otros ojos, aunque no quise reconocerlo y traté de mantener las distancias. Luego, cuando me dijiste que me odiabas no pude soportarlo y cuando me anunciaste que te ibas a Dublín dos años mi mundo entero se vino abajo. En ese momento supe que nunca podría ser feliz si no era contigo.
-Y luego me besaste.
-Bueno, técnicamente fuiste tú quien me besó
-Pero tú me lo devolviste.
-No pude remediarlo. Por un lado me sentía mal por hacerlo. ¡Estaba besando a una menor de 15 años! Podía ir a la cárcel por eso. Pero por otro lado no pude resistirme por más tiempo. Me estabas volviendo loco.
Los dos volvieron a besarse.
-Venga-dijo Sara-Llévame a nuestra nueva casa. Quiero ver ese pedazo de chalet que me has comprado.
Lucas le rodeó los hombros con su brazo y reemprendieron la marcha hacia ese futuro que les aguardaba juntos.
FIN
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viernes, 17 de marzo de 2017
lunes, 22 de julio de 2013
Viejos amgos. Capítulo 62
62. El ejército
de Magneto
Varios días después,
Magneto creyó que ya había llegado el momento y decidió
no postergarlo por más tiempo, así que se topó
en el pasillo intencionadamente con Jean.
-Hola, Jean, ¿qué tal
estás?
-Bien, gracias, profesor Lensher.
-Me alegro. ¿Y qué tal
está Scott? ¿Se está adaptando?
-Sí, se ha adaptado muy bien al
colegio y está haciendo muchos amigos.
-Eso es bueno. ¿Tienes algo que
hacer ahora?
-Tengo una clase con el profesor
Xavier.
-Me preguntaba si podrías
hacerme un favor. Es muy importante.
-Claro, pero no me gustaría
llegar tarde a su clase.
-Tranquila, llegarás a tiempo.
Acompáñame.
Magneto entró en el despacho de
Xavier y cerró la puerta después de Jean.
-¿Qué hacemos aquí?
El profesor se enfadará si nos descubre en su despacho.
Magneto tocó la pared y las
puertas del ascensor privado de Charles se abrieron.
Jean se sorprendió al verlo.
-No sabía que el profesor
tuviera un ascensor en su despacho. ¿Adónde lleva?
-Abajo. Vamos, sube.
Magneto pulsó el botón
camuflado y el ascensor empezó a descender. Cuando las puertas
se abrieron caminó directamente a la sala de Cerebro.
Jean se maravilló al contemplar
aquel lugar.
-Jamás he estado aquí.
-Lo sé, sólo Charles y yo
bajamos a este sitio.
-¿Qué hay en esa
habitación?
-Ahora lo descubrirás.
Magneto introdujo su código y
las puertas se abrieron.
-Este es Cerebro-dijo Magneto,
llevándola hasta él-Es un ordenador que utiliza Charles
para localizar a los mutantes de todo el mundo. Sólo los
mutantes con poderes psíquicos pueden utilizarlo, aunque nadie
mejor que Charles. Me gustaría que lo utilizaras para buscar a
algunos mutantes.
Jean lo miró asombrada.
-Pero yo... yo no puedo hacer eso. No
sé si sabré.
-Sí sabrás. Eres
poderosa, Jean, y controlas mejor que nadie tus poderes. ¿No
me harás ese favor?
-Es que me da un poco de miedo.
-No tienes por qué. Además
Charles cree que puedes hacerlo.
-¿Lo cree?
-Sí, él me dijo que
buscara tu ayuda.
-Está bien-dijo, poco
convencida-Si él lo cree...
Y se puso el casco.
Las puertas se cerraron detrás
de él y la sala se oscureció.
-¿A quién quiere que...
Entonces la sala volvió a
iluminarse y Magneto maldijo mentalmente.
-¿Qué ocurre, Jean?
-No lo sé.
Jean se quitó el casco y en
aquel preciso instante se abrieron las puertas.
Xavier estaba al otro lado, mirándolo
con gravedad. A su lado estaba Scott.
-Jean, ven aquí.
Jean obedeció, consciente de que
algo malo pasaba.
-¿He hecho algo malo? Él
me dijo que...
-No, Jean, no has hecho nada malo.
Xavier avanzó un metro con su
silla y se detuvo.
-¿Así que este era tu
plan, Eric? ¿Por eso me ayudaste a construir a Cerebro? ¿Para
utilizarlo para organizar tu propio ejército de mutantes?
Magneto lo miró a los ojos
apretando la mandíbula y finalmente sonrió.
-Es inútil que me defienda,
¿verdad, Charles? Me has pillado.
Xavier meneó la cabeza.
-He sido un estúpido. Pensé
que habías cambiado, pero lo único que buscabas al
ofrecerme tu ayuda era tu propio beneficio, como siempre.
-Recuerda, Charles, que este casco me
protege de tus poderes, pero tú estás completamente a
mi merced.
La silla de Xavier cayó sobre la
pasarela, de lado, volcándolo. Xavier rodó por el suelo
y tuvo que sujetarse al borde de la pasarela para no caer al abismo.
Jean se apresuró a cogerle de la mano, pero ella sola no pudo
levantarle.
-¡Scott, ayúdame, pesa
demasiado!
Scott corrió a ayudarla y juntos
subieron a Xavier a la pasarela.
Magneto había aprovechado
aquellos segundos de confusión para salir de la sala, y en
aquel momento se alejaba caminando tranquilamente por el pasillo.
Scott se levantó y miró
furioso a su profesor de ciencias. Se llevó una mano al
regulador de sus gafas que controlaba su visión ocular y un
potente rayo salió de sus ojos e impactó en la espalda
de Magneto, tumbándolo.
Scott avanzó hacia él,
pero Xavier lo detuvo.
-No, Scott, déjale, es demasiado
poderoso para ti.
-Pero profesor, ha intentado matarle.
-No es la primera vez. Ayudadme a
sentarme en la silla.
Los dos lo hicieron y cuando Scott se
volvió, Magneto ya no estaba.
-Volvamos arriba. Quiero que todos los
alumnos sepan que Eric ya no es bienvenido en este centro.
-No lo entiendo, profesor-dijo Jean-Él
era su amigo, ¿por qué...
-No, cariño. Lo fue en el
pasado, pero no ahora. Nos ha estado engañando a todos, a mí
el primero. Pensé que había cambiado, pero ahora sé
que eso es imposible.
-¿Por qué,
profesor?-preguntó Scott-¿Por qué es así?
Él fue bueno y amable conmigo cuando me encontró en
Florida, y yo confié en él. ¿Por qué es
así?
-Lo comprenderéis cuando os
cuente una historia. Veréis, hace unos quince años
viajé a Israel para trabajar en un hospital que dirigía
un amigo mío, Daniel Shomron...
FIN
viernes, 19 de julio de 2013
Viejos amigos. Capítulo 61
61. Scott, segunda
parte
Magneto llegó al almacén
abandonado de Florida en el que estaba Scott a medianoche.
Encontró el interruptor de la
luz y lo encendió. El chico estaba durmiendo encima de un
colchón viejo, debajo de una ventana rota por impactos de
bala. Magneto vio que dormía con unas gafas de sol puestas.
Los cristales de las gafas eran de color rojo y a Magneto le extrañó
ese detalle, porque era la primera vez que veía unas gafas de
ese color.
Entonces Scott se despertó y al
verle gritó asustado y se apretó contra la pared.
-¿Quién es usted?¿Qué
quiere de mí?¡Fue un accidente!¡No quise hacer
daño a nadie!
Magneto se acercó a él
con las manos en alto.
-Tranquilo, Scott, lo sé, te
creo. He venido a ayudarte.
Scott no se preguntó por qué
aquel hombre sabía cómo se llamaba porque supuso que
todo el mundo estaría buscándole.
-¿Quién es usted?
-Me llamo Magnus y al igual que tú
soy un mutante, aunque obviamente no poseo tus mismos poderes. Me
envía un hombre llamado Charles Xavier. ¿Has oído
hablar de él?
Scott negó con la cabeza.
-Él también es un mutante
y tiene una escuela para jóvenes mutantes. Mutantes como tú,
que descubren que tienen extraños poderes y están
asustados. Charles ha oído hablar de ti y quiere ayudarte.
-¿Ayudarme?¿No me miente?
-No te miento. Hay muy pocas personas
ahí fuera que estén dispuestas a ayudarte, Scott. La
mayoría te perseguirá por ser diferente y algunos
querrán matarte por ello. Pero unos pocos te tenderán
su mano. Charles está ayudando a muchos chicos como tú.
Puedes confiar en él. Es una de las mejores personas que
conozco. ¿Qué dices?¿Quieres su ayuda?
Scott se levantó y se acercó
al hombre con aquel extraño casco en la cabeza.
-Sí, quiero su ayuda. Necesito
su ayuda.
-Entonces ven conmigo, yo te llevaré
con él.
Scott caminó a su lado hacia la
salida.
-Por cierto, he oído que tienes
otras gafas para controlar tus rayos oculares. ¿Es cierto?
-Sí, las hizo mi oculista-Scott
metió la mano en el bolsillo y las sacó-Pero no me
gustan demasiado. Con ellas puestas parezco un cíclope.
A primera hora de la mañana
siguiente Magneto llevó a Scott ante Xavier, y los dos se
estrecharon la mano. Scott llevaba puestas las otras gafas por
indicación de Magneto. Éste le dijo que si algo lo
diferenciaba de los demás tenía que sentirse orgulloso
y no avergonzado, y aquello acabó por convencerlo.
Xavier le agradeció que se
hubiera unido a ellos y pasó a hablarle de la escuela y de sus
compañeros. Le dijo que con el tiempo podría enseñarle
a utilizar correctamente sus poderes y que allí todos los
demás chicos estaban en su misma situación y que no
tenía nada qué temer. Scott se mostró algo
tímido, pero el profesor Xavier le cayó bien enseguida
y enseguida congeniaron.
Cuando Xavier iba a acompañarle
para mostrarle el colegio, llamaron a la puerta de su despacho. Era
Jean.
-Oh, profesor, no sabía que
estuviera ocupado. Volveré en otro momento.
-Espera, Jean. Quiero presentarte a
Scott. Acaba de unirse a nosotros.
-Hola-lo saludó ella
sonriéndole.
-Hola-respondió él, algo
azorado.
-¿Por qué no le enseñas
el colegio?Así podréis ir conociéndoos mejor.
Además yo tengo cosas que hacer.
-Claro, profesor. Oye, ¿sabes
que tienes unas gafas muy chulas?-le dijo Jean a Scott mientras
salían del despacho de Xavier.
jueves, 18 de julio de 2013
Viejos amigos. Capítulo 60
60. Buscando al chico
Los tres entraron en la sala de Cerebro
y xavier se puso el casco por primera vez.
-¿Quieres que salgamos?-le
preguntó Eric.
-Podéis quedaros, pero no os
mováis.
La pesada puerta se cerró tras
ellos y la sala se oscureció. En las paredes de la sala
apareció un gran mapamundi y en los continentes empezaron a
surgir millones de pequeñas siluetas humanas, rojas y blancas.
Las rojas ocupaban aproximadamente un tercio del mapa.
-Las siluetas blancas son los humanos.
Las rojas son mutantes-explicó Xavier-No estamos tan solos
como crees, Magnus.
Eric asintió. El espectáculo
que veían sus ojos era algo impresionante. Jamás
hubiera pensado que existieran tantos mutantes. Había
millones.
-Ahora trataré de buscar a ese
chico a partir de toda la información que tengo de él,
así que os ruego silencio.
Al principio no ocurrió nada,
pero unos diez segundos después el continente de América
ocupó toda la pared, y dos segundos más tarde se amplió
América del Norte, y luego Estados Unidos.
-Parece que tengo algo-dijo Xavier.
El mapa se amplió hasta poder
distinguir los Estados del Sur, y se centró en el de Florida.
-He seguido su rastro hasta
Florida-dijo Xavier-Trataré de conseguir algo más
exacto.
El mapa volvió a ampliarse y
mostró el centro del estado, lleno de más manchas rojas
que blancas. Un minuto más tarde apareció ante ellos la
silueta opaca roja de un chico dentro de un almacén
abandonado, acurrucado contra la pared. Se llevó una mano a la
cara y se sacó las gafas. Entonces surgieron unos rayos que
dieron de lleno la pared de enfrente. El chico chilló asustado
y volvió a ponerse las gafas.
Xavier se quitó el casco y el
mapa desapareció, regresando la luz a la sala.
-Parece que tu ordenador funciona-dijo
Duncan-¿Era él?
-Sí-respondió Xavier,
encabezando la marcha hacia el ascensor-Tenemos que traerle cuanto
antes, está muy asustado.
-Yo iré a buscarle-se ofreció
Magneto.
-De esa ni hablar-protesto Duncan-Yo lo
traeré.
-No te ofendas, Fred-dijo Magneto,
pronunciando su nombre con retintín-Pero si ve aparecer a un
agente del FBI no se relajará precisamente. Yo soy mutante y
puedo convencerle.
-Magnus tiene razón-dijo
Xavier-A él le resultará más fácil.
-Está bien-aceptó
Duncan-, como quieras.
-Te daré la dirección e
irás a buscarle de inmediato.
-De acuerdo.
-¿Quieres llevarte el Halcón?
-No será necesario. Llegaré
allí con mis propios medios.
-Entonces ponte en marcha.
miércoles, 17 de julio de 2013
Viejos amigos. Capítulo 59
59. Scott
Un mes más tarde Xavier y
Magneto terminaron el primer prototipo de Cerebro, pero no surgió
la ocasión para probarlo. Ambos se pasaban los ratos libres
hablando sobre Cerebro, cuál sería el mejor momento
para probarlo y quién sería el primer mutante que
Xavier buscaría con él. Afortunadamente no tuvieron que
esperar demasiado.
Una tarde, mientras los dos hablaban en
el despacho de Xavier, alguien llamó a la puerta.
-Adelante.
El que entró fue un chico pelo
castaño de unos quince años, de melena abundante y ojos
rojos.
-Hola, Rémy. ¿Qué
ocurre?
Rémy Etienne LeBeau llevaba sólo
un par de semanas con ellos. Pertenecía a un ancestral gremio
de ladrones de Nueva Orleans, y cuando Xavier organizó una
excursión para visitar las mansiones victorianas de la zona,
Rémy le robó la cartera a uno de sus muchachos. Xavier
lo detuvo con su mente e hizo que le devolviera la cartera al chico.
Entonces descubrió que era un mutante, y lo acogió en
su escuela.
Rémy tenía el poder de
cargar cualquier objeto de energía cinética. Cuando el
objeto en cuestión se cargaba y lo lanzaba, este explotaba al
chocar con su objetivo. Además Rémy (que entre su
gremio era conocido como Gambito) iba a todas partes con una baraja
francesa de la que nunca se separaba.
-Hay un hombre en la entrada principal,
profesor. Quiere hablar con usted.
-¿Ha dicho cómo se llama?
-Duncan. Fred Duncan.
-Gracias, Rémy. Ya nos
encargamos nosotros.
Rémy miró brevemente a
Magneto y salió del despacho.
-¿Tú amigo del
FBI?-inquirió Magneto.
-Sí. Vamos, acompáñame.
-¿Y qué es lo que quiere?
-No lo sé hasta que me lo diga.
Quizá pase algo con algún chico. Esta puede ser la
ocasión que estábamos esperando, ¿no crees?
Magneto respondió con un
gruñido.
-Por favor, Magnus, sé que no te
cae bien, pero cuando lo veas trata de controlarte. Él no es
el enemigo.
-Está bien. Te prometo que no me
meteré con él. Siempre que no se meta él
conmigo.
Xavier invitó a Duncan a entrar
y le presentó a Eric.
-No es necesario, ya conozco al señor
Lensher-le interrumpió, mirando a Eric con clara hostilidad-No
sabía que te relacionaras con criminales, Charles.
-Vaya, veo que busca pelea-dijo Eric,
dando un paso hacia él.
-Por favor, calmaos los dos. Ahora
estamos todos del mismo bando. ¿Por qué no firmáis
una tregua?
-Está bien-dijo Duncan, mirando
a Eric con desconfianza-Además el asunto que me trae aquí
es importante.
Xavier le pidió que se lo
contara mientras los tres iban de camino a su despacho.
-¿Has visto las noticias de esta
mañana?
-No, lo siento. Estaba ocupado.
-Bien, entonces te haré un
resumen. Ocurrió en Chicago. A un chico le salieron rayos de
los ojos y alcanzó una grúa, que dejó caer un
gran peso sobre la multitud. Volvió a lanzar un segundo rayo
sobre la grúa para salvar a la gente, pero estos se volvieron
contra él y tuvo que escapar para salvar la vida. Se subió
a un tren pero ignoramos hacia dónde.
-¿Sabemos algo sobre ese
chico?-preguntó Xavier.
-Esto ocurrió hace seis horas.
Mi gente ha estado trabajando desde entonces y hemos conseguido
averiguar mucho sobre el chico. Se llama Scott Summers. Su padre era
el mayor Christopher Summers, piloto de pruebas de las Fuerzas
Aéreas. Una noche que regresaban en un avión particular
de las vacaciones su avión fue atacado por un Objeto Volador
No Identificado.
-¿Alienígenas?-preguntó
Eric con sarcasmo.
_Magnus, no lo interrumpas-le reprendió
Xavier.
-Los únicos supervivientes
fueron Scott y su hermano Alex. A sus padres les dieron por muertos,
aunque nunca encontraron sus cuerpos. A los dos niños los
encontraron tirados en un campo, con un único paracaídas.
Al parecer el paracaídas no pudo soportar el peso de los dos y
se rompió. La caída le produjo a Scott un daño
irreversible en la parte frontal del cerebro, impidiéndole
controlar los rayos que emiten sus ojos. Al menos eso creemos. A Alex
lo adoptaron, mientras que Scott estuvo un año en coma. Cuando
se recuperó lo enviaron a un orfanato en Omaha, Nebraska. Años
después empezó a quejarse de dolores de cabeza y
oculares. Sus rayos oculares surgieron en algunas ocasiones, pero
duraron poco tiempo. Su oftalmólogo nos dijo que lo único
que podía controlar sus rayos oculares eran unas lentes de
rubí que él le había fabricado. En Chicago sus
poderes emergieron de forma permanente, y algunas personas afirman
haberle visto ponerse unas gafas algo extrañas antes de
subirse al tren. Charles, creo que ese chico podría ser un
buen candidato para los X-Men.
-Sí, pero ahora está solo
y asustado y tenemos que encontrarle.
-¿Y cómo lo harás?
No sabemos dónde puede estar.
-Ha llegado el momento de usar a
Cerebro-dijo Xavier en tono solemne-Bajemos.
viernes, 12 de julio de 2013
Viejos amigos. Capítulo 58
58. Dudas
-¿De dónde has sacado ese
casco?-le preguntó Xavier nada más verlo.
Eric llevaba puesto un casco morado que
le cubría toda la cabeza excepto los ojos, la nariz y la boca;
un casco muy similar al que lucían los antiguos gladiadores.
-He sufrido un pequeño accidente
y tengo que llevarlo durante una temporada.
Xavier lo observó durante varios
segundos, en silencio.
-¿Entonces no has tenido nada
que ver con la fuga de mi hermanastro del Vacío?
Esta vez fue Eric el que lo observó
en silencio.
-¿Cómo dices?
-Me has oído perfectamente.
-No sé de qué me estás
hablando, Charles. Ni conozco a tu hermanastro ni sé qué
es el Vacío.
-Sí lo sabes. Llevabas tiempo
pensando en ese lugar, y ahora sé por qué. Para sacar a
Caín de allí.
-No digas tonterías, Charles. No
le conozco. ¿Qué ganaría yo sacándole de
allí?
-¿Entonces es una coincidencia
que tenga las mismas propiedades que el de Caín?
-¿De qué me estás
hablando?
-No puedo leerte la mente con el casco
puesto. Extraño, ¿no crees?
-Te has vuelto algo paranoico con los
años. Yo no estoy detrás de cada asunto relacionado con
los mutantes. Además, mientras eso ocurría yo estaba en
otro sitio.
-¿Dónde?
-¿Qué más da? Tú
ya te has formado una opinión. Sí no me crees aquí
estoy perdiendo el tiempo.
-Magnus, espera. Yo no quiero acusarte,
pero dado tu historial... Dímelo.
-He encontrado a mis hijos.
-¿Tus hijos?
Xavier hizo memoria.
La esposa de Eric le abandonó al
verle usar sus poderes y dio a luz a mellizos en una cueva
abandonada. Unos gitanos los encontraron y se los llevaron.
-¿Los has encontrado?
-Sí.
Aquello no era del todo falso. Era
cierto que los había encontrado, pero de eso hacía dos
años.
-Aunque no fue un reencuentro
agradable. Los dos también son mutantes. Pietro y Wanda. Se
hacen llamar Quicksilver y Bruja Escarlata. Me culpan de la muerte de
su madre, lo cual no se lo reprocho. Quise hablar con ellos, pero me
atacaron y huyeron. Me hirieron en la cabeza y por eso tengo que
llevar este casco durante una larga temporada.
Xavier asintió con la cabeza.
-Siento haberte juzgado antes de
tiempo, Magnus-se disculpó Xavier-Espero que puedas
perdonarme.
-Olvídalo. Es lógico que
hubieras pensado algo así. Entre nosotros han pasado
demasiadas cosas, y han dejado una profunda marca en nuestra amistad.
-Ojalá no fuera así.
-Lo mejor que podemos hacer ahora es
pasar página y volver a la rutina diaria. ¿Qué
tal si trabajamos un poco en Cerebro?
-Me parece una idea estupenda.
jueves, 11 de julio de 2013
Viejos amigos. Capítulo 57
57. La huída
Las antenas se doblaron hacia arriba y
empezaron a comprimirse, como si una mano invisible las estuviera
apretando.
-¿Qué tal?
Juggernaut se puso de pie miró a
uno y otro lado y sonrió.
-Mucho mejor. Por primera vez en tres
años me siento genial.
-¿Ya no te sientes débil?
A modo de respuesta, Juggernaut agarró
seis barrotes con una mano y los arrancó como si fueran
alambres.
-No, está claro que no.
-¿Has pensado algún plan?
-Tranquilo, crearemos una distracción
para entretener a los guardias.
-Esos guardias llevan armas que
producen el mismo efecto en mí que las antenas, y sin el casco
soy vulnerable a esas armas.
-No te alcanzarán. Yo me
encargaré de ello.
-¿Y cómo saldremos de
aquí? Estamos en medio del mar y yo no sé volar.
-Yo sí. No te preocupes por eso.
La pesada puerta de la celda salió
disparada de sus goznes, aplastando al guardia que la custodiaba, y
al instante empezó a sonar una estridente alarma.
-Oh, vaya-comentó Magneto-Vamos,
salgamos de aquí.
Los dos salieron al pasillo y este
enseguida se llenó de guardias armados. Cuando los guardias
los vieron corrieron hacia ellos, disparándoles.
Juggernaut cogió la puerta de la
celda y usándola como escudo corrió hacia ellos,
embistiéndolos.
-Buen trabajo-dijo Magneto.
Torcieron a la izquierda y al final del
pasillo aparecieron seis guardias armados que empezaron a dispararles
con sus armas de ondas alfa. Los dos retrocedieron hasta ocultarse
detrás de la esquina y esperaron unos segundos. Luego Magneto
volvió a salir, hizo que una de las armas volara hacia él
y les disparó. Al instante empezaron a tambalearse, a perder
el equilibrio y a vomitar.
-Tenemos que subir a la superficie-dijo
Magneto-, pero creo que no cabes en el ascensor.
-Entonces buscaremos otra ruta.
Juggernaut atravesó el techo de
un salto y Magneto le siguió elevándose en el aire.
Aparecieron justo en medio de un pasillo. Por un lado y por otro
aparecieron guardias armados.
-Maldición-dijo Juggernaut.
-Tranquilo, les daré algo con lo
que entretenerse.
Extendió los brazos y las
pesadas puertas de todas las celdas salieron volando, dejando libres
a una docena de los mutantes más peligrosos del mundo. Los
mutantes salieron, vieron a los guardias y empezaron a atacarlos con
sus poderes, y los guardias les dispararon a su vez.
Mientras se desarrollaba aquella lucha,
Juggernaut y Magneto siguieron subiendo, hasta que llegaron a la
superficie.
-¿Y ahora qué?-preguntó
Juggernaut.
-Arranca aquella puerta de allí-dijo
señalando una puerta metálica rectangular de
aproximadamente su tamaño.
Juggernaut lo hizo y la tiró al
suelo.
-Ahora ponte sobre ella. Yo la elevaré
en el aire y así podremos irnos.
Juggernaut soltó una carcajada y
se colocó sobre la puerta. Magneto y la puerta se elevaron al
mismo tiempo y empezaron a alejarse. Entonces aparecieron unos
guardias que comenzaron a dispararles.
-Allí hay tres
helicópteros-señaló Juggernaut-Podrían
seguirnos.
-No lo harán.
Los tres helicópteros empezaron
a mover sus hélices y se elevaron en el aire. Se alejaron de
la prisión, dieron la vuelta y fueron directos hacia el Vacío.
La explosión que se produjo fue impresionante, pero Magneto no
se inmutó, y Juggernaut y él siguieron alejándose.
miércoles, 10 de julio de 2013
Viejos amigos. Capítulo 56
56. El plan de Magneto
Media hora después Magneto entró
en la celda de Juggernaut. Unos barrotes dividían la celda en
dos. A su lado había una silla, y al otro un banco, una cama,
un lavabo y un retrete.
Juggernaut era dos veces más
grande que él, y estaba sentado en el banco, con mala cara.
Magneto sabía por qué.
En el techo había dos aparatos
similares a antenas parabólicas, una en cada esquina de la
parte de la celda que correspondía a Juggernaut, orientadas
hacia el centro. Aquellas antenas emitían unas ondas alfa que
mantenían a Juggernaut en un estado constante de mareo y
debilidad. Las ondas alfa eran idénticas a las ondas
cerebrales, y fueron una sugerencia de Charles Xavier para que
pudieran mantener a raya a su hermanastro.
Magneto lo sabía porque el
alcaide se lo había dicho mientras los guardias se aseguraban
de que no hubiera ningún peligro para él una vez
dentro. También le había dicho que dentro no había
ninguna cámara, lo cual le daba libertad para hablar con
Juggernaut de lo que quisiera.
-¿Juggernaut?-Magneto se acercó
y se sentó en la silla.
Juggernaut lo miró,
desconcertado.
-¿Me escuchas?
-¿Quién... eres? ¿Qué...
quieres?
-Ayudarte si tú me ayudas a mí.
Entonces Juggernaut se inclinó
hacia adelante y vomitó.
-¿Estás bien?
-No, no lo estoy. Me pasa de vez en
cuando y la culpa es de esas antenas.
-Eso podría acabar si me ayudas.
-¿Quién eres?-le preguntó
con recelo.
-Magneto.
-No te creo. Demuéstralo.
Dos de los barrotes se separaron unos
veinte centímetros y volvieron a alinearse.
-Vale, eres quien dices ser. ¿Y
a qué debo el honor de recibir la visita del poderoso Magneto?
-Necesito algo de ti.
-¿Qué te hace pensar que
voy a ayudarte?
-Si me ayudas, te sacaré de
aquí.
-Me reiría si eso no me hiciera
vomitar.
-Hablo en serio.
-¿Por qué ibas a sacarme
de aquí?
-Un trato es un trato. Si me ayudas te
sacaré de aquí. Las compuertas de las celdas son
metálicas. No sería complicado.
Juggernaut le miró en silencio,
considerando la posibilidad.
-¿En qué puedo ayudarte?
-He oído por ahí que
tienes un casco que impide que tu hermano...
-Hermanastro.
-Sí, claro, hermanastro. Que
impide que tu hermanastro te lea el pensamiento y que domine tu
mente.
-¿Y?
-Si me consigues un casco como el tuyo,
te sacaré de aquí.
-¿Por qué quieres un
casco como el mío?
-Estoy metido en algo y es muy
importante que tu hermanastro no sepa en qué estoy pensando.
Lo echaría todo a perder.
-Quizá no te hayas fijado, pero
me han quitado el casco.
-¿Tienes más o sólo
ese?
-Tengo más.
-Bien. ¿Si te saco de aquí
me proporcionarás uno?
-Sí, lo haré.
-Bien-Magneto se puso de pie.
-¿Cuándo me sacarás
de aquí?
-Ahora mismo–y se puso de pie.
martes, 9 de julio de 2013
Viejos amigos. Capítulo 55
55. El historial de
Magneto
-Su verdadero nombre es Eric Magnus
Lensher-dijo el alcaide-y nació siendo mutante. Tiene poder
sobre los metales y los campos magnéticos y estos poderes
surgieron durante su adolescencia, cuando estaba en el campo de
prisioneros de Brunau.
-¿Es judío?-preguntó
Magneto, con aparente interés. Aún recordaba el número
de serie que tenía tatuado en su brazo.
-Sí, lo es, y el trauma por el
que pasó hizo emerger sus poderes, pero sólo una única
vez.
-¿Qué pasó?
El alcaide le contó lo de su
fusilamiento y el desvío de las balas.
-Vaya, es increíble. ¿Y
no volvió a suceder nada parecido?
-No. Solamente ocurrió ese
episodio.
-Ya veo. ¿Tiene alguna foto
suya?
-Sí, tenemos una.
A Magneto se le aceleró el
pulso.
-Aunque es vieja. Se la hicieron a los
17 años, cuando lo liberaron del campo.
-¿No tiene ninguna actual?
-Lamentablemente, no. Ahora mismo
desconocemos el aspecto que puede tener. Podría estar cerca de
nosotros y no lo sabríamos.
-Dios no lo quiera. Hábleme más
de él.
El alcaide lo sabía
prácticamente todo sobre él. Sabía que conoció
a Magda en el campo, que luego se casaron y tuvieron una hija.
Conocía la muerte de Anya, su etapa en Israel, su amistad con
Charles y lo de Sudamérica. Pero a partir de ahí nada
más.
-Menudo elemento-comentó
Magneto.
-Y que lo diga. Está mal que yo
lo diga, pero está loco como una cabra.
Magneto tragó saliva y procuró
serenarse.
-Debería estar encerrado.
-Sí. Cree que los mutantes son
el siguiente paso en la evolución, que humanos y mutantes no
pueden coexistir pacíficamente y que estos harían bien
en desaparecer.
-Sin duda está loco.
-Tan loco como Hitler.
Las puertas de las celdas por las que
pasaron temblaron brevemente.
-¿Qué ha sido
eso?-preguntó uno de los guardias.
-¿El qué?-replicó
Magneto, fingiendo no haberse enterado.
El guardia se encogió de
hombros.
-Nada.
-Será por la humedad-dijo el
alcaide.
-Todo este lugar está hecho de
metal. ¿Cómo puede encerrar aquí a alguien como
él?-preguntó Magneto.
-Tenemos un collar especial para
él-respondió el alcaide-, no bloquea sus poderes pero
los reduce considerablemente.
Jamás conseguirás ponerme
ese collar, amigo, pensó Magneto.
-Bien, ahora me gustaría
entrevistar a alguno de sus reclusos.
El alcaide se detuvo y se volvió
hacia él.
-¿Cómo dice?
-Quisiera...
-Ya le he oído, pero me temo que
no va a poder ser. Además de que es una idea poco
recomendable, necesita la autorización firmada del alcalde de
Nueva York.
-¿Se refiere a esto?-Magneto se
sacó un documento del bolsillo interior de su chaqueta y se lo
tendió al alcaide.
-Vaya, parece que no ha perdido el
tiempo.
El documento era falso, pero el alcaide
no pareció darse cuenta.
-La autorización está en
regla-el alcaide lo miró a los ojos-¿Seguro que quiere
hacerlo? Los reclusos son todos muy peligrosos.
-Sí.
-¿No puedo convencerlo de lo
contrario?
-No. Es necesario para el reportaje.
Además sé que los guardias estarán cerca.
-Está bien, es decisión
suya. Allá usted. ¿A quién quiere entrevistar?
-Al mutante que se hace llamar
Juggernaut.
lunes, 8 de julio de 2013
Viejos amigos. Capítulo 54
54. Galería de
celebridades
-¿Por qué no me habla de
los reclusos que están aquí?-preguntó
Magneto-¿Hay muchas celebridades?
-Antes que nada, señor Jameson,
quiero que sepa que no considero a todos los mutantes una amenaza.
Algunos llevan una existencia tranquila, sin utilizar sus poderes;
otros los utilizan para ayudar a los demás y otros los usan
para hacer daño. Es a estos últimos a los que creo que
hay que encerrar.
-Claro, estoy de acuerdo con
usted-concedió Magneto.
-Están convencidos de que están
por encima del resto del mundo, y hacen lo que les place. Y no es
así. Ellos también tienen que acatar unas leyes y
seguir unas normas de conducta.
-Y cuando no lo hacen los traen aquí.
-Sólo a los más
peligrosos. Aquí no hay únicamente mutantes de
nacimiento, señor Jameson, también hay personas que
vieron alterado su ADN debido a algún accidente, pero que son
igualmente peligrosas.
-¿Por ejemplo?
El alcaide se detuvo frente a una celda
que tenía una pequeña abertura a la altura de los ojos
y le invitó a echar un vistazo.
Magneto vio a un hombre tumbado,
encerrado en una especie de cápsula que lo mantenía
inmovilizado.
-¿Está dormido?
-No, sedado. Y así estará
el resto de su vida si es necesario.
-¿Qué le pasa?
-El hombre de esta celda es el doctor
Bruce Banner. En un experimento fallido se vio expuesto a los rayos
gamma y estos mutaron sus genes de forma drástica. Cada vez
que sufre dolor físico o emocional se convierte en un inmenso
ser de color verde que lo destruye todo a su paso. Es una amenaza
para la sociedad y por eso lo mantenemos sedado.
Magneto asintió con la cabeza.
-El caso del doctor Banner no es el
único. Aquí hay otros científicos cuyos
experimentos fallidos cambiaron sus cuerpos para siempre.
-Hábleme de los mutantes más
peligrosos.
Magneto, el alcaide y los dos guardias
volvieron a ponerse en marcha.
-Arkady Gregorovich-dijo el alcaide
señalando otra celda-alias: Omega Red. Fue la respuesta
soviética al Capitán América, pero se les escapó
de las manos. Gregorovich ya era un psicópata antes de
someterse al experimento que lo convirtió en un mutante. Tiene
dos tentáculos de carbonadium que le salen de los antebrazos.
El carbonadium es una aleación similar al adamantium pero
menos resistente. Estos tentáculos producen feromonas de la
muerte, unas esporas capaces de matar a cualquiera que esté en
sus proximidades. Omega Red también es vulnerable a ellas.
Para conseguir estabilizar su cuerpo necesita un aparato llamado
sintetizador de carbonadium, que afortunadamente aún no ha
encontrado. Además para mantenerse vivo necesita absorber la
esencia vital de otros seres vivos. Es una víctima de su
propia mutación.
-¿Cómo lo mantienen a
raya?
-Lo tenemos en estado criogénico
desde la Guerra Fría. En esta otra celda tenemos a un mutante
que se hace llamar Pyros. Era un novelista mediocre, pero sus libros
tenían muchos fans. Entonces un día desapareció
y regresó como un mutante. Puede controlar el fuego y darle
forma, pero no puede generarlo. Tiene medio rostro quemado.
Torcieron a la derecha y enfilaron por
el pasillo.
-Dígame, ¿existe algún
mutante que quieran encerrar aquí pero que aún no han
podido atrapar?
-Oh, sí, hay unos cuantos.
-¿Por ejemplo?
-Le hablaré de uno de ellos. Uno
de los más peligrosos. Se hace llamar Magneto.
Magneto le miró con atención.
Se preguntó qué sabrían de él. ¿Tendrían
alguna foto suya?
-Soy todo oídos.
viernes, 5 de julio de 2013
Viejos amigos. Capítulo 53
53. El Vacío
La semana siguiente colocaron la
pasarela y cuando terminaron los dos pasaron por encima para
comprobar si aguantaba su peso, y lo hizo.
La pasarela llegaba hasta el centro
mismo del abismo, y Xavier se sintió mareado al asomarse al
vacío. Ambos regresaron al piso superior. Xavier tenía
una clase de literatura inglesa y Eric iba a entrenar a una docena de
chicos en el uso de sus poderes.
Aquella noche Xavier hizo la cena para
celebrar aquel segundo paso, pese a las protestas de Eric de que le
dejara hacerla a él. Más tarde Eric le pidió a
su amigo un par de días libres para atender unos asuntos
personales, y Xavier se los concedió. Estaba demasiado
entusiasmado en los avances de Cerebro como para pensar que Eric
pudiera estar tramando algo.
El helicóptero aterrizó
en la Plataforma 3 y su pasajero descendió, protegiéndose
la cabeza del viento producido por las hélices. El alcaide en
persona lo estaba esperando a unos metros con dos guardias. El
pasajero se acercó a él y le estrechó la mano.
-El señor Jameson, ¿verdad?
-Sí, así es-dijo Magneto.
-¿Me enseña algún
carnet que lo identifique como tal? Es una simple formalidad. Quiero
asegurarme que usted es quien dice ser.
-Por supuesto-Magneto le dio su carnet
y lo observó detenidamente, temiendo que su tapadera se
desvelara, pero no fue así.
El alcaide se lo devolvió con
una sonrisa y le pidió que lo acompañara.
Aquel carnet falso identificaba a
Magneto como John Jonah Jameson, periodista del Daily Bugle.
-Tengo entendido que quiere escribir un
artículo sobre El Vacío.
-En realidad es un reportaje. Ocupará
varias páginas, así que quiero que me lo cuente todo.
-Le ayudaré en todo lo que
pueda.
-Se lo agradezco. Dígame, ¿qué
es El Vacío? Yo ya lo sé, pero la mayoría de
nuestros lectores ignora su existencia.
-Claro, El Vacío... ¿no
va a apuntar nada?
-Tengo una grabadora-dijo, tocándose
el bolsillo de la cazadora.
-De acuerdo-el alcaide, Magneto y los
dos guardias entraron en un ascensor y bajaron a la primera planta-El
Vacío es una prisión de máxima seguridad para
mutantes. Aquí están los mutantes más peligrosos
y poderosos del planeta.
-Entiendo. ¿Y no teme que puedan
huir? ¿No podrían utilizar sus poderes?
El alcaide sonrió.
-Lo dudo mucho, señor Jameson.
Cada celda de esta prisión está diseñada
exclusivamente para albergar a su ocupante. Tenemos un extenso
archivo con toda la información sobre los mutantes que están
aquí encerrados. Conocemos todos sus puntos débiles y
adaptamos las celdas en función de sus poderes.
El ascensor se abrió y Magneto
vio un largo pasillo con muchas puertas blindadas a cada lado, cada
una con una letra y un número.
-Las puertas son de acero reforzado y
tienen un grosor de cincuenta centímetros.
-¿Cuál es la capacidad de
esta prisión?
-Actualmente tenemos encerrados a unos
cien mutantes, pero El Vacío tiene quinientas celdas en total.
-¿Y por qué está
ubicada en el mar y no en tierra firme?
-Por mera precaución, señor
Jameson. Si algún mutante, por alguna extraña razón,
consiguiera escapar de su celda, no le quedaría más
remedio que irse volando, o irse nadando.
-Hay mutantes que pueden volar.
-Sí, pero los tenemos muy
controlados. Por esa misma razón sólo existen unas
pocas personas que conozcan su ubicación exacta. Si algún
mutante averiguara dónde está, podría querer
sacar a algunos de los que están aquí. Y eso no puede
ocurrir de ninguna de las maneras.
Demasiado tarde, pensó Magneto.
jueves, 4 de julio de 2013
Viejos amigos. Capítulo 52
52. Los X-Men
-¿Entonces por eso montaste todo
esto? ¿Por eso quieres construir ese ordenador?
-Bueno, es una de las razones.
Eric meneó la cabeza.
-Tú y tu irracional necesidad de
ayudar. No me voy a meter contigo por eso, Charles, es decisión
tuya, pero ten cuidado. Yo no me fiaría de ese hombre. Y menos
siendo del FBI.
-Olvidas que puedo leerle la mente,
Magnus. Si tiene algún plan secreto, cosa que no es así,
yo lo sabría.
Xavier se detuvo frente a la puerta que
ponía "hangar" y pulsó otro código. La
puerta se abrió y ambos entraron en un enorme hangar.
-Este es uno de los regalos del señor
Duncan.
Eric observaba atónito un
extraño avión que ocupaba casi todo el lugar, de un
color azul oscuro y las alas plegadas hacia adelanta en vez de hacia
atrás.
-Este es el Halcón-dijo
Xavier-Es un prototipo de avión militar que no se llegó
a aprobar y el señor Duncan y sus amigos me lo han cedido
amablemente para cuando el grupo de mutantes esté formado y
entrenado.
-Veo que no ha reparado en gastos. ¿Y
ese grupito tiene nombre?
Entonces Xavier sonrió.
-Sí. Duncan me dejó lo
del nombre a mí. He decidido llamarlos X-Men.
-¿X-Men? O sea, los Hombres de
Xavier, ¿no?-Eric soltó una carcajada-Vaya, veo que te
has vuelto muy humilde-dijo con sarcasmo.
Xavier sonrió.
-Algún nombre tenía que
tener, ¿no? Y no me negarás que suena bien.
-Sí, sí, suena bien. Pero
a mí déjame al margen. Yo sólo te ayudaré
con el ordenador. Me dan igual tus otros proyectos para ayudar a los
indefensos. ¿De acuerdo?
-De acuerdo, Magnus. Como quieras.
-Bien, ahora regresemos al mundo real.
Tengo una clase dentro de diez minutos.
Xavier habló con el dueño
de una siderurgia y le pagó para que le hiciera las placas
metálicas que colocaría en el techo y las paredes. Eric
le sugirió que utilizara sus poderes para que las hiciera
gratis, pero Xavier no quiso escucharlo. Dos semanas después
las recibió. Pagó 60.000 dólares y aquel fin de
semana Eric fue desplazándolas en el aire y colocándolas
en su sitio siguiendo las instrucciones de su amigo. Aún
faltaba mucho para ver terminado el ordenador, pero ya habían
dado el primer paso y los dos estaban emocionados. A última
hora de aquella tarde las paredes y techo de la sala semiesférica
ya estaban totalmente cubiertas y ya mostraba un aspecto totalmente
distinto a la primera vez que entraron en ella.
El siguiente paso sería montar
la pasarela, pero para eso aún quedaba tiempo.
Aquella noche Eric hizo la cena para
celebrar aquel primer paso.
-Dime, Charles, ¿has pensado
algún nombre para el ordenador o lo llamarás
simplemente "ordenador"?
-Sí, creo que lo llamaré
Cerebro.
-Es un nombre lógico. Tengo una
pregunta sobre tu avión de última generación que
quizás puedas responderme.
-Adelante.
-Si el hangar está bajo tierra,
¿cómo se supone que vas a hacerlo despegar, genio?
-El hangar está debajo de la
cancha de baloncesto y el Halcón puede despegar verticalmente.
Llegado el momento la cancha se abrirá y el Halcón
saldrá por ahí.
-Ah, veo que lo tienes todo preparado.
-He tenido que pensar en muchas cosas
para que todo encaje a la perfección.
-Ya veo. ¿Y tus X-Men también
llevarán unos trajes con una X en el pecho o irán con
ropa informal?-le preguntó sonriendo.
-No lo sé, Magnus, no es mala
idea. Pero aún quedan años para que eso ocurra. Todo se
andará.
miércoles, 3 de julio de 2013
Viejos amigos. Capítulo 51
51. Fred Duncan
Fred Duncan fue a verle a principios de
año, cuando aún lo estaba organizando todo. Xavier
estaba recorriendo los terrenos de la mansión cuando vio a
alguien frente al portal de la entrada. Supo quién era antes
de que le enseñara su placa.
-¿Charles Xavier?-preguntó
educadamente.
-Sí. ¿En qué puedo
ayudarle, señor...?
-Fred Duncan, del FBI. Pero estoy
seguro de que usted eso ya la sabía, ¿verdad?-le
preguntó, sonriéndole.
Xavier le abrió el portal y lo
invitó a pasar.
-Bien, usted dirá.
-Bueno, yo...
-Sí, es cierto, pero sigo
prefiriendo hablar a leer el pensamiento. Me gusta el contacto
humano.
Fred Duncan caminó a su lado por
entre los cedros.
-Está bien, iré directo
al grano. Hay muchas personas, señor Xavier, que consideran a
los mutantes una amenaza. La mayoría de mis compañeros
están incluidos en ese grupo.
-Pero usted no, por lo que veo.
-No, tiene razón. Yo y unos
cuantos más no opinamos lo mismo. Existe una lista, señor
Xavier...
-Llámeme Charles, o si lo
prefiere, simplemente Xavier.
-De acuerdo, Xavier. Como le estaba
diciendo, existe una lista con el nombre de los cien mutantes más
poderosos y peligrosos. Su nombre está entre los primeros
puestos, y por eso he venido a verle. A proponerle un trato.
-Está empezando a picarme la
curiosidad.
-Yo y mis colegas creemos que ciertos
mutantes podrían servir de ayuda si ocurriera alguna
catástrofe o situación de peligro.
-Comprendo. Me está hablando de
formar un grupo de mutantes que, en caso de amenaza, usarían
sus poderes por el bien de la humanidad, para su protección.
-Sí, así es. ¿Qué
le parece la idea?
-Suena interesante, pero, ¿quién
está al tanto de este plan?
-Como le he dicho, yo, y unos cuantos
colegas. Si se llevara a cabo, sólo nosotros lo sabríamos.
Si aceptara hacerlo, le proporcionaríamos los medios y la
tecnología necesaria.
Xavier asintió con la cabeza,
pensativo.
-Señor Duncan, en mi escuela
sólo habrá niños y adolescentes imberbes. La
mayoría no controla sus poderes o están asustados ante
su nueva situación. Ese grupo de mutantes, tendrían que
controlarlos a la perfección.
-Esto no corre prisa, Xavier, usted
podría seleccionar a algunos de sus alumnos y entrenarles en
el uso de sus poderes.
-Creo que lo haré, pero también
podría tratar de buscarlos por el mundo.
-¿Ha pensado en algo?
-Si pudiera aumentar mis poderes
mentales... -dijo en un susurro, más para sí que para
Duncan. Luego lo miró-Estoy dándole vueltas a algo.
Está bien, señor Duncan, me seduce mucho su oferta.
Acepto el acuerdo-Xavier le estrechó la mano y le acompañó
a la salida-Seguiremos en contacto.
-Me alegro de que suba a bordo. No se
arrepentirá.
-Lo sé-Xavier hizo girar su
silla y regresó al interior de la mansión.
martes, 2 de julio de 2013
Viejos amigos. Capítulo 50
50. Bajo tierra
-Algunos niños te tienen
miedo-dijo Xavier. Los dos estaban en su despacho. Eric estaba junto
a la ventana, observando a algunos de los niños jugando al
baloncesto. Uno niño de gafas recibió el balón,
desapareció, apareció dos metros más adelante,
volvió a desaparecer y apareció en el aire mientras
encestaba-Tu presencia les impone demasiado.
-Mejor, así aprenderán
que las cosas no son tan fáciles ahí afuera.
-Son niños, ya tendrán
tiempo para aprenderlo.
-No me has llamado para hablarme de mis
métodos de enseñanza, ¿verdad, Charles?
-No, es cierto-Xavier fue hasta la
pared que quedaba a la derecha de su escritorio, la tocó, y
ésta se abrió, mostrando un ascensor al otro lado.
-Vaya, ¿tienes tu propio
ascensor? Porque, que yo sepa, yo no lo tengo en mi despacho.
-Este ascensor va a donde ningún
otro puede hacerlo. Entra.
Eric entró detrás de
Xavier, y éste tocó con el dedo un punto debajo del
botón de la primera planta.
-Charles, o estás borracho o
necesitas gafas. El botón de la primera planta está un
poco más arriba.
Entonces vio que se iluminaba un botón
debajo del dedo de su amigo, y lo miró, sorprendido.
-¿Un botón oculto? No lo
entiendo.
-Es por seguridad. No quiero que nadie
baje allá adonde vamos. De momento, nadie más puede ni
debe verlo.
-¿Adónde vamos?
-Muy abajo. Quiero que veas el lugar en
el que vamos a ubicar el ordenador.
Las puertas se abrieron y Eric vio
delante de sí un largo pasillo.
-Vaya, parece que no has perdido el
tiempo.
A derecha e izquierda había
gruesas puertas acorazadas, similares a las de los Bancos y en cada
una de ellas una gran equis en relieve. Eric leyó los rótulos
de algunas puertas. "Sala de Entrenamiento", ponía
en una, "Hangar" en otra el doble de ancha que las demás.
Otras eran laboratorios, sala de rayos X, etc. Estaba bastante
impresionado.
-Charles, ¿cómo has hecho
para construir todo esto?¿Y para qué sirve?
-Para cuando sea necesario, Magnus. Y
creo que lo será en un futuro no muy lejano.
Xavier se detuvo frente a una pesada
puerta de titanio y se acercó a un teclado que había a
la izquierda. Pulsó una serie de números y la puerta se
abrió. El lugar era enorme, pero estaba vacío. Tenía
forma semiesférica, como en el dibujo de Charles y no había
suelo. En su lugar había un gran abismo que se perdía
en su negrura.
-¿Qué profundidad
tiene?-preguntó Eric, que se elevó en el aire y se
detuvo sobre el abismo.
-Unos cien metros-respondió
Xavier desde la puerta-Como te mostré en el dibujo, la
pasarela irá hasta el centro, más o menos donde estás
tú ahora. ¿Qué opinas?
-¿La pasarela irá sobre
algún apoyo?
-No. Irá desde donde estoy yo
hasta donde estás tú. La idea es que tu extremo no se
venga abajo. Tiene que soportar el peso del ordenador y de dos o tres
personas por lo menos.
-Lo mejor será utilizar acero o
titanio. Creo que con eso será suficiente.
-¿Y las placas de las paredes y
el techo?
-Acero galvanizado irá bien.
-Estupendo.
Eric regresó junto a él y
Xavier cerró las puertas.
-Después te daré el
código para que puedas entrar siempre que quieras.
-Bien. ¿Me dirás ahora
qué hay en las otras salas y de dónde sacaste la idea?
-Claro. En realidad no fue idea mía.
-¿No? ¿De quién,
entonces?
-De un hombre llamado Fred Duncan...
lunes, 1 de julio de 2013
Viejos amigos. Capítulo 49
49. Documentos secretos
Una noche de luna llena, un coche se
detuvo frente a un viejo motel de carretera. Le hizo señales a
alguien con las luces delanteras y poco después la puerta del
asiento del copiloto se abrió.
-Llegas tarde.
-Lo siento-se excusó el
conductor, algo nervioso-El tráfico estaba cortado y tuve que
desviarme.
-No quiero que me cuentes tu
vida-replicó Magneto-¿Has traído lo mío?
El otro hombre abrió la guantera
y le dio un sobre. En él había un carnet de identidad y
un documento doblado por la mitad.
-Bien-Magneto sacó de su
bolsillo seiscientos dólares y se los entregó.
-¿Por qué tanta prisa, si
no es mucho preguntar?-preguntó, con voz temblorosa.
-Tengo que entrar en un sitio y no
puedo dar mi verdadero nombre, porque se me echarían encima.
Además tengo un proyecto importante entre manos y antes de
llevarlo a cabo tengo que entrar en ese sitio y hablar con cierta
persona para que me dé algo que necesito.
-¿Y cuál es ese sitio?
-¿Sabes que la curiosidad mató
al gato?-replicó Magneto, guardándose el sobre en el
interior de la chaqueta. Salió del coche y se despidió
de su contacto. Cuando estaba a unos cinco metros, el coche empezó
a comprimirse. El techo y las puertas empezaron a hundirse hacia
dentro y el conductor empezó a chillar y a pedir auxilio.
Cinco segundos después sólo reinaba el silencio.
Magneto devolvió al coche su
forma inicial, abrió la puerta del conductor y recuperó
su dinero.
-Gracias por tus servicios-y se fue
andando tranquilamente.
Al día siguiente era la
presentación del curso.
viernes, 28 de junio de 2013
Viejos amigos. Capítulo 48
48. El nuevo profesor
-Al final lo hiciste-dijo Eric
avanzando hacia él.
-¿Qué te parece?
-Si te soy sincero, la verdad es que me
has sorprendido. Pensé que esta idea tuya no pasaría de
eso, una idea, pero veo que al final la has llevado a cabo.
-¿Te parece bien?
-Es tu sueño, no el mío-se
limitó a responder Eric.
-Vamos, no te quedes en la puerta.
Xavier le guió por el pasillo
hasta su despacho.
-Esta es la primera vez que estoy en tu
casa.
-¿Y bien?
-No está mal. Aunque es mucho
espacio para una sola persona.
-A partir de la semana que viene
vivirán aquí más de doscientas personas, así
que no tendré tiempo de sentirme solo.
-Bien. Espero que tengas éxito
con este proyecto tuyo.
-Y yo también. Y hablando de
proyectos, me gustaría hablarte de algo en lo que llevo
trabajando un tiempo.
-¿De qué se trata?
-Es un ordenador.
-¿Un ordenador?¿Qué
clase de ordenador?
-Uno único en el mundo. Si
funciona, al conectarme a él podría amplificar mis
poderes mentales de forma ilimitada y permitirme encontrar a
cualquier mutante en todo el mundo. He hecho un diseño
primario, pero necesito a alguien que me ayude a construirlo.
-¿Necesitas mi ayuda?
-Sí.
Eric lo pensó durante un
segundo.
-¿Tienes aquí los
diseños?
Xavier abrió un cajón y
le tendió los dibujos por encima de la mesa. El primero era
una sala inmensa, de forma semiesférica, y toda ella estaba
cubierta por una especie de placas rectangulares. Una pasarela iba
hasta el centro de la sala, sólo que no había suelo; la
pasarela se sostenía sobre un abismo y al final de la misma
estaba el ordenador.
-¿Lo que cubre el techo son
placas metálicas?
-Sí. Las ondas psíquicas
de mi cerebro aumentan al rebotar en ellas.
Eric examinó el boceto del
ordenador. Era una especie de mesa de control semiesférica a
la que estaba conectado un casco metálico mediante unos
conductores de acero. O eso es lo que parecía.
-Para ser los primeros esbozos no está
mal. ¿Ya sabes dónde lo vas a ubicar?
-Sí, debajo de la mansión.
¿Qué me dices, te interesa?
Eric asintió lentamente con la
cabeza.
-Tiene posibilidades.
-¿Aceptas?
-Acepto-y le estrechó la mano.
-¿Por qué?
-¿Qué?
-¿Por qué aceptas? Siento
curiosidad.
Eric se encogió de hombros.
-Yo también. Me gustaría
saber cuántos como nosotros hay en todo el mundo.
-Es una buena razón. Otra cosa.
Si vas a ayudarme con el ordenador, lo adecuado es que ocuparas una
habitación, aquí, en vez de estar yendo y viniendo
constantemente.
-Sí, es preferible. ¿Qué
tienes en mente?
-¿Qué te parecería
ser profesor en mi colegio?
-¿Cómo dices?-Eric se
rió-¿Yo profesor?
-Piénsalo, es lo más
lógico. Así la gente no se preguntará quién
es el tipo ese de pelo blanco que ronda por el colegio.
-¿Y de qué se supone que
sería profesor?
-¿Qué te parece de
ciencias?
-¿Ciencias?¿Yo no sé
nada de ciencias?
-Claro que sí. Eres el mayor
experto en magnetismo que conozco.
Eric se rió y luego miró
a su viejo amigo.
-Está bien, Charles. Acepto.
Seré tu profesor de ciencias.
miércoles, 26 de junio de 2013
Viejos amigos. Capítulo 47
47. La escuela abre sus
puertas
A finales de año las obras en la
mansión llegaron a su fin, pero hasta octubre del año
siguiente no abrió sus puertas.
Durante aquellos diez meses Xavier
habló con amigos suyos acerca de su proyecto, y estos a su vez
hablaron con sus amigos y conocidos, y en unos meses prácticamente
todos los mutantes conocían la existencia de su escuela. Antes
de darse cuenta ya tenía a doscientos chicos matriculados, y
se sintió muy orgulloso de ello.
La primera en matricularse fue la hija
de su buen amigo John Grey. En apenas año y medio Jean se
había convertido en una chica preciosa que rebosaba alegría
y vitalidad. No se parecía en nada a aquella chiquilla triste
y apagada que lo había visitado en el hospital. Cuando John la
llevó a ver cómo era el lugar, Jean corrió hacia
Xavier y se tiró a su cuello. Su padre la reprendió por
ello, pero Xavier le quitó importancia.
Xavier les llevó en una visita
guiada por las instalaciones, y Jean corrió delante de ellos
por los pasillos.
-Me gusta lo que has hecho aquí-comentó
John, maravillado-Y se ve que no has reparado en gastos.
-Gracias. Este es un proyecto deseado
desde hace mucho tiempo y me alegra poder llevarlo a cabo.
-Dime, ¿ya lo tienes todo
preparado para la gran apertura?
-Aún no. Me queda reunir la
plantilla de profesores, pero confía en mí, todo estará
listo para el día D. ¿Qué tal está Jean?
-Gracias a ti, de maravilla. Desde que
le pusiste esa barrera en la cabeza es una niña diferente. Sin
pesadillas, ya sonríe, tiene amigas, y no ha usado sus poderes
desde entonces.
-Bien. En cuanto empiecen las clases
quitaré la barrera psiónica de su mente y me ocuparé
personalmente de entrenarla en el uso de sus poderes.
-Te estoy muy agradecido por ello,
Charles-John le estrechó la mano y se despidió de él.
Jean le dio un beso en la mejilla, y poco después se
marcharon.
Unos dos meses antes de la apertura de
la escuela Xavier empezó a reclutar a los profesores, todos
ellos mutantes amigos suyos con deseos de ayudar. John, su terapeuta
del hospital, finalmente aceptó su oferta y se unió a
la plantilla como profesor de anatomía. Al igual que al resto
de los profesores, Xavier le facilitó una copia de los
expedientes de los alumnos (datos personales, poderes, etc...) para
que fuera conociéndolos.
Que John aceptara unirse a su equipo
fue una gran sorpresa, pero fue mayor la que se llevó una
semana antes de la inauguración.
Cuando recibió la visita de su
viejo amigo Eric.
martes, 25 de junio de 2013
Viejos amigos. Capítulo 46
46. Rumbo al hogar
Una semana después de recibir la
carta de Gabrielle, Charles decidió que ya había
llegado el momento de abandonar el hospital, aun en contra de los
deseos de los médicos.
-Pero, señor Xavier-protestó
el doctor Marvin-, ¿está usted seguro? Le ruego
encarecidamente que lo piense. Aún podemos seguir haciéndole
más pruebas y su rehabilitación...
-Mi rehabilitación no está
dando los resultados esperados, y ambos lo sabemos. Yo sé que
no volveré a caminar y usted también. Aquí no
hago más que perder el tiempo y ocupar una habitación
que podría utilizar alguien que la necesitara más que
yo, así que ahora mismo voy a firmar los papeles del alta y me
marcharé por esa puerta.
-¿No puedo convencerlo de que
cambie de idea?
-No.
-Está bien, es decisión
suya aunque no la comparto-el doctor Marvin le estrechó la
mano y le deseó suerte.
Xavier entró en la sala de
rehabilitación para despedirse de John.
-Entonces es cierto que nos deja-dijo
John con tristeza.
-Sí, aquí ya no pueden
hacer nada más por mí, así que lo mejor es que
vuelva a la rutina de mi vida.
-Le echaré de menos. Me gustaba
mucho su compañía. ¿Con quién voy a
hablar ahora de...? Ya sabe, de nuestras cosas.
-Verás, John, voy a abrir un
colegio para jóvenes mutantes a finales de año, para
que aprendan a usar sus poderes, a controlarlos, etc., y necesitaré
profesores. Si te cansas de este lugar, ven a verme.
-¿Está hablando en serio?
-Sí.
-¿Yo profesor? Pero yo no tengo
ni idea de enseñar. No sabría...
-Tú tienes mucho que enseñar,
John, eres bueno en tu campo. Tú piénsalo, ¿quieres?
Sólo piénsalo.
-Está bien, lo pensaré-John
le estrechó la mano-Y cuídese.
-Gracias, John. Tú también.
Xavier giró su silla en el aire
y se fue de allí. Al salir del hospital vio a Eric que se
dirigía hacia él.
Cuando lo vio salir, se detuvo.
-Charles.
-Eric.
-Venía a visitarte. ¿Qué
haces aquí fuera?
-Me marcho del hospital. Aquí
estoy perdiendo el tiempo.
-¿Vuelves a casa?
-Sí.
Eric asintió.
-Siento no haber venido a verte esta
semana, pero he estado ocupado.
¿Haciendo qué?, pensó
Xavier. La barrera de su mente aún seguía ahí, y
Xavier no lograba atravesarla. ¿Dónde aprendiste a
levantar barreras mentales?
-Sigues con tu vida, y yo también
tengo que hacerlo.
-¿Vuelves a la mansión
familiar o adónde tienes pensado ir?
-No, vuelvo a la mansión. Tengo
cosas que hacer allí.
-Bien, entonces me marcharé. Me
ha alegrado verte, Charles.
-Y a mí.
-Seguramente nuestros caminos volverán
a cruzarse, amigo. Hasta entonces.
-Espero que no tengan que pasar otros
15 años hasta entonces.
Eric sonrió.
-Sí, yo también lo
espero.
-Puedes pasarte por la mansión
cuando quieras. Eres bienvenido.
-Gracias. Tal vez lo haga-se tocó
el ala del sombrero y se dio la vuelta.
Poco después un coche se detuvo
delante de Xavier y lo llevó a su hogar.
viernes, 21 de junio de 2013
Viejos amigos. Capítulo 45
45. Ruptura
Una semana después tuvo lugar
un emotivo funeral en el cementerio principal de Haifa, donde se
honró la memoria de cada una de las víctimas de la
masacre del hospital. Charles y Gabrielle acudieron juntos y rezaron
por el alma de Daniel. Charles pensó que Eric aparecería,
pero no hizo acto de presencia en la hora aproximada que duró
la ceremonia. A Gabrielle también le extrañó, y
le preguntó por él.
-Pues no sé dónde
está. No lo veo desde hace una semana.
Gabrielle le miró,
preocupada. Intuía que algo les había pasado, pero
Charles no quería hablar de ello.
-¿Os habéis peleado?
-¿Qué?
-Es lo que me parece. Algo ha debido
ocurrir para que no dé señales de vida desde hace una
semana. Algo os ha pasado.
Charles guardó silencio.
-Aún no me has hablado de
aquella noche.
Charles sabía a qué se
refería.
-Llevo todo este tiempo
preguntándome cómo conseguiste dar con mi paradero.
Ahí estaba, atrapado entre la
espada y la pared. Charles sabía que no tenía más
remedio que contarle la verdad.
-Está bien, pero prométeme
que no te enfadarás.
-Te lo prometo, pero me estás
poniendo nerviosa.
Charles la llevó a un lugar
apartado, reunió todo el valor que pudo y empezó a
hablar. Le dijo que él y Eric eran mutantes y que utilizaron
sus poderes para encontrarla. Que Eric perdió el control y que
utilizó sus poderes para matar a aquellos nazis, que se lo
impidió y que tuvieron una feroz lucha. Al final lo dejó
inconsciente y la sacó de allí.
-Entiendo-dijo ella. Parecía
bastante serena-¿Qué.. qué clase de poderes?
Le dijo que Eric controlaba los
metales y campos magnéticos y que los suyos eran mentales.
-¿Mentales?¿Qué
quieres decir con eso?
-Leo las mentes y puedo hacer que la
gente haga lo que yo quiera, dentro de un límite. Así
fue cómo seguimos el rastro de Strucker hasta aquel edificio.
Busqué rastros de la furgoneta negra en la mente de la gente y
así dimos con el edificio.
Charles percibió que
Gabrielle lo miraba de otro modo, como tensa.
Él fue a cogerle la mano pero
ella retrocedió.
-No... no te acerques.
-¿Gabby?
-No me llames así.
-¿Qué ocurre?
-No te acerques. ¿Por qué
no me lo dijiste antes?¿Cómo sé que no has
utilizado tus poderes conmigo?
-¿Cómo? ¿Pero
qué estás diciendo?
-¿Cómo sé que
no los has utilizado para obligarme a que... a que te quiera?-dijo,
temblándole la barbilla.
Charles se sintió
horrorizado.
-¿Cómo puedes pensar
algo así, Gabby? Yo jamás utilizaría mis poderes
de esa forma.
-Pero los utilizaste contra Eric.
-No es lo mismo. Él era un
peligro.
Charles se acercó a ella,
pero Gabrielle retrocedió.
-No te acerques, ya no sé
quién eres-dijo, echándose a llorar.
-Gabby, por favor...
-No quiero volver a verte, Charles.
Aléjate de mí. Me das miedo-y se fue corriendo.
-¡Gabby!
Gabrielle se subió a un coche
y se marchó.
Después de aquello, Charles
no volvió a verla.
jueves, 20 de junio de 2013
Viejos amigos. Capítulo 44
44. Enfrentados
Todo sucedió muy rápido.
Charles entró en la sala y vio a Eric disparando contra los
cuatro nazis, que estaban alineados junto a la pared, como en un
fusilamiento. Charles dejó a Gabrielle en el suelo y entró
en la mente de su amigo, obligándolo a desviar la trayectoria
de las balas.
Eric se volvió furioso contra
él.
-¡Cómo te atreves!
-¡Eric, acordamos que no
habría ninguna muerte! He encontrado a Gabrielle. Tenemos que
irnos. Llamaré a la policía israelí y ellos se
ocuparán de estos nazis.
-Eso no me vale. No es suficiente.
Voy a matarlos, que es lo que se merecen, y ni tú ni nadie va
a impedírmelo.
-¿Te estás
escuchando?¡Hablas como ellos!
Eric lo ignoró e hizo que las
armas apuntaran a los nazis.
-¡No!-Charles empujó
con el hombro a Eric, tirándolo al suelo-No pienso
consentirlo.
Eric lo miró desde el suelo,
sorprendido y furioso a la vez.
-Está bien, Charles, tú
lo has querido.
Charles miró a Eric a los
ojos y supo que no sería fácil.
Eric creó un campo magnético
alrededor de Charles y lo lanzó contra la pared. Charles
impactó a gran velocidad, agrietando la zona con la que chocó,
y cayó al suelo. Los nazis seguían en fila, asustados
ante lo que estaban presenciando.
-No puedo creer que los protejas.
¡Son los mismos que se llevaron a Gabrielle, maldita sea!
-No utilizarás tus poderes
para el asesinato, Eric.
Eric se llevó las manos a la
cabeza, presa de un terrible dolor.
-¡¡Sal de mi cabeza!!
Charles aprovechó para
empujar la pesada mesa y atrapar a Eric contra la pared. Pero era de
hierro y Eric la apartó, derribando a Charles. Se tiró
sobre él y ambos rodaron por el suelo. Eric se puso encima de
él y empezó a golpearle la cara. Enseguida se puso de
pie y volvió a lanzarlo contra la pared. Charles volvió
a entrar en su mente e hizo chocar su cabeza contra la pared,
abriéndose la sien derecha. Detrás de Charles, la
pesada puerta de acero se desprendió de sus goznes y cayó
sobre él, aplastándolo.
Eric se acercó a él,
limpiándose la sangre de la cara con la manga.
-No me has dejado otra opción,
Charles. No dejaré que te interpongas.
Entonces los cuatro nazis cayeron
sobre Eric y lo agarraron de los brazos, tirándolo al suelo.
Uno lo sujetó de las piernas, otro de los brazos y un tercero
le pisó el cuello. El cuarto cogió su ametralladora y
le golpeó con la culata en la cabeza antes de que pudiera usar
sus poderes. Luego los cuatro, al igual que Eric, perdieron el
conocimiento.
Charles salió de debajo de la
puerta a duras penas, arrastrándose ensangrentado, y se puso
de pie. Observó a Eric con tristeza y meneó la cabeza.
Sabía que su amistad se había acabado y que ahora se
había ganado un peligroso y poderoso adversario.
Se acercó al teléfono
y llamó a la policía israelí para que vinieran a
ocuparse de los nazis. Cogió a Gabrielle en brazos y se la
llevó de allí.
Cuando la metió en el coche
ella empezó a abrir los ojos.
-¿Charles?
-Sí, Gabby, soy yo. Ahora ya
estás a salvo-y puso en marcha el coche.
Cuando la policía llegó,
Eric había desaparecido.
NOTA: En la historia oficial, Magneto
encontró el oro y se lo llevó.
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