Buscar este blog

miércoles, 13 de julio de 2011

Hellraiser 4: Bloodline

En cualquier otra saga de terror, una cuarta parte no aportaría nada a la franquicia (casos como viernes 13, Pesadilla en Elm Street o Muñeco Diabólico, que se hicieron para ver más y más sangre y donde se olvidan por completo de la historia). En el caso de Hellraiser, esta cuarta parte me gustó bastante, porque aporta mucha información sobre el origen de la Caja de Lemarchand, la estirpe del juguetero y conecta con ese final tan desconcertante de la secuela anterior.

La película arranca en 2127, en una estación espacial habitada por una única persona, el protagonista, Paul Marchand, el último descendiente de Lemarchand. Allí está tratando de abrir la caja y acabar de una vez por todas con la maldición que arrastra su familia. Consigue abrirlo, pero entonces aparece un grupo de soldados o policías que lo arresta. Para convencerles de que no se lo lleven, le cuenta a su interrogadora, una psicóloga llamada Rimmer, la historia de su familia, remontándose al siglo XVIII, cuando Phillip Lemarchand creó la caja a petición de un extravagante noble.

Dicho noble está obsesionado con la magia negra, y utiliza la caja, ya adquiridas sus propiedades mágicas, para abrir un portal del que sale un demonio femenino (de aspecto humano), llamado Angelique, que resulta ser una princesa cenobita.
Cuando Lemarchand descubre lo que han hecho con su caja, decide robarla para crear otra caja que haga lo contrario, cerrar la puerta al infierno para siempre, pero Angelique lo pilla y lo mata.

La acción se traslada a la época presente (años noventa), donde se explica de dónde sale el edificio con los símbolos de la caja del final de la tercera película. Pues de su arquitecto, que es descendiente de Lemarchand y al igual que todos sus antepasados sueña con la caja, los cenobitas y Angelique. Esa es la maldición que se transmite por la línea de sangre.
Angelique reaparece para obligar a John Marchand a hacer lo que su antepasado no pudo: una caja que abra las puertas de l infierno para siempre. Pero nada sale según lo planeado y Angelique y Pinhead acaban de vuelta en el mundo cenobita.

Y finalmente regresamos al 2127.
Rimmer acaba creyendo a Paul aunque no sirve de mucho, ya que los cenobitas masacran al grupo de soldados/policías. Pero Paul se sale con la suya y mata de una vez por todas a Pinhead y compañía. ¿Cómo? Pues resulta que la estación espacial es una Caja de Lemarchand gigante, la que Phillip diseñó para cerrar las puertas del infierno para siempre y acabar con sus demonios.
Así que la caja explota con los cenobitas dentro y Paul y Rimmer se van a la Tierra.
Pinhead, descansa en paz.


Lo que mola: Bueno, saber cómo empezó todo, eso es lo principal. Barker es productor de la película, así que igual aportó algunas ideas. Además, los nuevos cenobitas son muy guays. Los gemelos son bastante bizarros (la escena en la que se unen en uno solo es un tanto "Aaggh") y el aspecto cenobita de Angelique también da un poco de cosas, con el cráneo pelado como una naranja, dejando sus "ideas" al aire. Y en esta película aparece por vez primera un perro cenobita, y menudo ejemplar. Me recordó mucho al cenobita de las encías de la primera película.

Lo que no mola: Pinhead muere en el siglo XXII, así que en todas las películas ambientadas en la época presente sabes que no puede morir, como mucho lo mandarán de vuelta al infierno. Por eso pienso que las secuelas que siguen (¡cuatro nada menos!), sobran. ¿Para qué hacerlas si ya sabes cómo no va a acabar?
Y otra cosa, pero no tiene nada que ver con la película. ¿Recordáis al niño repelente de la miniserie "El Resplandor"? Pues aquí también sale. Al verlo deseé que el perro le arrancara la cabeza. ¿Está bien pensar así de un niño? Al fin y al cabo él no tiene la culpa de parecer un retrasado.

1 comentario: